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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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sábado, 28 de febrero de 2009

ALBERTO ACOSTA : EL BUEN VIVIR.

28-02-2009



El Buen Vivir, una oportunidad por construir


Alberto Acosta
Ecuador Debate







“Y volverá a preguntársenos: ¿qué ha dejado a la Kultura Don Quijote? Y diré: ¡el quijotismo, y no es poco! Todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una religión sobre todo, es decir, una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo absurdo racional”.





Miguel de Unamuno , Del sentimiento trágico de la vida, 1912



Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario



En la Asamblea Constituyente, el Buen Vivir o Sumak Kausai (en kichwa) fue motivo de diversas interpretaciones. En un debate, que en realidad recién empieza, primó el desconocimiento y el temor en algunos sectores. Para unos el Buen Vivir, al que lo entendían ingenuamente como una despreocupada y hasta pasiva dolce vita , les resultaba inaceptable. Otros, quizás temerosos de perder sus privilegios, no dudaron en anticipar que con el Buen Vivir se proponía el retorno a la época de las cavernas.



Algunos asambleístas, contando con el eco perturbador de gran parte de una prensa mediocre e interesada en el fracaso de la Constituyente, acostumbrados a verdades indiscutibles, clamaban por concreciones definitivas. Mientras que otros, incluso algunos que inclusive alentaron este principio fundacional de la Constitución de Montecristi, al perecer no tenían clara la trascendencia de esta decisión…



Para entender lo que implica el Buen Vivir, que no puede ser simplistamente asociado al “bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la cosmovisión de los pueblos y nacionalidades indígenas; planteamiento que también se cristaliza en la discusión constitucional en Bolivia. Eso, de plano, no significa negar la posibilidad para propiciar la modernización de la sociedad, particularmente con la incorporación en la vida de muchos y valiosos avances tecnológicos de la humanidad.



En la comprensión del sentido que tiene y debe tener la vida de las personas, en las sociedades indígenas de nuestro país no existe el concepto de desarrollo, nos recuerda Carlos Viteri Gualinga. Es decir, no hay la concepción de un proceso lineal que establezca un estado anterior o posterior. No hay aquella visión de un estado de subdesarrollo a ser superado. Y tampoco un estado de desarrollo a ser alcanzado. No existe, como en la visión occidental, está dicotomía que explica y diferencia gran parte de los procesos en marcha. Para los pueblos indígenas tampoco hay la concepción tradicional de pobreza asociada a la carencia de bienes materiales o de riqueza vinculada a su abundancia.



Desde la cosmovisión indígena el mejoramiento social -¿el desarrollo?- es una categoría en permanente construcción y reproducción. En ella está en juego la vida misma. Siguiendo con este planteamiento holístico, por la diversidad de elementos a los que están condicionadas las acciones humanas que propician el Buen Vivir, los bienes materiales no son los únicos determinantes. Hay otros valores en juego: el conocimiento, el reconocimiento social y cultural, los códigos de conductas éticas e incluso espirituales en la relación con la sociedad y la Naturaleza, los valores humanos, la visión de futuro, entre otros. El Buen Vivir constituye una categoría central de la filosofía de vida de las sociedades indígenas. Y su aporte nos invita a asumir otros “saberes” y otras prácticas.



Pero eso no es la única fuente de inspiración para impulsar el Buen Vivir. Incluso desde círculos de la cultura occidental se levantan cada vez más voces que podrían estar de alguna manera en sintonía con esta visión indígena. En el mundo se comprende, paulatinamente, la inviabilidad global del estilo de desarrollo dominante.



Frente a los devastadores efectos del calentamiento global, se plantean cambios para que la humanidad pueda escapar con vida de los graves riesgos ecológicos y sociales en ciernes. El crecimiento material sin fin podría culminar en un suicidio colectivo, tal como parece augurar el mencionado recalentamiento de la atmósfera o el deterioro de la capa de ozono, la pérdida de fuentes de agua dulce, la erosión de la biodiversidad agrícola y silvestre, la degradación de suelos o la propia desaparición de espacios de vida de las comunidades locales...



Para empezar el concepto mismo de crecimiento económico debe ser reubicado en una dimensión adecuada, concepto que está íntimamente vinculado al de desarrollo, al menos en su acepción occidental. Valga traer nuevamente a colación la visión crítica del crecimiento económico que tiene Amartya Sen, Premio Nobel de Economía de 1997. Para reforzar la necesidad de una visión más amplia, superadora de los estrechos márgenes cuantitativos del economicismo, él insiste “que las limitaciones reales de la economía tradicional del desarrollo no provinieron de los medios escogidos para alcanzar el crecimiento económico, sino de un reconocimiento insuficiente de que ese proceso no es más que un medio para lograr otros fines. Esto no equivale a decir que el crecimiento carece de importancia. Al contrario, la puede tener, y muy grande, pero si la tiene se debe a que en el proceso de crecimiento se obtienen otros beneficios asociados a él. (…) No sólo ocurre que el crecimiento económico es más un medio que un fin; también sucede que para ciertos fines importantes no es un medio muy eficiente". Y por lo tanto, no es la única vía a la que debería darse necesariamente prioridad.



Incluso a escala global la concepción del crecimiento basado en inagotables recursos naturales y en un mercado capaz de absorber todo lo producido, muestra que más que producir el desarrollo lo que se observa, como señala José María Tortosa, es un “mal desarrollo”. Tortosa va más allá. El afirma que “el funcionamiento del sistema mundial contemporáneo es “maldesarrollador” (…) La razón es fácil de entender: es un sistema basado en la eficiencia que trata de maximizar los resultados, reducir costes y conseguir la acumulación incesante de capital. Ésa es la regla de juego que para nada es atemperada por la “mano invisible” de los sentimientos morales de que hablaba Adam Smith, es decir, por el sentido de la responsabilidad. Si “todo vale”, el problema no es de quién ha jugado qué cuándo, sino que el problema son las mismas reglas del juego. En otras palabras, el sistema mundial está maldesarrollado por su propia lógica y es a esa lógica a donde hay que dirigir la atención.”



Eso no es todo, a más de no obtener el bienestar material, se están afectando la seguridad, la libertad, la identidad de los seres humanos. Ese mal desarrollo, generado desde arriba, sea desde los gobiernos centrales y sus empresas transnacionales, o desde las élites dominantes a nivel nacional, implica entonces una situación de complejidades múltiples que no pueden ser explicadas a partir de versiones monocausales. Por ello está también en cuestión aquella clasificación de países desarrollados y subdesarrollados, tanto como el mismo concepto de desarrollo tradicional. Y, por cierto, aquella lógica del progreso entendida como la acumulación permanente de bienes materiales.



En esta línea de reflexión, desde la vertiente ambiental, podríamos mencionar los reclamos de cambio en la lógica del desarrollo, cada vez más urgentes, de varios pensadores de gran valía, como Nicholas Georgescu-Roegen, Ivan Illich, Herman Daly, José Manuel Naredo, Joan Martínez Allier, Roberto Guimaraes, Eduardo Gudynas, entre otros. Sus cuestionamientos a las estrategias convencionales se nutren de una amplia gama de visiones, experiencias y propuestas propias de la misma civilización occidental. Sus argumentos prioritarios son una invitación a no caer en la trampa de un concepto de “desarrollo sustentable” que no afecte la revalorización del capital, hoy vendido como “capitalismo verde”. También alertan sobre los riesgos de una confianza desmedida en la ciencia su técnica. En definitiva, estos pensadores cuestionan la idea tradicional del progreso material y proponen nuevas formas de organización de la vida misma.



La búsqueda de nuevas formas de desarrollo implica revitalizar la discusión política, ofuscada por la visión economicista sobre los fines y los medios. Al endiosar la actividad económica, particularmente al mercado, se han abandonado muchos instrumentos no económicos, indispensables para el desarrollo. La resolución de los problemas exige una aproximación multidisciplinaria.



La acumulación material -mecanicista e interminable de bienes-, apoltronada en “el utilitarismo antropocéntrico sobre la Naturaleza” (Eduardo Gudynas), no tiene futuro. Los límites de estilos de vida sustentados en esta visión ideológica del progreso son cada vez más notables. El ambiente, es decir los recursos naturales no pueden ser vistos como una condición para el crecimiento económico, como tampoco pueden ser un simple objeto de las políticas de desarrollo. Esto nos conduce a aceptar que la Naturaleza, en tanto una construcción social y en tanto término conceptualizado por los seres humanos, debe ser reinterpretada y revisada íntegramente, sobre todo si la humanidad no está fuera de la Naturaleza. La visión dominante, que pretende ver a la humanidad por fuera de la Nasturaleza, incluso al definirla como Naturaleza sin considerar al ser humano como parte integral de la misma, ha abierto la puerta para dominarla y manipularla. Se le ha transformado en recursos naturales e incluso en “capital natural” a ser explotados. Cuando, en realidad, la Naturaleza hasta podría existir sin seres humanos…



En este punto hay que rescatar las verdaderas dimensiones de la sustentabilidad. Esto exige, desde la perspectiva de Roberto Guimaraes, tener “como norte una nueva ética del desarrollo, una ética en la cual los objetivos económicos de progreso estén subordinados a las leyes de funcionamiento de los sistemas naturales y a los criterios de respeto a la dignidad humana y de mejoría de la calidad de vida de las personas”. Para él, “el crecimiento, definido como incremento monetario del producto y tal como lo hemos experimentado, constituye un componente intrínseco de la insustentabilidad actual”. Esto, siguiendo al mismo autor, nos conduce al “desplazamiento del crecimiento como un fin último hacia el desarrollo como un proceso de cambio cualitativo”. Y eso -pensando desde ya en lo que podría ser una economía postcrecimiento, como lo entiende Enrique Leff- se logrará, para volver a Guimaraes, “en la medida que se logre preservar la integridad de los procesos naturales que garantizan los flujos de energía y de materiales en la biosfera y, a la vez, se preserve la biodiversidad del planeta”. Para lo que habrá de “transitar del actual antropocentrismo al biopluralismo, otorgando a las especies el mismo derecho ‘ontológico’ a la vida”.



Estos planteamientos de Guimaraes ubican con claridad por donde debería marchar el desarrollo sustentable, si realmente pretende ser una opción de vida, en tanto respeta la Naturaleza y permite un uso de los recursos naturales adaptado a la generación (regeneración) natural de los mismos. La Naturaleza, en definitiva, debe tener la necesaria capacidad de carga y recomposición para no deteriorarse irreversiblemente por efecto de la acción del ser humano. He aquí una aproximación ética explicativa de los derechos que se otorgaron a la Naturaleza en Montecristi.



En suma, el desarrollo debe ser sustentable ambientalmente en tanto compromiso con las generaciones futuras. En esa línea de pensamiento, si aceptamos que es necesaria una nueva ética del desarrollo, hay que incorporar elementos consustanciales a un verdadero proceso de transformaciones radicales, como son la igualdad, las diversas equidades [2] y la justicia social (productiva y distributiva), así como elementos morales, estéticos y espirituales. Y esto dentro de un esfuerzo de democratización permanente de la sociedad, a partir de la construcción de ciudadanías sólidas.



Entonces, de ninguna manera es aceptable un estilo de vida fácil para un grupo reducido de la población, mientras el resto, la mayoría, tiene que trabajar para sostener los privilegios de aquel segmento privilegiado y opresor. Esta es la realidad del régimen de desarrollo actual, una realidad propia del sistema capitalista. Ya lo apuntó -en su obra clásica, Investigación sobre Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones (1776)- Adam Smith, profeta del liberalismo: “Allí donde existen grandes patrimonios, hay también una gran desigualdad. Por un individuo muy rico ha de haber quinientos pobres, y la opulencia de pocos supone la indigencia de muchos”. El capitalismo ha demostrado una gran capacidad productiva. Ha podido dar lugar a progresos tecnológicos sustanciales y sin precedentes. Ha conseguido incluso reducir la pobreza en varios países. Sin embargo, produce también procesos sociales desiguales entre los países y dentro de ellos. Sí, se crea riqueza, pero son demasiadas las personas que no participan de esos beneficios.



Aquí cobra renovado vigor las propuestas de Amartya Sen, para quien el “poder de crear riqueza” equivaldría a la posibilidad de “ampliación de las capacidades” del ser humano. No cuentan tanto las riquezas o sea las cosas que las personas puedan producir durante sus vidas, sino lo que las cosas hacen por la vida de las personas: “El desarrollo debe preocuparse de lo que la gente puede o no hacer, es decir si pueden vivir más, escapar de la morbilidad evitable, estar bien alimentados, ser capaces de leer, escribir, comunicarse, participar en tareas literarias y científicas, etc. En palabras de Marx, se trata de 'sustituir el dominio de las circunstancias y el azar sobre los individuos, por el dominio de los individuos sobre el azar y las circunstancias'” (Sen). Una convivencia sin miseria, sin discriminación, con un mínimo de cosas necesarias y sin tener a éstas como la meta final. Esta es, a no dudarlo, una visión equiparable con el Buen Vivir, deseable y posible en un país con tantas posibilidades como el Ecuador.



Por este motivo resulta inapropiado y altamente peligroso aplicar el paradigma desarrollo tal y como es concebido en el mundo occidental. No sólo que no es sinónimo de bienestar para la colectividad, sino que está poniendo en riesgo la vida misma de la humanidad. El Buen Vivir, entonces, tiene una trascendencia mayor a la sola satisfacción de necesidades y acceso a servicios y bienes. En este contexto, desde la filosofía del Buen Vivir se precisa cuestionar el tradicional concepto de desarrollo. La acumulación material permanente de bienes materiales no tiene futuro.

El desarrollo, mejor digámoslo un renovado concepto de desarrollo, visto desde esta perspectiva -planteada también por connotados tratadistas latinoamericanos [3] - implica la expansión de las potencialidades individuales y colectivas, las que hay que descubrir y fomentar. No hay que desarrollar a la persona, la persona tiene que desarrollarse. Para lograrlo, como condición fundamental, cualquier persona ha de tener las mismas posibilidades de elección, aunque no tenga los mismos medios. El Estado corregirá las deficiencias del mercado y actuará como promotor del desarrollo, en los campos que sea necesario. Y si el desarrollo exige la equidad y la igualdad, éstas sólo serán posibles con democracia -no un simple ritual electoral- y con libertad de expresión, verdaderas garantías para la eficiencia económica y el logro del Buen Vivir, en tanto camino y en tanto objetivo.

El Buen Vivir, más que una declaración constitucional, se presenta, entonces, como una oportunidad para construir colectivamente un nuevo régimen de desarrollo. Su contenido no se refleja simplemente en una sumatoria de artículos constitucionales en donde se mencionan estas palabras: Buen Vivir. Es mucho más que la posibilidad de introducir cambios estructurales a partir del cumplimiento de los diferentes artículos constitucionales en donde se aborda expresamente o no el Buen Vivir. Esta propuesta, siempre que sea asumida activamente por la sociedad, en tanto recepta las propuestas de los pueblos y nacionalidades indígenas, así como de amplios segmentos de la población, puede proyectarse con fuerza en los debates de transformación que se desarrollan en el mundo.

El Buen Vivir, en definitiva, tiene que ver con una serie de derechos y garantías sociales, económicas y ambientales. También está plasmado en los principios orientadores del régimen económico, que se caracterizan por promover una relación armoniosa entre los seres humanos individual y colectivamente, así como con la Naturaleza. En esencia busca construir una economía solidaria, al tiempo que se recuperan varias soberanías como concepto central de la vida política del país.



Hacia la construcción de una economía solidaria



Desde esa perspectiva, el Buen Vivir, en tanto régimen de desarrollo en construcción y como parte inherente de un Estado plurinacional, tal como se aprobó en Montecristi, busca una vida armónica. Es decir equilibrada entre todos los individuos y las colectividades, con la sociedad y con la Naturaleza. No se puede olvidar que lo humano se realiza (o debe realizarse) en comunidad; con y en función de otros seres humanos, sin pretender dominar a la Naturaleza.



El valor básico de la economía, en un régimen de Buen Vivir, es la solidaridad. Se busca una economía distinta, una economía social y solidaria, diferente de aquella caracterizada por una supuesta libre competencia, que anima al canibalismo económico entre seres humanos y que alimenta la especulación financiera. A partir de esa definición se aspira a construir relaciones de producción, de intercambio y de cooperación que propicien la eficiencia y la calidad, sustentadas en la solidaridad. Se habla de productividad y competitividad sistémicas, es decir medibles en avances de la colectividad y no sólo de individualidades sumadas muchas veces en forma arbitraria.



El mercado por si solo no es la solución, tampoco lo es el Estado. El subordinar el Estado al mercado, conduce a subordinar la sociedad a las relaciones mercantiles y al egolatrismo individualista. Lejos de una economía sobredeterminada por las relaciones mercantiles, se promueve una relación dinámica y constructiva entre mercado, Estado y sociedad. Se busca construir una sociedad con mercado, para no tener una sociedad de mercado, es decir mercantilizada. No se quiere una economía controlada por monopolistas y especuladores, como en la época neoliberal. Tampoco se promueve una visión estatista a ultranza de la economía.



El mercado, tanto como el Estado, requieren una reconceptualización política, que conduzca a regulaciones adecuadas. El mercado es una relación social sujeta a las necesidades de los individuos y las colectividades, entendida como un espacio de intercambio de bienes y servicios en función de la sociedad y no sólo del capital. “Los mercados pueden ser totalmente inmorales, ineficientes, injustos y generadores del caos social”, nos recuerda Luis de Sebastián. Por lo tanto, siguiendo el pensamiento de Karl Polnayi -“el mercado es un buen sirviente, pero un pésimo amo”-, al mercado hay que organizarlo y controlarlo como a un sirviente, pero no asumirlo como un amo. El Estado deberá, en definitiva, ser ciudadanizado, mientras que el mercado habrá de ser civilizado, lo que, en ambos casos, implica una creciente participación de la sociedad.



Para enfrentar la gravedad de los problemas existentes en la economía ecuatoriana hay que desarmar las visiones simplificadoras y compartamentalizadas. El éxito o el fracaso no es solo una cuestión de recursos físicos sino que depende decisivamente de las capacidades de organización, participación e innovación de los habitantes del país. Existen sobradas razones para afirmar que el principal estrangulamiento para asegurar una vida mejor, en un mundo mejor, para todos y todas, es la ausencia de políticas e instituciones [4] que permitan fortalecer e impulsar las capacidades humanas de cada una de las culturas existentes.



Está claro que en la nueva Constitución, no está en juego simplemente un proceso de acumulación material. Se precisan respuestas políticas que hagan posible un desarrollo impulsado por la vigencia de los derechos fundamentales (derechos humanos en términos amplios y derechos de la Naturaleza), como base para una sociedad solidaria, en el marco de instituciones que aseguren la vida. Las instituciones actualmente vigentes, apegadas a los dogmas ortodoxos, apenas han contribuido a paliar circunstancialmente los elementos más explosivos del subdesarrollo.



Se persigue una economía que garantice el derecho de propiedad bien habida. Pero sobre todo el derecho a la propiedad de quienes nada o muy poco tienen. Esta nueva economía consolida el principio del monopolio público sobre los recursos estratégicos, pero a su vez establece una dinámica de uso y aprovechamiento de esos recursos desde una óptica sustentable, con la necesidad de disponer de mecanismos de regulación y control en la prestación de los servicios públicos. Igualmente considera diversas formas de hacer economía: estatal, pública, privada, mixta, comunitaria, asociativa, cooperativa… Busca, con esto, ampliar la base de productores y propietarios en el Ecuador en un esquema de economía solidaria que articule a activa y equitativamente a todos los segmentos productivos.



La redistribución de la riqueza (de la tierra, por ejemplo) y la distribución del ingreso, con criterios de equidad, así como la democratización en el acceso a los recursos económicos, como son los créditos, están en la mira de esta economía solidaria. Así, las finanzas deben cumplir un papel de apoyo al aparato productivo y no ser más simples instrumentos de acumulación y concentración de la riqueza en pocas manos; realidad que alienta la especulación financiera. Los bancos, por lo tanto, en un plazo perentorio, tendrán que vender todas sus empresas no vinculadas a la actividad financiera, incluyendo sus medios de comunicación.



La Constitución propone también la construcción de una nueva arquitectura financiera, en donde los servicios financieros son de orden público. Allí se reconoce a las finanzas populares como promotoras del desarrollo y se incentiva la creación de una banca pública de fomento, como aglutinadora del ahorro interno e impulsador de economías productivas de características más solidarias. Un tratamiento preferente a las cooperativas de ahorro y crédito, así como a las diversas formas de ahorro popular, también está reconocido constitucionalmente.



El ser humano, al ser el centro de la atención, es el factor fundamental de la economía. Y en ese sentido, rescatando la necesidad de fortalecer y dignificar el trabajo, se proscribe cualquier forma de precarización laboral, como la tercerización; incluso el incumplimiento de las normas laborales puede ser penalizado y sancionado. Por otro lado se prohíbe toda forma de persecución a los comerciantes y los artesanos informales.



En lo social, se priorizaron las inversiones en educación y salud. [5] En tanto derechos humanos, la educación y la salud serán servicios gratuitos; se incluyó específicamente la gratuidad de la educación en el nivel universitario. La gratuidad en el acceso a la justicia es otro de los derechos consagrados en la Constitución. Se aprobó la universalidad de la seguridad social, de ninguna manera su privatización. Todo este esfuerzo en lo social se complementa con una serie de disposiciones para superar tanto el machismo como el racismo, así como toda forma de exclusión social.



Todas las personas tienen por igual derecho a una vida digna, que asegure la salud, alimentación y nutrición, agua potable, vivienda, saneamiento ambiental, educación, trabajo, empleo, descanso y ocio, cultura física, vestido, seguridad social y otros servicios sociales necesarios Todos estos derechos, para su cumplimiento, exigirán ajustes en la distribución de la riqueza y del ingreso, puesto que su vigencia no sólo puede estar garantizada por posibles ingresos petroleros u otros similares. Los derechos deben ser garantizados por la sociedad para todos sus miembros, en cualquier tiempo o circunstancia, no sólo cuando hay excedentes financieros.



En el nuevo texto constitucional existe una sección completa sobre derechos y garantías para personas con discapacidades, que constituyen, además, una temática transversal a toda la Constitución.



En esta carta magna se consolidan los derechos de los y las emigrantes. No sólo que podrán votar en las elecciones ecuatorianas y que tendrán representantes a la Asamblea Nacional, elegidos por ellos, sino que podrán impulsar varias iniciativas políticas, inclusive de ley. El Estado generará incentivos al retorno del ahorro y de los bienes de las personas migrantes, para que dichos recursos se orienten hacia la inversión productiva de calidad decidida por los propios emigrantes. También se estimulará su afiliación voluntaria al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social; para lograrlo se contará con el aporte de las personas domiciliadas en el exterior. En un gesto de coherencia con la defensa de los derechos de los compatriotas en el exterior, esta Constitución asegura similares derechos a los extranjeros y a los ecuatorianos: los extranjeros que tengan residencia de cinco años en el Ecuador -por ejemplo- podrán ejercer el derecho al voto, sin necesidad de acuerdos bilaterales con sus países de origen; no podrán ser devueltos o expulsados a un país donde su vida, libertad, seguridad o integridad o la de sus familiares peligren por causa de su etnia, religión, nacionalidad, ideología, pertenencia a determinado grupo social, o por sus opiniones políticas. En esa línea de compromiso se prohíbe la expulsión de colectivos de extranjeros. Los procesos migratorios deberán ser singularizados.



No se espera a que cambie el mundo para recién entonces avanzar en el campo de la migración, se actúa para provocar el cambio del mundo…



En sintonía con estas propuestas en el ámbito de la movilidad humana se impulsa el principio de ciudadanía universal, la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y el progresivo fin de la condición de extranjero como elemento transformador de las relaciones desiguales entre los países, especialmente Norte-Sur. Para lograrlo se promueve la creación de la ciudadanía latinoamericana y caribeña; la libre circulación de las personas en dicha región; la instrumentación de políticas que garanticen los derechos humanos de las poblaciones de frontera y de los refugiados; y, la protección común de los latinoamericanos y caribeños en los países de tránsito y destino migratorio.



Con esta Constitución, a diferencia del pensamiento neoliberal todavía dominante, se quiere recuperar lo público, lo universal, lo gratuito, la diversidad, como elementos de una sociedad que busca sistemáticamente la libertad, la igualdad y la equidad, así como la solidaridad en tanto elementos rectores del Buen Vivir. En su articulado, más allá de las simples interpretaciones que hacen los constitucionalistas frustrados, encontramos borradores de una utopía por construir. Una utopía que implica la crítica de la realidad desde los principios plasmados en la Constitución de Montecristi. Una utopía que, al ser un proyecto de vida en común, nos dice lo que debe ser.... alternativa imaginaria, políticamente conquistada, a ser ejecutada por la acción de la ciudadanía.



Por eso, en forma pionera a nivel mundial, en la nueva Constitución se ha establecido que la Naturaleza es sujeto de derechos. Esta definición enfrenta la actual crisis civilizatoria, cuando ya se ve la imposibilidad de continuar con el modelo industrialista y depredador basado en la lucha de los humanos contra la Naturaleza. No va más la identificación del bienestar y la riqueza como acumulación de bienes materiales, con las consecuentes expectativas de crecimiento y consumo ilimitados. En este sentido es necesario reconocer que los instrumentos disponibles para analizar estos asuntos ya no sirven. Son instrumentos que naturalizan y convierten en inevitable lo existente. Son conocimientos de matriz colonial y eurocéntrica, que pretenden convencer de que este patrón civilizatorio es natural e inevitable (Edgardo Lander).



Al reconocer a la Naturaleza como sujeto de derechos, en la búsqueda de ese necesario equilibrio entre la Naturaleza y las necesidades y derechos de los seres humanos, enmarcados en el principio del Buen Vivir, se estaría superando la clásica versión por la que la conservación del medioambiente es entendida simplemente como un derecho de los seres humanos a “gozar de un medioambiente sano y no contaminado”. Los derechos de la Naturaleza tienen que ver con el derecho que tienen la actual y las siguientes generaciones de gozar un ambiente sano. Pero estos derechos acogen otros criterios de justicia que superan la visión tradicional de justicia, lo que provoca varios conflictos conceptuales entre los constitucionalistas y juristas tradicionales.



De esta nueva concepción jurídica -todavía en construcción- se derivan decisiones trascendentales. El agua es asumida como un derecho humano fundamental, que cierra la puerta a su privatización; en concreto se afirma que reconoce que el agua es patrimonio nacional estratégico de uso público, dominio inalienable e imprescriptible del Estado, y constituye un elemento vital para la Naturaleza y para la existencia de los seres humanos; la Constitución plantea prelaciones en el uso del agua: consumo humano, riego para la producción de alimentos, caudal ecológico y actividades productivas, en ese orden. La soberanía alimentaria, que incorpora la protección del suelo y el uso adecuado del agua, se transforma en eje conductor de las políticas agrarias e incluso de recuperación del verdadero patrimonio nacional: su biodiversidad. Incluso se plasma aquí la necesidad de conseguir la soberanía energética, sin poner en riesgo la soberanía aleimentaria o el equilibrio ecológico.



Esta Constitución, la más ecuatoriana de toda la historia, que ofrece una categórica propuesta de descentralización y autonomías, sobre bases de solidaridad y equidad, abre la puerta también a la integración regional. Sin la integración de los pueblos de Nuestra América Latina no hay desarrollo. Ese es un paso fundamental para que dichos pueblos puedan insertarse con dignidad e inteligencia en el contexto mundial. Y para hacerlo, la Constitución declara al Ecuador como un territorio de paz, en donde no podrán asentarse fuerzas militares extranjeras con fines bélicos, ni ceder bases militares nacionales a soldados foráneos.



Finalmente, el Buen Vivir, una filosofía de vida, abre la puerta para construir un proyecto liberador y tolerante, sin perjuicios ni dogmas. Un proyecto que, al haber sumado muchas historias de luchas de resistencia y de propuestas de cambio, se posiciona como punto de partida para construir una sociedad sustentable en todos los ámbitos.



La nueva Constitución, medio y fin para cambios estructurales



Como punto básico de la nueva Constitución tenemos que resaltar la declaración de un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Con esta definición se abre la posibilidad de un nuevo pacto de convivencia amplia, de múltiples entradas. Sin pretender agotar los alcances de esta definición, cabría resaltar que lo constitucional se posiciona prioritariamente para intentar desterrar la permanente violación de las cartas magnas y lo plurinacional conduce a una suerte de refundación del Estado en tanto toma en cuenta definitivamente la existencia de pueblos y nacionalidades indígenas, lo que significa un salto cualitativo de la mirada monocultural eurocéntrica imperante hasta ahora.



Por ello es preciso reformular las relaciones de poder entre el Estado y los ciudadanos para que sean éstos los auténticos poseedores de la soberanía. La crisis de representación política que ha afectado y aún afecta a las instancias parlamentarias, implica una crisis del Derecho Constitucional en tanto que la “soberanía popular” está sometida a los apetitos privados en contradicción con las exigencias ciudadanas, lo cual crea un conflicto en el sistema de legitimación. El Derecho Constitucional fue un derecho de papel. La tarea planteada por la nueva Constitución es superar aquel conjunto de normas acordadas explícita o implícitamente por los grandes agentes económicos, que actúan con independencia de los poderes públicos en la regulación de las relaciones de estos entes privados, entre ellos mismos y con el Estado. Finalmente, han sido estas regulaciones desde los intereses privados, incluso transnacionales, las que han determinado las relaciones políticas con el Estado. Esto ha implicado una desvalorización del Derecho constitucional y de las constituciones, con una pérdida de soberanía por parte del pueblo.



“La gran tarea -en palabras de Rómulo Salazar Ochoa- consiste en que comencemos a trabajar para arrancar el derecho constitucional del “ pedestal academicista” en el que la derecha mantuvo la Constitución y convirtamos a ésta en inspiración y expresión del pensamiento social en función del cambio y la transformación política, garantizando el respeto a los derechos de las personas y de las colectividades. Esta preocupación, desde luego, comienza a despejarse en la medida en logramos entender que los principios constitucionales rigen a pesar de los vacíos, limitaciones y tergiversaciones que respecto de ellos contiene la ley, y que por lo mismo, a diferencia del viejo positivismo, no es y no puede ser ella sino el propio texto constitucional la fuente de nuestros derechos y garantía a la vez de su eficacia en armonía con la más alta significación de la naturaleza humana.”



La propia Constitución establece, por tanto, que para la consecución del Buen Vivir, a las personas y a las colectividades, y a sus diversas formas organizativas, les corresponde participar en todas las fases y espacios de la gestión pública y de la planificación del desarrollo nacional y local, y en la ejecución y control del cumplimiento de los planes de desarrollo en todos sus niveles. El Buen Vivir no será nunca una dádiva de los actuales grupos de poder. La construcción de una sociedad equitativa, igualitaria y libre, sólo será posible con el concurso de todos y de todas.



Por todo lo expuesto anteriormente, recién ha empezado el verdadero proceso constituyente. Un proceso que exige una mayor y más profunda pedagogía constituyente, así como una sociedad movilizada que impulse la consecución de los logros constitucionales. Un proceso de constitución de ciudadanía.



La consolidación de las nuevas normas constitucionales en leyes y en renovadas políticas coherentes con el cambio propuesto, es una tarea que convoca a los habitantes del campo y de la ciudad a seguir caminando por la senda de las movilizaciones. Hay que impedir que, por ejemplo a través de las nuevas leyes, se trate de vaciar de su contenido histórico a la nueva Constitución, que recibió en las urnas el masivo respaldo de la sociedad.



Esta Constitución, éste es quizás uno de sus mayores méritos, abre la puerta para disputar el sentido histórico del desarrollo. Estamos concientes que estas nuevas corrientes del pensamiento jurídico no están exentas de conflictos. Al abandonar el tradicional concepto de la ley como fuente del derecho, se consolida a la Constitución como punto de partida jurídico independientemente de las visiones tradicionales. No debe sorprendernos, entonces, que esta nueva carta magna genere conflictos con los jurisconsultos tradicionalistas, así como con aquellos personajes acostumbrados a tener la razón en función de su pensamiento (y sobre todo de sus intereses).



Los Derechos de la Naturaleza, por ejemplo, han sido vistos como un “galimatías conceptual”. Les resulta difícil entender que el mundo cambia y harán lo imposible para intentar detener los cambios. Este conflicto será positivo para la sociedad, servirá para fortalecer el proceso democrático. “La tarea, desde luego, no es fácil y no tiene porque serlo; al contrario, como las grandes causas, es ardua y prolongada, pero ha comenzado con la vigencia de la Constitución de Montecristi. La óptica constitucional del derecho implica, además de una actitud profundamente ética, una elevada formación intelectual…” (Rómulo Salazar Ochoa).



No se trata simplemente de hacer mejor lo realizado hasta ahora. Como parte de la construcción colectiva de un nuevo pacto de convivencia social y ambiental es necesario construir nuevos espacios de libertad y romper todos los cercos que impiden su vigencia.



Para empezar reconozcamos que, en la actualidad, todavía están presentes tesis y prácticas desarrollistas propias de una economía extractivista, que no han permitido el desarrollo y que están minando las bases de la Naturaleza. Los actuales gobiernos progresistas en América Latina han tenido avances en algunas áreas, especialmente la social, pero muestran enormes dificultades para generar nuevos estilos de desarrollo, en particular en lograr otra apropiación efectiva de los recursos naturales para la sociedad en su conjunto y reducir el grado de deterioro ambiental.



En Ecuador, el propio gobierno que impulsó activamente la aprobación de la nueva Constitución en el referéndum, sigue atado a visiones y prácticas neodesarrollistas, que no garantizan un verdadero desarrollo y que, además, estarán en permanente contradicción con el espíritu del Buen Vivir. Por tanto, no sólo es indispensable superar las prácticas neoliberales, sino que es cada vez más imperioso garantizar la relación armónica entre sociedad y Naturaleza. Hoy más que nunca, en medio de la debacle financiera internacional, que es apenas una faceta de la crisis civilizatoria que se cierne sobre la humanidad, es imprescindible construir una concepción estratégica nacional -otro mandato de la nueva Constitución-, sobre bases de creciente soberanía, para insertarse inteligentemente y no en forma dependiente en la economía mundial. Hay que terminar con aquellas relaciones financieras especulativas que han colapsado y, sobre todo, hay que cambiar aquella visión que condena a nuestros países a ser productores y exportadores de materias primas.



Se necesita dar vuelta la página definitivamente. De todo lo anterior se desprende que hay que hacer un esfuerzo enorme y sostenido para maximizar aquellos efectos positivos que se puedan obtener de la extracción de recursos naturales, sin perder de vista que esta actividad, sobre todo cuando se realiza a gran escala, afecta a la Naturaleza y a las comunidades. Por lo tanto, es ingenuo creer que ampliando dichas actividades extractivistas se obtendrán recursos para financiar otro tipo de actividades que puedan sustituir a la extracción masiva de recursos naturales… El “desarrollismo senil” (Joan Martínez Allier), por lo demás, no es el camino para el desarrollo. La consecución de una mayor disponibilidad de crecientes ingresos financieros no ha asegurado el desarrollo de ningún país. No podemos vivir prioritariamente de la renta de los recursos naturales sino del esfuerzo de los seres humanos, viviendo y conviviendo con la Naturaleza. Es preciso generar capacidades sociales.



Hay que dejar atrás, también, lo que el actual vicepresidente boliviano Álvaro García Linera define como “patrimonialismo popular”, en el que se recrean las prácticas rentísticas y clientelares con otras formas e incluso con otras preferencias. “Hoy el patrimonialismo -al decir de García Linera- es más ‘democrático’, comienza a socializarse, ya no es un privilegio de casta reducido al color de piel, el apellido, o la herencia familiar, sino que es asumido como un derecho de todos, pero no deja de ser patrimonialismo popular. (Y) esto es complicado porque, con quiebres, habla de una continuidad que no ha podido ser superada”. Desarrollo si, patrimonialismo no. Esa es la gran tarea.



Para lograrlo hay que abrir todos los espacios de diálogo posibles. Es urgente apropiarse democráticamente del contenido de la nueva Constitución. Los futuros acuerdos políticos, indispensables para enraizar la nueva Constitución, tienen como condición innegociable sustentarse en el sentido de país, aportar al Buen Vivir y no sacrificar los intereses nacionales en beneficio particular de personas, gremios y corporaciones; los privilegios de unos pocos son insostenibles. A diferencia de las prácticas de los grupos oligárquicos (causantes de la crisis nacional) que han controlado el Estado durante décadas, no se quiere ganar posiciones simplemente con la fuerza del número, sino con la de los argumentos. La Constitución debe ser realmente de todos y de todas, no de un gobierno en particular.



La responsabilidad es grande y compleja. Estamos ante el imperativo de construir democráticamente una sociedad realmente democrática, fortificada en valores de libertad, igualdad y responsabilidad, practicante de sus obligaciones, incluyente, equitativa, justa y respetuosa de la vida. Una sociedad “que incorpore el anticapitalismo sin planificación burocrática y con pluralismo político”, para ponerlo en palabras de Claudio Katz. Una sociedad en la que sea posible que todos y todas tengamos iguales posibilidades y oportunidades, donde lo individual y lo colectivo coexistan, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común.-



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[1] Economista. Profesor e investigador de la FLACSO. Consultor internacional. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-presidente de la Asamblea Constituyente.

[2] Económica, social, intergeneracional, de género, étnica, cultural especialmente.

[3] Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde, Jürgen Schuldt, José Luís Coraggio.

[4] Conjunto de normas y reglas emanadas de la propia sociedad, que configuran el marco referencial de las relaciones humanas.

[5] Cumpliendo el mandato popular de fines del 2006, se destinará anualmente al menos 6% y 4% del PIB, por lo menos, para educación y salud, respectivamente.




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VIA CAMPESINA y la SOBERANIA ALIMENTARIA.

28-02-2009



Crisis y soberanía alimentaria: Vía Campesina y el tiempo de una idea


Luis Hernández Navarro y Annette Aurélie Desmarais





No hay nada más poderoso que una idea a la que llegado su tiempo, escribió el novelista francés Víctor Hugo. En la era de la la crisis alimentaria mundial más grave en décadas, le llegó su tiempo al concepto de soberanía alimentaria.


Puesta en el centro del debate político rural por Vía Campesina desde 1996, esta propuesta programática para el campo y las políticas comerciales se ha convertido, en poco tiempo, en un formidable instrumento de acción para enfrentar la hambruna y la montaña rusa de los precios agrícolas. Una propuesta que, al menos, ha tenido que ser escuchada y evaluada por estados y por organismos internacionales.

El quinto congreso internacional de Vía Campesina, celebrado en Maputo, Mozambique, entre el 16 y 23 se octubre, fue el escenario para analizar a profundidad el origen, naturaleza y repercusiones de la actual crisis alimentaria mundial, su relación con la crisis financiera, y para mostrarle al mundo el porqué la propuesta de soberanía alimentaria como la alternativa es no sólo viable sino necesaria.


Diamantino Nhampossa, dirigente de la Unión de Campesinos de Mozambique, resumió esta conclusión a la que los participantes del evento llegaron. “La causa de la crisis alimentaria que tenemos -dijo- es el modelo neoliberal y el capitalismo. No se pueden encontrar la solución a este problema dentro del mismo modelo. Como solución, nosotros proponemos el modelo de la soberanía alimentaria que promueve la agricultura familiar.” (Conferencia de Prensa, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008).

Vía Campesina

Vía Campesina es un movimiento internacional que agrupa organizaciones de campesinos, pequeños productores rurales, mujeres del campo, trabajadores agrícolas y comunidades agrarias indígenas. Participan tanto campesinos del sur como agricultores familiares del norte. En sus filas convergen asociaciones promovidas por antiguos partidos comunistas o socialistas, confederaciones libertarias, grupos cooperativistas e iniciativas ecologistas Desde su creación no ha dejado de cobrar impulso y es quizás el movimiento social rural internacional más significativo.

El origen de Vía Campesina se remonta a abril de 1992, cuando varios líderes campesinos de America Central, de Norteamérica y de Europa se reunieron en Managua, Nicaragua, en el congreso de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG). En mayo de 1993 celebraron su primera conferencia en la ciudad de Mons, Bélgica. Siete meses después organizaron una manifestación de 5 mil personas en las calles de Ginebra para protestar contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT).

La convergencia fue posible porque estaba entonces a punto de firmarse la ronda Uruguay y diversos líderes rurales de varios países, muchos de los cuales se habían encontrado en reuniones internacionales, coincidieron en su rechazo explícito al modelo neoliberal y en su negativa a ser excluidos de la definición de políticas agrícolas. Estaban de acuerdo también en que los enemigos a vencer eran la globalización neoliberal y las grandes trasnacionales de la industria alimentaria.

La meta principal del movimiento internacional consiste en impulsar la solidaridad y la unidad en la diversidad entre organizaciones de pequeños agricultores, para promover relaciones económicas basadas en la igualdad y la justicia social, la preservación de la tierra, la soberanía alimentaria y la producción agrícola sostenible.

En esas experiencias los líderes campesinos descubrieron que tenían mucho terreno en común. En todos lados la modernización (léase industrialización) y liberalización de la agricultura -impuestas mediante programas de ajuste estructural y acuerdos de libre comercio- conducían a una aguda crisis agrícola, a mayor degradación del ambiente, creciente disparidad y mayor empobrecimiento del campo, así como a la consolidación y concentración de las corporaciones agroempresariales. Campesinos, pequeños productores y comunidades rurales enteras desaparecían en tanto el cultivo de alimentos dejaba de ser medio de vida viable. Los líderes entendieron que más liberalización no era la solución.

Vía Campesina se agrupó en torno a objetivos comunes: rechazo explícito del modelo neoliberal de desarrollo rural y una abierta negativa a ser excluida del desarrollo de políticas agrícolas, así como una firme decisión de trabajar en unidad para dar fuerza a una voz campesina y establecer un modelo alternativo de agricultura. Consolidó la unidad y la solidaridad llamando al enemigo por su nombre: los agentes de la globalización económica y la corporativización de la agricultura.

Vía Campesina, pues, no propicia un conflicto entre campesinos del sur y granjeros del norte, sino que promueve la lucha entre dos modelos divergentes y opuestos de desarrollo económico y social. Por un lado, un modelo globalizado y neoliberal, impulsado por los grandes consorcios, en el que la agricultura se ve exclusivamente como forma de obtener ganancias y los recursos se concentran cada vez más en manos de la agroindustria. Por el otro, Vía Campesina vislumbra un mundo rural más humano, basado en el redescubrimiento de una "ética del desarrollo" que dimana de la "cultura productiva" y la "vocación productiva" de las familias del campo. La agricultura es impulsada por los labriegos, se basa en la producción campesina, utiliza recursos locales y se orienta al mercado interno.

Su objetivo primordial es construir modelos alternativos de agricultura y enfoca su actuación en la soberanía alimentaria y el comercio agrícola, la reforma agraria, los derechos de los trabajadores migratorios y los jornaleros agrícolas; el género, la biodiversidad y los recursos genéticos, los derechos humanos y los derechos de los campesinos, así como una agricultura sustentable basada en el productor.

Un número cada vez mayor de instituciones internacionales, como el Banco Mundial (BM), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable y el Foro Global de Investigación Agrícola reconocen ahora la creciente visibilidad de Vía Campesina como la voz global de los campesinos y los pequeños productores. Sin embargo, para ella la participación en encuentros patrocinados por dichas organizaciones es un asunto riesgoso, pues a menudo se utiliza para legitimar políticas y programas existentes.

Nacida de la tenaz decisión de los campesinos de seguir siendo campesinos, la organización se ha transformado en unos de los más relevantes actores del archipiélago altermundista. Resistente a una modernización que quiere prescindir de sus integrantes, se ha convertido en promotora de una modernización donde quepan todos.

Reserva de futuro

Pocos movimientos sociales en el mundo han alcanzado en los últimos años la consolidación, el crecimiento y el impacto que Vía Campesina ha conquistado. Desde su fundación se han adherido a sus filas más de 132 de organizaciones de pequeños productores rurales y trabajadores agrícolas en más de 60 países.

En una época en que los sindicatos obreros han perdido la relevancia que disfrutaron a lo largo de casi todo el siglo XX, en que la vitalidad que caracterizó a los movimientos de pobres urbanos a partir de 1970 disminuyó, en que los movimientos indígenas no han podido articular una convergencia internacional significativa más allá de la lucha por la declaración de su derechos en el marco del sistema de la Organización de las Naciones Unidas, Vía Campesina ha logrado desatar un proceso de construcción de fuerzas propias muy relevante.

Es una era en que el neoliberalismo fue la ideología dominante y casi cualquier idea de emancipación se veía como una rémora del pasado, la internacional rural logró resistir el despojo de las grandes trasnacionales agroalimentarias, comenzar a cambiar la correlación de fuerzas a favor de los campesinos pobres y mantener viva la idea de que otro orden social más justo es necesario. Ubicada desde un primer momento en la primera línea de lucha contra el neoliberalismo, su proyecto es hoy marcadamente anticapitalista.

Vía Campesina es un movimiento internacional de pequeños productores familiares rurales que defiende la economía campesina, la soberanía alimentaria, los mercados locales de alimentos, el enfriamiento del planeta y la agricultura ecológica.

En pocos años logró poner lo rural en el centro de la agenda política internacional. Muchas de sus propuestas se adelantaron a su tiempo. La actual crisis mundial ha hecho evidente que sus señalamientos, vistos originalmente como utópicos, son viables.

Su propuesta ha mostrado fehacientemente la insensatez del modelo de agricultura industrializado, basado en el uso intensivo de los recursos naturales, en el petróleo y sus derivados. Sus acciones han sido de gran importancia para evitar la aprobación de la Ronda de Doha e impedir que se meta a la agricultura a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus afiliados participaron activamente en la exitosa lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

En el camino, Vía Campesina ha elaborado un rico y sofisticado análisis de la situación rural y una propuesta de acción viable. Su programa se enriquece con el paso de los años. Sus reclamos principales ganan paulatinamente presencia y prestigio en otros sectores sociales, en organismos multinacionales, e incluso en gobiernos. El concepto de soberanía alimentaria forma ya parte de las constituciones de Venezuela y Nepal, y, muy próximamente, de Bolivia.

Sus movilizaciones en contra de las semillas transgénicas y la tecnología Terminator han sido de gran relevancia. Su presión contra el programa del Banco Mundial para la reforma agraria con criterios de mercado la ha deslegitimado.

Vía Campesina ha logrado que en las instituciones internacionales que tratan asuntos rurales se escuche a los hombres y mujeres del campo. Donde antes organizaciones no gubernamentales, funcionarios públicos, profesionales agrícolas o intelectuales hablaban en nombre de los labriegos, ahora se escucha la voz de los de abajo.

Vía Campesina es una organización inusual. Su estilo de conducción es austero y sencillo, alejado de los privilegios que tienen los “señores de la pobreza” de las grandes fundaciones para la cooperación internacional. En sus congresos y reuniones sus dirigentes hacen cola para comer, al igual que el resto de los delegados. No disponen de comedores reservados. Descansan en los dormitorios comunes y no tienen salones VIP para despachar. Vuelan en clase económica y, cuando hay recursos para trasladar a delegados, los destinan a financiar los pasajes de las mujeres.

En Vía Campesina conviven distintas culturas políticas y organizativas de manera creativa. La que proviene de la descolonización europea en África con su herencia de lucha por la liberación nacional y contra el miedo y la vergüenza. La que busca impactar en las políticas públicas desde una tradición ciudadana y reivindica la desobediencia civil en Europa. La de la resistencia, la confrontación social y la ruta hacia el poder en América Latina. La del choque marcial disciplinado y la inmolación ejemplar en Asia. La heredera de las grandes tradiciones populistas rurales, organizadora de campañas y cabildeo legislativo en Estados Unidos y Europa.

Todas esas experiencias organizativas han logrado coexistir sin grandes conflictos, complementarse, aprender unas de las otras y crear un lenguaje común. Los encuentros de Vía Campesina son espacios para forjar nuevas instituciones, relatos, símbolos y mitos compartidos. Son un lugar para nombrar lo intolerable y celebrar lo que une y emancipa.

Sorprende la enorme cantidad de mujeres que participan en la dirección del movimiento internacional y en sus encuentros, inusitado en comparación con la composición de los organismos campesinos que la integran a escala nacional. Ello es resultado, en primer lugar, de la acción misma de las mujeres que integran el movimiento, pero también de una política deliberada de inclusión y promoción.

Vía Campesina se ha dotado de un equipo técnico de un alto nivel profesional. Multilingüe, eficaz, desideologizado, conocedor de su área de responsabilidad, abnegado, que, tiene además, el enorme mérito de no sustituir a la dirección campesina. Su aporte es discreto; su presencia pública, casi invisible.

Vía campesina es hoy una de las principales columnas vertebrales del movimiento altermundista. La prueba viviente de que los campesinos no son un lastre del pasado, sino una reserva para el futuro.

La primera crisis alimentaria

Comenzó en México como la guerra de la tortilla en enero de 2007. Se siguió a Italia como la huelga del espagueti nueve meses más tarde. Después se convirtió en alud imparable. Las protestas contra el alza en el precio de los alimentos se sucedieron en Haití, Mauritania, Yemen, Filipinas, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Marruecos, Guinea, Mozambique, Senegal, Camerún y Burkina Faso.

La nueva hambruna se trata de un hecho global. Usualmente la escasez generalizada de alimentos se ha producido en países y regiones localizadas, ante desastres naturales, plagas o guerras. Pero ahora sucedió de manera simultánea en multitud de naciones y varios continentes.

"Nunca se había vivido una crisis como la actual. Y nosotros no la creamos", dice el hondureño Rafael Alegría. "La humanidad está amenazada, pero no por nosotros. Por el contrario, somos quienes garantizamos los alimentos. Ahora, sin embargo, es el capital financiero el que tiene el control de las cosechas. Con ellas especulan. Somos nosotros los llamados a producir la comida que hace falta. Ni los excedentes de la Unión Europea ni de Estados Unidos podrán resolver el problema." (Entrevista, Maputo, Mozambique, 20 de octubre de 2008).

Vía Campesina considera que “el mundo entero está en crisis, una crisis de dimensiones múltiples, una crisis de alimentos, de energía, del clima y de las finanzas (... ) producto del sistema capitalista y del neoliberalismo”. Una crisis que, según el indonesio Henry Saraigh, coordinador general de Vía Campesina,ha provocado el aumento del “nivel de hambre si lo comparamos con la situación de hace diez años. Hay más de 800 millones sufriendo actualmente hambre.” ( Conferencia de prensa....)

Para la organización internacional, la crisis es resultado de la combinación de diversos factores entre los que se encuentran: el aumento en la producción de agrocombustibles; la especulación financiera; la presión del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y posteriormente la Organización Mundial del Comercio (OMC) a los países para disminuir su inversión en la producción alimentaria y su apoyo a los campesinos pequeños agricultores; así como las “políticas destructivas que socavaron las producciones nacionales de alimentos y obligaron a los campesinos producir cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos de las mismas multinacionales (o a otras…) en el mercado mundial”. (Una respuesta a la Crisis Global de los Alimentos, ¡Los/as campesinos/as y pequeños agricultores pueden alimentar al mundo!, 2 de mayo de 2008)

De acuerdo con Rafael Alegría, de Honduras, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de Centroamérica: “los altísimos precios que en los últimos años están sufriendo productos como el maíz, los frijoles, la soya, los de consumo popular, se deben a una gran especulación del capital y de las compañías trasnacionales que controlan los mercados. Y al abandono, desde hace más de 20 años, de políticas públicas agrícolas que impuso el modelo neoliberal que destruyó la economía campesina, desarticuló los sistemas financieros. Los estados se desentendieron de la agricultura y prácticamente hubo una desarticulación total de la mediana y pequeña agricultura. Ahora se están viviendo las consecuencias de que los pequeños y medianos agricultores fueron abandonados y sustituidos por empresas trasnacionales.” (Entrevista , Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).

Según Joan Pedro Stedile, dirigente del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, la ofensiva del capital financiero internacional por el control de la agricultura peude resumirse en cinco puntos. Primero, por conducto de sus excedentes de capital financiero; los bancos pasaron a comprar acciones de centenares de empresas que actuaban en diferentes sectores relacionados con la agricultura. Y a partir del control de la mayor parte de las acciones, promovieron un proceso de concentración monopólica.


Segundo, mediante la dolarización de la economía mundial. Esto permitió que las trasnacionales se aprovecharan de las tasas de cambio favorables y entraran en las economías nacionales comprando fácilmente a las empresas locales dominando así los mercados productores y el comercio de los productos agrícolas.


Tercero, utilizando las reglas impuestas por organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los acuerdos multilaterales, que normalizaron el comercio de productos agrícolas según los intereses de las grandes empresas, y obligaron a los gobiernos serviles a la liberalización del comercio de estos productos.


Cuarto, gracias el crédito bancario. La producción agrícola, cada vez más dependiente de insumos industriales, quedó a merced de la utilización de créditos bancarios para financiar la producción. Y éstos financiaron la implantación y el dominio de la agricultura industrial en todo el mundo.


Finalmente, en la mayoría de los países los gobiernos abandonaron las políticas públicas de protección del mercado agrícola y de la economía campesina.


La organización sacó importantes lecciones de la crisis. La primera es que el mercado desregulado no solucionará el problema, sino, por el contrario, la agravará. La segunda es que los campesinos y los pequeños agricultores no se benefician con los altos precios, a diferencia de los especuladores y los comerciantes en gran escala. La tercera es que los

trabajadores agrícolas y quienes en el mundo rural no tienen acceso a la tierra, han sufrido enormemente el aumento en los precios de la comida. Lo mismo ha sucedido con los consumidores urbanos pobres. La cuarta y última lección es que el libre comercio no resolverá la crisis, sino que, por el contrario, la agravará.

La segunda crisis alimentaria

En octubre del año pasado el precio internacional de las materias primas agrícolas, exceptuando el arroz, disminuyeron. La burbuja especulativa de estos productos, iniciada en 2002, reventó. En la primera semana del décimo mes del año, la cotización del maíz en la Bolsa de Chicago pasó de un récord de 296 dólares la tonelada, alcanzado el pasado 26 de julio, a 178 dólares. El trigo cayó de un máximo de 470 dólares la tonelada, obtenido en febrero de 2008, a 235 dólares. Ello no provocó que el costo de los alimentos elaborados con ambos cereales bajara un sólo centavo para los consumidores finales.

Desde que estalló la crisis financiera en Estados Unidos sus precios en los mercados internacionales han registrado fuertes caídas. Empero, lo que las personas comunes y corrientes deben pagar por su comida es lo mismo -o más- que gastaban cuando las cotizaciones de los granos básicos se encontraba en las nubes. Los precios de los cereales han experimentado una caída media de entre 30 y 35 por ciento con respecto al año anterior. Sin embargo, en el mes de septiembre, las cadenas minoristas en Estados Unidos aumentaron el costo de los alimentos en 7.6 por ciento. Durante los primeros seis meses del año, Nestlé, una de las más importantes empresas agroalimentarias en el mundo, incrementó los precios de sus productos en todo el mundo un 4.4 por ciento, y en América Latina el 8 por ciento. Por supuesto, ahora que las materias primas valen menos, no piensa bajar sus precios.

La caída de los precios de las materias primas agrícolas obedece a una razón fundamental: con el dolar revaluado y temiendo una disminución de la demanda de cereales por la recesión económica, los fondos de inversión se retiraron de esos mercados, empujando las cotizaciones a la baja. Las posiciones pasaron de 58 mil millones de dólares a 8 mil millones.

Probablemente, esta caída en el valor de las commodities agrícolas no supondrá un problema para muchas trasnacionales de la alimentación. En la recesión económica de la década de los setenta, compañías como General Mills y Kellog se expandieron y tuvieron un mejor desempeño bursátil.

En cambio, para los pequeños productores rurales la situación es radicalmente diferente. La mayoría de ellos no se beneficiaron de los altos precios que hasta hace poco se pagaban por los granos básicos. En ocasiones llegaron cuando sus cosechas ya estaban vendidas o debieron pagar más por el crédito, los fertilizantes, plaguicidas y combustibles. Las ganancias quedaron en manos de las grandes productores, las empresas agroalimentarias y los especulado

Según el agricultor vasco Paul Nicholson, “esta crisis va a generar en la agricultura una bajada de precios. Los costos de producción no van a bajar. Es claro que está bajando el precio del petróleo pero eso no va a repercutir en la bajada de los precios. En cambio, los precios que recibimos los productores si van a bajar. Eso ya se está viendo en el precio del maíz. El principal beneficiario va a ser el que controla toda la cadena alimentaria, que son las trasnacionales. El crédito en la agricultura, aunque sea de cosecha, es importante. Y va a haber menos dinero y menos crédito. Lo principal es que los costos de producción van a ser tremendamente altos. Las semillas, los fertilizantes. Los precios van a ser tremendamente altos y con una bajada de precios en origen para el productor eso significa la ruina para muchos en la agricultura campesina.” (Entrevista a Paul Nicholson, Maputo, Mozambique, 22 de octubre de 2008).

Contra las trasnacionales

En la conferencia de Maputo, Vía Campesina declaró la guerra a las empresas trasnacionales. Son su enemigo principal. De esta manera transitó de la crítica al neoliberalismo y la oposición a la incorporación de la agricultura en los acuerdos de libre comercio a posiciones marcadamente anticapitalistas.

"La guerra ha comenzado. Somos los campesinos contra las trasnacionales. O ellos logran sus pretensiones de robarse y controlar nuestra tierra, nuestras semillas y el agua, o nosotros resistimos hasta que se les acabe su lindo capitalismo", asegura Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento sin Tierra de Brasil.

Dena Foff, representante de la Coalición de Granjeros familiares de Estados Unidos, sostiene que "en el mundo en que vivimos ya no existe duda alguna de que las corporaciones trasnacionales están compitiendo con los ciudadanos del mundo por tener el dominio del planeta, sobre sus recursos y su gobierno".

En su resolución final, la internacional campesina afirma: "En las zonas rurales del mundo, hemos visto una feroz ofensiva del capital y de las empresas trasnacionales sobre la agricultura y los bienes naturales (agua, bosques, minería, biodiversidad, tierra, etcétera), que se traduce en una guerra de despojo contra los pueblos campesinos e indígenas, utilizando pretextos falsos como los argumentos erróneos que plantean que los agrocombustibles son una solución a las crisis climáticas y energéticas, cuando la verdad es todo lo contrario. En el momento en que los pueblos ejercen sus derechos y resisten este despojo generalizado, o cuando son obligados a ingresar en los flujos migratorios, la respuesta ha sido más criminalización, más represión, más presos políticos, más asesinatos, más muros de la vergüenza y más bases militares".

La internacional campesina asume que estas corporaciones son la forma actual del capital para controlar la economía, los recursos naturales, la tierra, el agua, la biodiversidad, la producción, el comercio agrícola y la explotación del campesinado.

Las trasnacionales -dice Paul Nichoslon- están ocupando las tierras y desplazando a millones de campesinos para producir agrocombustibles. "En todo el mundo -puntualiza- les quitan las mejores tierras a los campesinos para meter agricultura industrializada. Y quieren tener el control sobre las semillas. No puede ser que por culpa de ellas comamos todos en el planeta cuatro tipos de tomate, cuando tenemos miles de variedades locales."

La lucha en el mundo campesino no es sólo contra los latifundistas, o los acaparadores, o los intermediarios, sino contra las grandes corporaciones agroalimentarias. Según Stedile: "hubo una concentración del control de la producción y del comercio mundial de productos agrícolas, por algunas pocas empresas, que dominan esos productos en todo el mundo, en especial los productos agrícolas estandarizados, como los granos o los lácteos. Además dominan toda la cadena productiva de los insumos y las máquinas utilizadas por la agricultura. Los campesinos que estaban acostumbrados a sólo luchar contra los terratenientes y contra los latifundistas ahora se transformaron en un actor principal contra el gran capital trasnacional.”

Soberanía Alimentaria: la solución a las crisis y la vida de los pueblos


Para Vía Campesina, la crisis es una oportunidad, porque “la soberanía alimentaria ofrece la única alternativa real tanto para la vida de los pueblos como para revertir las crisis.” Según sus integrantes, el desafío ha mostrado que los pequeños agricultores familiares son capaces de alimentar y enfriar el planeta. En palabras de Alberto Gómez, de México, integrante de la comisión coordinadora internacional (CCI) de Vía Campesina por parte de América del Norte: “somos una solución a los grandes problemas. Estamos en el centro en lo que es la producción de alimentos. En el centro en lo que es el cambio climático. En el centro por lo que es la crisis energética.” (Entrevista con Alberto Gómez, Maputo, Mozambique, 23 de octubre de 2008)

Joao Pedro Stedile está de acuerdo. Según él, "gracias a Dios y a que Dios sigue siendo campesino, la crisis nos abre grandes oportunidades". Es el momento no de quedarse con los brazos cruzados viendo cómo se cae el capitalismo sino de participar en su entierro.

La soberanía alimentaria enfrenta a la crisis alimentaria con producción campesina local; encara a las crisis climáticas y energéticas, atacando dos de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero: el transporte de alimentos a larga distancia y la agricultura industrializada; y, aminora una parte de la crisis financiera, al prohibir la especulación con los alimentos.

Desde que Vía Campesina introdujo por vez primera, en 1996, el concepto de soberanía alimentaria, la idea se ha diseminado muy rápido. Soberanía alimentaria es hoy un llamado a la acción para un número creciente de organizaciones de campesinos y granjeros, organismos no gubernamentales y movimientos sociales. Muchas conferencias internacionales han convenido en elaborar más el concepto, incluida la que celebró el Partido Verde del Parlamento Europeo. También es el foco de la discusión en reuniones importantes, como el Foro Social Mundial y el foro de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de la Cumbre Mundial Alimentaria, celebrada en junio de 2002. Pero ¿qué significa exactamente el término soberanía alimentaria?

De acuerdo con Vía Campesina, la alimentación es un derecho humano básico y "todos los pueblos y Estados deben tener el derecho a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias" para garantizar la seguridad interna en la materia y el bienestar de su población rural. En palabras de Vía Campesina, soberanía alimentaria significa que los pueblos tienen "derecho a producir su comida en su territorio" en formas que refuercen los valores culturales de los pueblos y el medio ambiente. La soberanía alimentaria significa garantizar que los campesinos, los granjeros en pequeño y las mujeres rurales tengan el derecho a contar con todos los recursos necesarios para producir comida; tener un acceso mayor a la tierra y un control mayor sobre ésta y sobre las semillas, el agua, los créditos y los mercados. La soberanía alimentaria requiere una reforma agraria genuina y de gran alcance.

Más aún, la soberanía alimentaria será posible únicamente si existe un control democrático del sistema alimentario y el reconocimiento de que "la herencia cultural y los recursos genéticos pertenecen a la humanidad". Esto significa que todas las formas de vida -incluidos plantas y animales- deben protegerse del patentamiento. También quiere decir regular los mercados mediante prácticas como el manejo del abasto y un comercio ordenado.

La soberanía alimentaria se centra en la producción de comida y en quienes de hecho trabajan la tierra. Por tanto, va más allá de cómo se entiende comúnmente la seguridad alimentaria, que implica garantizar que se produzca una cantidad adecuada de comida accesible a todos. En cambio, la soberanía alimentaria se centra en cuestiones como qué comida se produce, dónde se produce, cómo se produce y en qué escala. Vía Campesina argumenta que no puede alcanzarse una seguridad alimentaria sin soberanía alimentaria.

Es claro que la soberanía alimentaria es una alternativa radical a la visión que de la agricultura se tiene en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ahí donde los principios guías del organismo son "el derecho a exportar" a toda costa y el "derecho a importar" comida como el mejor camino de garantizar la seguridad alimentaria, la visión de una soberanía alimentaria da prioridad a la producción local para un consumo también local. No es que Vía Campesina se oponga al comercio agrícola, pero enfatiza que "la alimentación es la más primaria e importante fuente de nutrición, y sólo en segundo término un asunto de comercio". Dado que la comida es un derecho humano básico "sólo debe comerciarse con el excedente". Además, este comercio internacional "debe servir a los intereses de la sociedad", no llenar los bolsillos profundos y sin fondo de las corporaciones trasnacionales de la agroempresa. La soberanía alimentaria es simplemente imposible en el marco de la OMC.

El "desarrollo" -uno equiparado hoy con globalización y comercio- que intentaba resolver la persistencia de la pobreza y el hambre en el campo es un fracaso, y hoy la idea de soberanía alimentaria se opone con eficacia a este "desarrollo". Mediante la soberanía alimentaria, Vía Campesina nos desafía a todos a pensar más allá de los cajoncitos -premisas tecnológicas, liberalización, desregulación y privatización- que con frecuencia caracterizan las deliberaciones en torno a las políticas alimentarias, agrícolas y de desarrollo rural. Habiendo introducido una alternativa viable, Vía Campesina transforma el debate internacional.

El concepto de soberanía alimentaria entró ya a círculos más oficiales. Por ejemplo, el director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés), declaró recientemente el compromiso de trabajar en asociación con organizaciones de la sociedad civil para aplicar un enfoque de soberanía alimentaria y emprender esfuerzos que liberen al mundo del hambre y la pobreza. En su informe más reciente, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Informe especial sobre el derecho a la alimentación, reivindica la soberanía alimentaria como la manera de garantizar el derecho de los pueblos a comida y seguridad alimentaria.

Con agudeza, Vía Campesina está consciente de que por más revolucionarios que sean estos conceptos, con frecuencia son mal interpretados, mal usados y usurpados por aquellos en el poder. Por ejemplo, numerosas instituciones internacionales integran ahora consideraciones en torno al ambiente con la bandera de un "desarrollo sustentable". La contradicción, sin embargo, estriba en que "verdear" el discurso desarrollista ocurre dentro de los límites de un abrazo pleno a la ideología desarrollista del libre mercado, que enfatiza la extracción intensiva y extensa de recursos como solución al estancamiento económico. Las preocupaciones en torno al ambiente únicamente se "añaden" a un modelo de desarrollo muy fallido. En consecuencia, "la sustentabilidad", que originalmente se concibió como un tipo de desarrollo fundamentalmente diferente, se usa ahora para justificar toda suerte de prácticas que dañan el ambiente. A la luz de esta experiencia, es claro que Vía Campesina requiere trabajar intensamente para evitar que se usurpe la idea de la soberanía alimentaria. Para el efecto, toma ya medidas importantes y une fuerzas con muchos movimientos sociales, con ONG de pensamiento semejante, y con instituciones de investigación por todo el mundo.

De acuerdo con la organización campesina internacional, la soberanía alimentaria “requiere la protección y re-nacionalización de los mercados nacionales de alimentos, la promoción de ciclos locales de producción y consumo y la lucha por la tierra, la defensa de los territorios de los pueblos indígenas, y la reforma agraria integral”. tiene como sustento el cambio del modelo productivo hacía la producción agroecológica y sustentable, sin plaguicidas y sin transgénicos, basado en el conocimiento campesino e indígena.

A la soberanía alimentaria le llegó su momento. Cientos de miles de campesinos de todo el mundo que se niegan a desaparecer ven en ella el modelo para otro tipo de desarrollo. De allí su fuerza.



Luis Hernández Navarro es coordinador de Opinión del diario la Jornada. Annette Aurélie Desmarais es profesora asociada de estudios judiciales en la Universidad de Regina, Canadá, y autora del libro La Vía Campesina

Iñaki Gil: PERSPECTIVAS del FORO SOCIAL MUNDIAL.

28-02-2009



Sobre lo comunal y sobre el comunismo
Posibilidades abiertas por la crisis del foro social mundial


Iñaki Gil de San Vicente
Rebelión





1. En este breve texto solamente vamos a analizar una de las vías de mejora del socialismo y de la praxis revolucionaria abierta en el reciente Foro Social Mundial celebrado en Belém. Nos referimos al conjunto de debates celebrado en el área dedicada a la crisis de la civilización burguesa y a las cuestiones discutidas por las naciones y pueblos oprimidos, entre las que ahora queremos destacar lo relacionado con la actualización de lo que se oculta dentro de ese amplio mundo de lo común, lo comunal, lo colectivo y lo comunista. O sea, lo que fue propiedad colectiva de la comunidad, lo que fue propiedad común y ha terminado siendo propiedad privada de una minoría explotadora. O sea, la esencia del comunismo: el problema de la propiedad privada de las fuerzas productivas.

2. No es casualidad que tal problema volviera a plantearse en un área que, en apariencia, tiene poco o nada que ver con los sesudos debates académicos de la casta intelectual eurocéntrica sobre la “viabilidad del comunismo”. ¿Qué cosas nuevas y mejores podíamos decir los grupos asistentes cuando era sabido que la inmensa mayoría pertenecíamos a naciones oprimidas, sin Estados ni “tradición teórica”, e incluso muchos de ellos pertenecían a pueblos originarios cuyas lenguas y culturas orales apenas han empezado a ser pasadas a la cultura escrita? ¿Qué podíamos añadir ahora cuando en los foros anteriores apenas se había dedicado algún segundo, y con suerte, a oír las opiniones de los pueblos oprimidos? Pero antes de responder a estas y otras preguntas tenemos que explicar un poco la historia del FSM, su trayectoria, sus debilidades internas y, pese a esto, lo que podemos hacer las naciones oprimidas en su interior.

3. Si vamos a la hemeroteca y releemos muchos textos escritos al comienzo no sólo del FSM sino también de lo que palpitaba en los inicios de las diversas reuniones internacionales que empezaron a realizarse entre diversas fuerzas hace una década, vemos que ya desde ese mismo instante surgieron, como mínimo y sin extendernos ahora, dos corrientes diferenciadas que aceptando la importancia de actuar dentro del torbellino de foros y foritos, mantenían posturas totalmente enfrentadas sobre qué se podía hacer, por qué, para qué y cómo hacerlo.

4. Una decía que los foros y en especial el FSM era la nueva y definitiva forma organizativa mundial por fin descubierta que iba a resolver todos los problemas pendientes, sin necesidad de volver a la derrotada y fracasada “teoría leninista de la organización”. Otra decía que si bien los foros y el FSM expresaban una realidad innegable surgida de la incapacidad del capitalismo mundial para resolver las crisis que ya se agudizaban entonces, sin embargo estos foritos y foros corrían el peligro de caer en las manos del reformismo duro, de la tercera vía, de la socialdemocracia interesada por controlar y manipular esta dinámica para sus propios intereses. Por tanto, decía esta segunda visión, había que trabajar en su interior --pero también en su exterior-- para impulsar sus contenidos revolucionarios, ayudar en su organización y en el proceso colectivo de crear alternativas radicales al capitalismo.

5. Desde luego que estamos simplificando al máximo las posturas enfrentadas; que existían muchas otras alternativas intermedias que mezclaban partes de las dos extremas presentadas aquí. También es cierto que, desde un principio, hubo fuerzas revolucionarias que rechazaron toda implicación en los foros y foritos, insistiendo en la necesidad de denunciar sus contenidos reformistas y la imposibilidad de cambiar desde dentro sus tendencias fuertes. Es igualmente cierto que durante bastante tiempo, la postura dominante fue la primera que hemos resumido, y precisamente en su forma menos inquietante para un capitalismo que a comienzos del siglo XXI podía ocultar con suma eficacia sus contradicciones internas en medio de una serie creciente de modas ideológicas conservadoras y reaccionarias.

6. Las grandes manifestaciones de masas contra la inhumana agresión imperialista a Iraq, muchas de ellas, la mayoría, realizadas de alguna forma alrededor del mito inflado de la capacidad de movilización activa del FSM, esta demostración relativa y pasajera de fuerza sirvió en gran medida para reforzar el poder interno de la postura dominante en el Foro Social Mundial. Los enfrentamientos con las fuerzas represivas en Génova y el asesinato del joven Giuliano, así otros enfrentamientos en otros actos de rechazo a las reuniones imperialistas, indicaban la existencia de un malestar social apreciable. Pero como sucede cuando el malestar social carece de vertebración organizativa interna, bien pronto la interacción de cuatro factores acabó por debilitar su potencia. Éstos fueron: una, la criminalización represiva burguesa; otra, la acción interna de la socialdemocracia y del reformismo blando para asegurar su poder en los órganos directores; tres, la deriva hacia posturas de reformismo duro al “realismo político” y al rechazo de toda autodefensa de las manifestaciones, y cuatro, la incapacidad última de las izquierdas revolucionarias para llegar a unos puntos mínimos de unidad dentro de los foros, pese a las reuniones habidas.

7. Aunque la crisis de fondo del capitalismo a comienzos del siglo XXI era una realidad, como hemos dicho, empero el creciente impacto propagandístico del mitos como “la nueva economía”, la “economía intangible y del conocimiento”, etc., así como la muy rápida financiarización del capitalismo mundial abriendo una fase espuria de crecimiento envenenado que llegó al cenit a finales de 2006 para sufrir su primera crisis mundial --había habido otras regionales con anterioridad-- en verano de 2007, este impacto propagandístico facilitó también a las posturas dominantes en el FSM que divagaban sobre una supuesta “sociedad civil mundial” enfrentada por medios pacíficos y parlamentarios a una “globalización” nacida a raíz de un supuesto cambio cualitativo en el capitalismo que había superado su fase histórica de crisis sistémicas y había entrado en una dinámica autorreguladora que iría siendo permeable a las peticiones democráticas de la “ciudadanía mundial”.

8. En estas condiciones, el grueso de las reuniones del FSM se caracterizaron por marginar solapada o abiertamente a cinco grandes bloques sociales que no encontraban apenas o nada, bajo ninguna forma, una representación suficiente en los foros, y menos todavía un medio de coordinación de acciones de resistencia mundial al imperialismo. Y varios de ellos siguen sin encontrarlo. Fueron y son los siguientes: uno, la ausencia casi completa de las organizaciones y representantes de las luchas de África, Asia, Oceanía y de grandes áreas de los EEUU y de Canadá. Es decir, de extensas zonas de planeta en las que se libran soterradas luchas que serán decisivas en las décadas que se avecinan. Un fundamental papel juegan aquí los cientos de millones de campesinas y campesinos, de trabajadores mixtos que simultaneas el campo con el trabajo asalariado, de los cientos de millones de asalariados precarizados y explotados hasta lo inhumano que malviven en las inmensas conurbaciones de estas áreas, etc.

9. Un segundo bloque ausente es el de los movimientos denominados “indigenistas”, de los pueblos y naciones originarias, autóctonas o aborígenes, que han resistido de algún modo las agresiones capitalistas y eurocéntricas desde finales del siglo XV en adelante, especialmente en Amerindia. Inicialmente se volcaron en los foros, pero se decepcionaron pronto debido al paternalismo despectivo inherente al eurocentrismo dominante en el FSM, a su palabrería impotente y a su pasividad ante el incontenible ataque a sus condiciones de vida, a sus reservas naturales y a sus culturas, ataque realizado por transnacionales capitalistas con el consentimiento activo o pasivo de los gobiernos “progresistas” que apoyaban oficialmente al FSM.

10. Un tercero era y es el bloque compuesto por las naciones oprimidas dentro del imperialismo, ya que la posición dominante en el FSM se caracterizaba por un disimulado o público nacionalismo de los grandes Estados imperialistas, llegándose a lo insoportable en el caso de los Estados español y francés. El nacionalismo español ha hecho lo imposible por dinamitar la presencia de las naciones que oprime, por denigrar en el FSM sus reivindicaciones y, a la vez, por ocultar la realidad antidemocrática de la constitución del reino de España. No hace falta decir que el nacionalismo español ha tenido la ayuda del nacionalismo del resto de las fuerzas estatalistas europeas presentes en el FSM.

11. Un cuarto bloque ausente es el de las clases trabajadoras del capitalismo imperialista y sobre todos sus fracciones más explotadas, las formadas por las mujeres, las y los emigrantes, la juventud precarizada, el paro estructural, etc. En los foros era y es muy difícil encontrar a organizaciones asentadas en estas capas del proletariado del capitalismo imperialista, y era aún más difícil, por no decir imposible, elaborar alternativas prácticas de lucha. Mientras que, al contrario, abundan toda serie de grupitos y ONGs que van a los foros en primer lugar para sacar dinero, en segundo lugar para cumplir los proyectos por los que cobran las subvenciones que les mantienen con vida y que vienen del poder político y económico, y en tercer lugar, para conocer países diferentes, es decir, de turismo subvencionado.

12. Un quinto y último bloque ausente es el de las organizaciones que se niegan a caer en la trampa del pacifismo, en el agujero negro del institucionalismo burgués, a renegar de un derecho humano elemental como es el derecho a la autodefensa, y cedérselo en exclusiva a las clases explotadoras para que lo tergiversen y lo apliquen en forma de “monopolio de la violencia” contra la humanidad trabajadora. Sin entrar ahora al debate sobre su el pacifismo confeso de la corriente dominante en el FSM es válido o no en el capitalismo imperialista, sí se puede decir que no es de recibo exigir al resto de movimientos, organizaciones y colectivos que actúan en el planeta entero que admitan como principio apodíctico, incuestionable y excluyente ese dogma pacifista que la corriente dominante en el FSM aplica en la capitalismo imperialista.

13. Los cinco bloques aquí citados, que se han reducido en parte en este último Foro al haberse desarrollado un área de debate en el que han participado muchas naciones oprimidas que antes no podían hacerlo o encontraban muchas dificultades, muestran no sólo las limitaciones geográficas del FSM, sino también sus límites políticos y sociales marcados tanto por su eurocentrismo como por el reformismo de la corriente que domina el su seno. Además de esto, lo grave también es que estas ausencias tan escandalosas debilitan la fuerza de las corrientes revolucionarias en el seno del FSM y refuerzan las tesis de la “ciudadanía global”, de la política entendida como “conjunto de demandas de la sociedad civil”, cuando no como espectáculo parlamentario.

14. Ahora bien, el FSM es sólo una parte de la totalidad de fuerzas políticas que existen en el mundo, y al igual que el resto también está sometido a las fases de auge y retroceso de la lucha de clases mundial, de las crisis económicas parciales que van confluyendo en una crisis sistémica, etc. Tenemos que tener en cuenta el cambio de fase global que se ha acelerado en la última década para comprender por qué se han agudizado las contradicciones dentro del FSM hasta aparecer varias posturas diferentes que muy probablemente se agudicen según aumente la crisis capitalista mundial y con ella aumenten las luchas antiimperialistas de todo tipo, presionando así desde fuera y desde dentro del FSM.

15. Es todavía pronto para hacer una descripción rigurosa de los debates que tenderán a agudizarse dentro del FSM. En la medida en que aumenten las luchas y en que las masas explotadas se autoorganicen y apoyen a las organizaciones revolucionarias, elaborando mutuamente programas concretos, en esta medida los foros y foritos, el FSM, etc., serán presionados desde dentro y desde fuera; pero en la medida en que, como reacción contraria, la corriente reformista ahora dominante multiplique sus malas artes manipuladoras, sus manejos por la espalda y sus poder burocrático, en esta medida opuesta las tensiones pueden agravarse. De cualquier modo, será la interacción entre la lucha exterior y la lucha interior la que nos indique el camino de las peleas en el FSM.


16. De lo que sí podemos hablar ya es de la razón que explica por qué se ha creado por fin un área específica de debate entre las naciones y pueblos oprimidos, por qué es ahora cuando el nacionalismo estatalista eurocéntrico e imperialista ha tenido que plegarse a una exigencia democrática tan incuestionable y obvia como ésta. La fracción dominante en el FSM no ha tenido más remedio que plegarse ante una tendencia en aumento: son los pueblos oprimidos por el imperialismo mundial, con o sin Estado propio, los que llevan sobre sus espaldas el peso mayor de la emancipación de la humanidad trabajadora. Seguir negándolo u ocultándolo carece ya de sentido. Si el FSM quiere hacer honor a su nombre ha de analizar la dinámica mundial de la lucha contra el imperialismo y, al hacerlo, se topa con la dialéctica entre liberación nacional, liberación de clase, antipatriarcal, ecologista y medioambiental. No ha tenido otra alternativa.

17. Los grupos y organizaciones, y hasta personas a título individual, que han asistido y participado en el área de análisis de la crisis de la civilización burguesa, están orgullosos por haber logrado, al fin, esta área o carpa oficial de debate, y poder reflexionar sobre múltiples cuestiones, destacando de entre ellas algunas decisivas para su futuro como veremos. Además, entienden que esta conquista es el producto de los años dedicados dentro del Foro a impedir la invisibilización de su problemática, en primer lugar, y luego y fundamentalmente, a conseguir abrir un debate permanente y oficial en el FSM. Conocen las dificultades que han tenido que ir superando dentro y fuera, y son conscientes de que esta conquista no está asegurada definitivamente porque el nacionalismo estatalista e imperialista eurocéntrico no se resiste a perder su influencia en el FSM.

18. El enmarque conceptual que daba sentido y significado a las áreas fundamentales de debate era el de la denominada “Crisis de Civilización”. Hay tantas definiciones de “civilización” como se desee, aunque aquí utilizaremos aquella que la entiende como la síntesis social de un modo de producción. Quiere esto decir que no existe una “civilización cristiana” en el sentido estricto, por ejemplo, sino que diversas formas sucesivas de cristianismo se van adaptando a las civilizaciones tributarias, esclavistas, feudal y burguesa o capitalista, sin mayores precisiones ahora. Lo decisivo por tanto no es el cristianismo, una mera ideología que las clases dominantes modifican según sus necesidades bajo las presiones objetivas de las transiciones de un modo de producción a otro, sino que lo decisivo a la hora de definir las civilizaciones son las características esenciales de cada modo de producción.

19. Un ejemplo de esto lo tenemos en el debate sobre el boicot al Estado terrorista de Israel que se celebró en esa carpa o área oficial del FSM. Si definimos la civilización según el idealismo y la metafísica creemos que la actual Israel es la continuidad de una “civilización” que giraba alrededor de los “textos sagrados” antiguos y que ha impregnado de manera indeleble a la “civilización occidental” al fusionarse con la “civilización greco-romana” y con un cristianismo abstracto y a-histórico, dando así cuerpo a la “civilización” por excelencia. Pero si aplicamos el criterio materialista vemos que Israel el una potencia terrorista mantenida por el imperialismo norteamericano y europeo para asegurar su control en una zona geoestratégica para el capitalismo.

20. La civilización burguesa ha integrado aquellos componentes reaccionarios de la tradición del pueblo hebreo, de lo que muy tardíamente se definió como “civilización griega” y de las partes conservadoras del cristianismo. Ha integrado, ha subsumido estos componentes dentro de la lógica mercantil y de la acumulación de capital tal cual se generó en la Europa de los siglos XVI-XVII. Luego, en la medida en que la acumulación necesitaba expandirse y reforzarse, integró de diversas formas en su síntesis social a otros componentes ideológicos precapitalistas, como el budismo, el islamismo y, por no extendernos, hasta restos de las ideologías político-religiosas de otras culturas que habían pertenecido en su tiempo a civilizaciones precapitalistas y hasta preclasistas no eurocéntricas, como algunas andinas y mesoamericanas, etc.

21. En la medida en que el capitalismo arrasa al mundo impelido por su ciega necesidad de acumulación ampliada, debe destruir otros modos de producción anteriores y sus civilizaciones respectivas, y debe en algunos casos absorber partes de sus restos para facilitar su propia dinámica expansiva. La civilización del capital, la síntesis social burguesa está por tanto en permanente destrucción y a la vez en permanente absorción. Pero cuando la acumulación entra en crisis sistémica, como ahora, entonces su capacidad destructora y a la vez de autorefuerzo también entra en crisis. Dicho muy brevemente, según sea la gravedad de la crisis de acumulación será la gravedad de la crisis de civilización, aunque ésta segunda tiene una autonomía relativa bastante considerable que le permite resistir mucho más tiempo una vez que ha infectado la subjetividad social.

22. La civilización burguesa es la primera que ha llevado al máximo la destrucción de lo colectivo, de lo comunal, para facilitar así la producción generalizada de mercancías, de valores de cambio. Las civilizaciones anteriores mantenían en diversos niveles más o menos espacios comunales en lo material y en lo simbólico, y es en este sentido crucial que el modo capitalista de producción no ha querido en modo alguno integrar en su síntesis social ningún resto de lo comunal, intentando desesperadamente destruirlos todos hasta la raíz. La obsesión represiva del Vaticano contra la Teología de la Liberación, por ejemplo, nace del hecho de que ésta Teología ha intentado recuperar los muy debilitados restos comunalistas supervivientes a la expurgación represora realizada por el cristianismo paulino, como lo hicieron otros movimientos heréticos, milenaristas y redentoristas anteriores.

23. Bien mirada, la globalización no es otra cosa que la destrucción masiva de los pocos espacios de propiedad comunal y colectiva, estatal en los países que se llamaron “socialistas”, además de otras formas de propiedad privada precapitalista, que resistían mal que bien a la expansión de la propiedad burguesa a escala mundial. Desde esta visión radical porque va a la raíz, el derecho de autodeterminación de los pueblos es su derecho a recuperarse a sí mismos como propietarios-de-sí, a recuperar lo que es suyo, lo que le es común a ellos. El debate sobre globalización y autodeterminación realizado en la carpa dejó claro que, en el fondo, lo que estaba en cuestión era si el imperialismo y el nacionalismo opresor aceptaban que los pueblos deben y pueden ser propietarios de sí mismos, soberanos e independientes, o propiedad de los Estados opresores, imperialistas.

24. No debe resultarnos sorprendente que un debate crítico sobre la globalización y un debate constructivo sobre el derecho de autodeterminación en el capitalismo actual llevara, al poco tiempo, a otro debate sobre qué instituciones internacionales alternativas a las actuales necesitan los pueblos y naciones oprimidas para defenderse del imperialismo. ¿Pueden servir aparatos creados por los EEUU como el FMI y el Banco Mundial, el fenecido GATT reavivado en OMC, u otros muchos no tan conocidos o incluso desconocidos para la inmensa mayoría de la humanidad, pero decisivos para la explotación capitalista? Mientras que el reformismo duro, la tercera vía y otras opciones que buscan desarrollar lo “bueno” del capitalismo superando lo “malo”, sólo plantear cambios de maquillaje de estos aparatos imperialistas, por el contrario, la totalidad de las organizaciones asistentes daban por hecho la urgencia de avanzar hacia otras instituciones internacionales muy diferentes, aunque no se concretó mucho en esta cuestión porque justo se había iniciado el debate al respecto.

25. Otro ejemplo lo tenemos en los debates sobre la muy compleja relación entre tierra, territorio e identidad, en la que intervinieron colectivos de diversos continentes. Se trata, obviamente, de una cuestión básica para toda nación, pueblo, etnia, tribu, comunidad o grupo oprimido, carente de Estado propio y sujeto a los mandatos exteriores, ocupantes. Abrir un debate internacional sobre estas cuestiones ha sido y es un éxito crucial porque la perdedora fue la concepción estatalista inherente al capitalismo y su ideología eurocéntrica. Al margen de las diferencias inevitables entre las tesis expuestas, lo que les unía e identificaba era el rechazo radical del capitalismo y la defensa radical de los pueblos y naciones, de otro concepto de tierra y de territorio incompatible con la mercanlización, y una defensa de las identidades colectivas como exigencia democrática indubitable.

26. Muy en resumen, cada modo de producción define de una manera adecuada a sus formas de reproducción qué es el territorio, qué es la tierra, qué es la identidad y qué relaciones se establecen entre estos tres componentes, y entre otros más. Para las tribus nómadas, para las denominadas “naciones móviles”, el territorio y la tierra tiene un sentido diferente que para las sociedades sedentarias, agrícolas y de ganadería estabulada; y otro tanto sucede con el criterio de identidad común del grupo. Para la sociedad tributaria y su variante incaica, el territorio, la tierra y la identidad giran alrededor de la propiedad real y de los restos de la común, todo ello simbolizado materialmente en el templo, en el palacio. En el modo germánico la tierra común también compite con los repartos de su uso privado. Incluso en las sociedades esclavistas y feudales europeas subsisten restos más o menos amplios de tierra y territorio común, y las identidades reflejan las contradicciones entre lo común y la creciente propiedad privada.

27. Lo que caracteriza a estos modos de producción es que mantienen zonas comunales, propiedades colectivas de usos y repartos muy diversos, o mixtas entre la propiedad común y la propiedad sacerdotal o real, o incluso, más tarde, de propiedad privada de las castas comerciales y militares que empiezan a crecer en estrecha unión con las familias reales. Se trata de un largo proceso histórico que no se desarrolló de forma pacífica, lineal y mecánica, sino cargado de tensiones y conflictos que han dejado su huella en la historia cultural humana, y que tuvo altibajos y hasta recuperaciones de lo comunal por el pueblo. Sin embargo, el capitalismo, como hemos dicho, arrasa con todo ello. El capitalismo necesita reducir a las clases trabajadoras y a los pueblos a simple fuerza de trabajo expropiada de cualquier recurso económico que les permita poder vivir sin venderse por un salario.

28. Los problemas del territorio, de la tierra y de la defensa de las identidades estuvieron siempre presentes por lo bajo, y a viva voz con mucha frecuencia, cuando el día siguiente se avanzó por pura lógica al debate sobre el Estado. De entre los colectivos asistentes, solo una muy reducida minoría rechazó explícitamente la necesidad de que las naciones oprimidas creasen su propio Estado, aduciendo razones más mitológicas y románticas que históricas, político-económicas y culturales. También hubo una postura desde el público que si bien no rechazaba la necesidad del Estado sí insistía en que éste ha de ser un simple instrumento táctico y temporal, porque lo definitivo es superar históricamente este instrumento de dominación. En cuanto al bloque masivamente mayoritario, una postura defendía la creación de Estados plurinacionales en las Américas, y otra la necesidad de Estados nacionales unitarios; pero las diferencias, al menos en el debate, fueron secundarias ya que lo que les unía, la necesidad del Estado, no era cuestionado.

29. Especial mención hay que hacer de un momento de la discusión colectiva en el que tanto desde asistentes en el panel como desde el público se respondió casi de forma unánime a una intervención desde el panel en la que se defendía de manera algo imprecisa y confusa la necesidad de lo que en Europa se define como “interculturalidad”, como “mestizaje cultural e identitario”. La tesis del “mestizaje cultural”, expuesta desde los criterios de la progresía eurocéntrica, fue criticada sin compasión por la mayoría de las respuestas, excepto por una sola. Para la mayoría de las respuestas, lo decisivo y urgente es no sólo defender las identidades de los pueblos amenazados de extinción sino, precisamente por ello, recuperarlas y adecuarlas a las nuevas situaciones para combatir más eficazmente el uniformismo capitalista.

30. Intervenciones posteriores sentaron las bases para consensuar las diferencias. Sostenían que el Foro Social es Mundial, y que por tanto debe desarrollar una visión mundial en la que lo común a los pueblos oprimidos integre y supere a lo específico a cada uno de ellos, sin anularlo, y que por tanto debe respetarse el derecho de cada pueblo a decidir si quiere un Estado único o uno plurinacional, según las circunstancias concretas. También se llegó a una especie de síntesis sobre lo que une e identifica en lo básico a las reivindicaciones del los pueblos y naciones sin Estado, oprimidas por otras potencias: 1) La defensa de la propiedad comunal, de lo colectivo sea material o simbólico, como exigencia y necesidad del los pueblos; 2) La defensa de sus complejos lingüístico-culturales, de sus referentes identitarios y de sus memorias comunes, impidiendo su destrucción, su mercantilización capitalista y su desnaturalización por la dictadura lingüístico-cultural y tecnocientífica imperialista; y 3) El derecho a la autodefensa de los pueblos, a las formas de resistencia que cada uno de ellos decida practicar ante las agresiones invasoras.

31. Dentro de este panorama general de debate abierto y constructivo, se profundizó en la unidad entre la lucha de clases y la lucha por la independencia de las naciones a las que se les niega el derecho a disponer de su Estado propio, al margen de la forma que quieran darle, de sus relaciones con otros Estados, sean plurinacionales para integrar culturas, etnias y pueblos diferentes pero unidos en el mismo proyecto histórico, o sean uninacionales. La unidad dialéctica entre lucha de clases y lucha nacional se constató en la certidumbre teórica de que el capitalismo es el enemigo mortal de los pueblos y naciones, de etnias y culturas aborígenes que ven cómo el “progreso” destroza sus tierras, sus territorios y sus identidades.

32. Por falta de tiempo, no pudieron concluirse los debates muy interesantes sobre la valía para la lucha socialista del concepto de “Buen Vivir” que tienen naciones y pueblos andinos, y que consiste en una serie de normas de comportamiento interno al colectivo, externo hacia la naturaleza, y externo respecto a otros colectivos. En realidad, las distintas exposiciones trataron sobre problemas candentes que superan al concepto de “Buen Vivir” expuesto por dos colectivos originarios, aunque por lo allí oído no tenían por qué cuestionar sus bases de fondo: respeto a la propiedad colectiva, respeto a la naturaleza como totalidad y respeto a los pueblos. Fue una pena que no se pudiera acabar este debate porque el tema del “Buen Vivir” se inscribe de lleno en las formas sociales de lo que podemos definir como “modo de producción asiático”, o “incaico” o, sin precisiones ahora, “tributario”.

33. El debate que no pudo realizarse, aunque se rozó una y otra vez, trata sobre cómo utilizar lo bueno que conserva el “Buen Vivir” dentro de la construcción de una sociedad socialista en la que la propiedad colectiva sea la base sobre la que se yergue o el centro alrededor del cual gira la sociedad en su conjunto. Sin embargo, surgieron en las pocas intervenciones que pudieron hacerse advertencias muy claras sobre las precauciones que se deben tomar en el momento de intentar aplicar el “Buen Vivir”, tal como lo definieron los dos colectivos allí presentes, con sus diferencias de matiz entre ellos, a las condiciones capitalistas. Por ejemplo, a las barriadas, fabelas y bidonvilles que crecen en las conurbaciones de muchos países empobrecidos y explotados por el imperialismo. Por ejemplo, cómo relacionar las formas comunitarias de relaciones sociales andinas a las formas comunitarias en las luchas obreras y vecinales, en las “ollas colectivas”, en los movimientos populares y sociales, en cualquier lucha autoorganizada, etc.

34. Muy interesante por lo que sacó a la luz, fue también el breve encontronazo sobre la nueva ideología reformista del decrecimiento como alternativa a la crisis ecológica, medioambiental y alimentaria, y las tesis críticas de la respuesta a esta intervención, según la cual el decrecimiento no toca los problemas decisivos y estructurales, los que se refieren a la propiedad de las fuerzas productivas. No dio tiempo a profundizar en esta cuestión que va a ir en aumento porque la ideología del decrecimiento es muy útil en estos momentos a determinados reformismos interesados en desviar el debate y la acción sobre la propiedad pública o privada de las fuerzas productivas, de las fábricas, de las tierras, bosques y desiertos, de los océanos y de los vientos, para reducirlo a mera palabrería sustentada en datos ciertos pero desconectados y separados de toda contextualización social e histórica.

35. En definitiva, lo que ocurrió en estos y otros debates derivados fue que, tal vez sin quererlo por la mayoría de los asistentes, reapareció en viejo choque entre, por un lado, la visión marxista de la historia abierta, dialéctica y concreta, que depende de los resultados de las luchas, y por el lado opuesto, la historia mecánica, cerrada y abstracta, eurocéntrica --y “rusocéntrica” en su tiempo-- que quiso imponer un solo modelo de acción a todos los pueblos del mundo. O en otras palabras, un fantasma llamado Mariategi estaba más vivo que nunca recorriendo la carpa de debates sobre la crisis de la civilización burguesa, aunque la mayoría de las personas asistentes no lo supieran. Parafraseando al Marx del primer volumen de El Capital: “No lo saben, pero recuperan a Mariategi”.

36. Como se aprecia, dentro del FSM se ha producido una especie de “anomalía” que ha abierto la posibilidad de vías de avance revolucionario no deseadas por el grupo dominante. Es cierto que se trata del primer paso, que éste puede quedarse reducido a un peligroso síntoma controlado por la efectividad burocrática interna, que incluso aunque supere estos y otros obstáculos este paso inicial tampoco tiene asegurado su futuro porque todavía carece de suficiente experiencia y solidez interna, corriendo el riesgo de la disgregación. Todo esto es cierto. Pero el que se haya debatido de una forma tan directa sobre el proceso histórico que va desde lo comunal en las sociedades preclasistas y precapitalistas hasta el comunismo postcapitalista, desde una visión radicalmente enfrentada al imperialismo y recuperando reflexiones clásicas de lo que podríamos definir como el marxismo dialéctico, esta experiencia es ya en sí misma un avance enorme.

37. Correspondería luego a cada clase explotada, a cada nación oprimida, a cada lucha de las mujeres, etc., debatir y aclarar qué pueden extraer de positivo para sus propias acciones de toda esta riqueza teórica que puede empezar a surgir si se estabiliza y se concreta este avance. La trasplantación mecánica de un debate tan general y básico como el realizado a las complejas diferencias que existen en la realidad mundial, este error, cometido frecuentemente en el pasado y en el presente, acarreará funestas consecuencias si vuelve a repetirse. Pero existe un error más dañino: el de despreciar las lecciones de la historia y seguir creyendo que el capitalismo imperialista ha dejado de ser la fiera irracional y asesina que siempre ha sido.

38. Aun así, queda mucho por hacer. Entre otras cosas lograr que el FSM se articule como un Foro de debates que culminen en una propuesta práctica de objetivos materiales que se presente a la humanidad trabajadora, con plazos y con sistema de valoración crítica y autocrítica. Son muchos los intereses políticos que se niegan a pasar de la interpretación a la transformación, pero todo indica que existen cada vez más condiciones para lograr que la transformación de la realidad pase a ser una urgencia asumida por cada vez más sectores críticos dentro del FSM y fuera de él. Pero el resultado de este conflicto no se decidirá en el interior de la cocina burocrática del FSM sino a partir de la marcha de las luchas revolucionarias, en primer lugar; de los efectos de éstas dentro del Foro en segundo lugar y, por último, gracias a los acuerdos entre fuerzas políticas de izquierda dentro y fuera del FSM para acelerar su transformación.