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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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jueves, 11 de noviembre de 2010

El ex cabo Perez

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(C) 2002 PrensaRed Todos los deechos reservados


“Se me escapó un tiro; fue un accidente”
Miguel Ángel Pérez confesó que Bauducco no le quiso arrebatar el arma. Y en un hecho inédito pidió disculpas a la familia de la víctima y al Tribunal. Responsabilizó al Ejército Argentino por haberle “arruinado” su vida y la de su familia.

2010-11-10 ::


Por Katy García- PrensaRed

Dando continuidad a la jornada iniciada por la mañana en la Cárcel San Martín, ex Unidad Penitenciaria número uno (UP1), en horas de la tarde se reinició el debate en la sala de audiencias de Tribunales Federales. Como estaba planificado se realizó la inspección ocular con la presencia de los imputados Pedro Mones Ruiz y Gustavo Adolfo Alsina, y de los testigos Norma San Nicolás y Gerardo Otto.

Una vez finalizada la ampliación de la declaración de Vicente Meli hizo uso de ese derecho el ex cabo Miguel Ángel Pérez imputado junto a Pedro Mones Ruiz en el asesinato de Raúl Bauducco, ocurrido en uno de los patios internos del penal.

El acusado negó que el disparo que puso fin a la vida de Bauducco haya sido porque la víctima le quiso arrebatar el arma. En este sentido aclaró que esa versión, conveniente para el ejército, destruyó su propia vida y la de su familia. Asimismo deslizó que su situación no era la misma que la de otros imputados. Entrelíneas dejó traslucir que otros tenían privilegios.

Y en un hecho sin precedentes pidió perdón a la familia de Bauducco diferenciándose del resto. Comenzó diciendo que ingresó a la fuerza luego de completar el servicio militar como soldado conscripto. Y que le ofrecieron quedarse como cabo en comisión para realizar tareas de fajina. A los dos meses, contó que pasó a la cárcel “para lo cual no estaba preparado”.

Negó haber aplicado tormentos y explicó que gran parte de ellos podrían haber sido cometidos por otros cabos de apellido Pérez y destacó también la participación de miembros de gendarmería según testimonios de más de treinta testigos que desfilaron en este y en otros juicios cuyos textos leyó.

En esa línea argumental destacó que las descripciones realizadas hablan de un Pérez: morocho, de bigotes, alto o petisito, fornido, morrudo, y fortachón, pelo negro, de tonada no cordobesa y con una voz particular. Puso a disposición del tribunal fotografías de abril de 1976 y otras de 1977 que muestran cómo era en ese momento. Igualmente señaló que la mayoría de las palizas eran propinadas por gendarmes según esos testimonios. “Nunca tuve la mentalidad de atormentar a nadie menos a presos políticos, milité en la juventud peronista y he ido a Ezeiza a esperar a Perón con mi hermano mayor y un primo que es general”, afirmó. No rompió totalmente el pacto de silencio pero le recriminó a Mones Ruiz no asumir su reponsabilidad en el hecho.

Se me escapó un tiro

“Voy a narrar la muerte de Raúl Augusto Bauducco, lo escribí porque estoy muy nervioso, y nunca quise recordar nada de esto”, comenzó diciendo Pérez, acusado de matarlo de un tiro en la cabeza.

“No podía ser que se escape un tiro en la cárcel, quedaba mejor decir que Bauducco me quería arrebatar el arma, cosa que no fue así”, confesó. En 2000, recordó que declaró en los Juicios por la Verdad Histórica pero según su parecer las declaraciones que hizo fueron “emparchadas” pero que por lo menos a la víctima la había sacado de la acusación del arrebato del arma.

“Ese fatídico 5 de julio de 1976 nos llevan para hacer una requisa en la cárcel. Era la primera vez que fui a la cárcel y que tomaba contacto con quienes decían eran terribles delincuentes subversivos que nos decían íbamos a encontrar. Estábamos todos muy nerviosos, menos los gendarmes que tenían experiencia, gente más grande que nosotros”, relató

Recordó que aquél día el teniente Mones Ruiz les indicó que su tarea era brindar seguridad al personal de gendarmería, encargado de efectuar la requisa.
Así, apuntó que se ubicaron en el patio unos cuatro suboficiales, bastante separados. “El teniente nos ordena armar, que para los soldados era colocar la bayoneta, cargar inseguro, y haciéndonos la recomendación que ante cualquier movimiento extraño o cosa rara que llame la atención o salga de lo común, tengamos la pistola en forma preventiva apuntando hacia arriba. Estábamos todos muy nerviosos era nuestra primera requisa”, aseveró.

Desde el patio dijo que “escucho un tropel, ruidos, gritos, golpes, quejidos, y resbalones y veo a un par de gendarmes con palos que esperaban a los detenidos. Salen los detenidos. Los gendarmes los colocan a lo largo”, atestiguó. Seguidamente expresó que los vio venir a “quejándose por los golpes” y que entre 8 y 10 gendarmes algunos con bastones gritaban y que un oficial los dirigía.

“A mi me asignan un sector de la pared donde termina el patio, hacia la izquierda, hacia la puerta. Habría, calculo yo, unos 100 detenidos contra la pared. En el sector que me toca darle seguridad, un detenido está contra la pared, casi en cuclillas. Antes que venga el gendarme que venía haciéndolos desnudar para requisarlos le digo que se levante y me dice no puedo y trato de levantarlo de las axilas y quedó medianamente contra la pared, veo que se va agachando, cayendo nuevamente, y el gendarme le dice: levantáte -entre otras cosas-, y le da un par de gomazos y me dice: hacélo que se levante que ya vengo”. relató

Pérez comentó que en ese momento estaba muy “nervioso” por lo que podría pasar porque “eran terroristas” y que entonces “lo busco con la mirada al teniente y no lo ubico, ubico al oficial de gendarmería que se dirigía hacia una fila pero más alejado, y entonces digo, lo voy a levantar”.
Hizo una pausa y siguió con el relato. “En esos momentos me agacho para alzarlo, él se da vuelta, lo tomo del brazo para levantarlo y yo con la pistola en la mano trato de levantarlo. En un momento dado me toma del brazo y en el envión, la fuerza que hacemos, no lo puedo precisar, fue un segundo y escucho el disparo y lo veo que cae”, aseguró. Agregó además que trató de levantarlo cuando en ese momento viene el gendarme, le saca el arma y se da el siguiente diálogo.

- ¿Qué pasó? – pregunta el gendarme
-Se me escapó un tiro –respondió Pérez.
- No, te quiso arrebatar el arma- le dijo esta persona

“No fue así, en ningún momento me quiso sacar el arma. Fue un lamentable accidente”, afirmó. Después refirió que en medio de una crisis de nervios lo trasladaron a la enfermería y luego a la oficina del director de la cárcel quien intenta tranquilizarlo mostrándole una carpeta con datos de los detenidos.
Cuando entregó el arma el encargado le advirtió que era utilizada para concursos de tiro. “Y a partir de ahí no volví nunca más a la cárcel. Esta es la verdad, esto es lo que lamentablemente pasó”, aseguró.

Sobre el final de su relato, conmocionado, responsabilizó al Ejército Argentino porque le arruinó la vida a los 20 años “por haberme mandado a la cárcel que no era un destino militar. Yo tenía dos meses de cabo, no tenia experiencia. Ellos sabían las limitaciones de un cabo nuevo. Le arruinaron la vida a mi familia, y después de 30 años me privan de la libertad. Mi señora se levanta a las 3 de la mañana para verme en Bower. Es distinta la situación de ellos. Hay algunos que no están en mi situación. La pasan de otra manera, a pesar de ser los responsables de todo lo que paso en el país”, reclamó.


Suspiró profundamente y agregó que “escuchando las declaraciones del señor Mones Ruiz le digo que la responsabilidad no se delega ni se comparte, se asume. El cabo no es culpable de todo. Por último, quiero pedirle perdón a la familia Bauducco, a Diego Bauducco que se crió sin su padre, y a la señora Doris Cafieri le pido simplemente que me perdone”, lagrimeó. Y añadió que en democracia también le pedía perdón al Tribunal en quien confiaba.

La nueva inspección



Con casi dos horas de retraso comenzó la inspección ocular prevista. Se relizó el recorrido esta vez con los imputados Mones Ruiz y Alsina. Al finalizar el periplo Marta Moukarzel quien ingresara por última vez al penal el 13 de marzo de 1976, evaluó que pese a la tristeza también sentía “un poco de esperanza esperando que haya justicia”. Y evocó aquél día. “Cuando entré, se me vino esa imagen, saliendo del pabellón del fondo, con su hija en los hombros, sin saber el y nosotros que era la ultima vez que lo veíamos”, dijo emocionada.

Por su parte el fiscal Maximiliano Hairabedián recordó que esta nueva inspección con los imputados presentes era una repetición de lo ya hecho la semana pasada con los testigos. “Es ilustrativa sobre las instalaciones, sirve para relacionar los hechos y se suma a lo realizado el año pasado. El planteo y las hipótesis de la fiscalía sigue incólume. La prueba es abundante y esta inspección es complementaria y enriquece el debate y la prueba”.

María Elba Martínez manifestó que “se han ido confirmando con mucha más razón alguno de los planteos que se hicieron. Por ejemplo, en el patio donde estaba muerto Moukarzel donde lo vieron Avalle y Bozano y que luego lo llevan al Hospital Militar, se acepta que estuvo en el lugar. Y el asunto de las salas de internación queda clarísimo. Todas las posibilidades que se vienen diciendo de que se ve y se escucha y las relaciones entre los pabellones quedaron demostradas. Lo que pasa es que la defensa trata de generar elementos dubitativos pero hay otros documentos que lo confirman”, afirmó.

En tanto, Miguel Ceballos consideró que “a partir de la propia intervención de los imputados quedó absolutamente clara la visión que había desde las celdas hasta los patios y la cuestión de los periscopios, que nosotros nos opusimos, demostró que era una herramienta útil y de fácil construcción para ver lo que pasaba. Y en cuanto a Mones Ruiz creo que su defensa se debilita, maneja tres hipótesis”, señaló.

Fotografía: Prensared y Gabriel Ferreyra

www.prensared.com.ar




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