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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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sábado, 30 de octubre de 2010

NÉSTOR KIRCHNER Y LOS DERECHOS HUMANOS

Un luchador por la verdad y la justicia

29-10-10 / Derogó los indultos, hizo descolgar los cuadros de Videla y Bignone y convirtió a la ESMA en un museo de la memoria. El recuerdo de Madres, Abuelas y nietos.

Por Carlos Romero

Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo sintieron la muerte de Néstor Kirchner con el mismo dolor con el que vivieron la pérdida de sus propios hijos a manos del terrorismo de Estado. Para Estela de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, el fallecimiento del ex presidente fue “un sinsentido”, un dolor inexplicable, y significó “la pérdida de un amigo”. Taty Almeida, de Madres Línea Fundadora, no encontraba consuelo. Dijo sentir un vació insalvable. Un “agujero”. Igual de apenada, Nora Cortiñas lamentó el deceso de un hombre al que recordó por toda “su vitalidad y fuerza para luchar y para mantener sus ideales”.

Al igual que estas cuatro mujeres y los demás grandes referentes de los organismos de derechos humanos de la Argentina, miles de luchadores anónimos de este movimiento sintieron el fallecimiento de Kirchner como la pérdida del presidente que más acompañó e hizo propios los reclamos de juicio y castigo a los responsables por los crímenes de la última dictadura militar.

Como ningún otro de los mandatarios que ocuparon la Casa Rosada en democracia, Kirchner tuvo el apoyo incondicional de las Madres, las Abuelas y los Hijos: ese amplio y muy complejo plexo de entidades nacidas para buscar justicia entre las ruinas, adonde la represión arrojó a toda una generación de militantes.

Desde el momento mismo de su asunción, el santacruceño tomó los derechos humanos como una bandera. Pero no sólo eso. Hizo de esa consigna una herramienta política, un eje de su gestión, y la llevó al terreno de los hechos. Con Kirchner, la posibilidad de enviar a juicio y a la cárcel a los uniformados que cometieron delitos de lesa humanidad dejó de ser una expresión de deseo.

El 25 de septiembre de 2003, en su discurso de presentación ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, el ex presidente fue tajante: “Somos los hijos de las madres y las abuelas de Plaza de Mayo”, sostuvo.

Ya desde esos pasos inaugurales, el sucesor de Eduardo Duhalde dejaba bien en claro desde qué lugar de la arena ideológica se paraba para interpelar a la historia argentina.

También en esos agitados primeros días al frente del Poder Ejecutivo, Kirchner pasó a retiro a varios de los altos mandos militares que miraban con desconfianza la cercanía del nuevo presidente con los movimientos sociales que querían revolver el pasado para juzgar, de una vez y para siempre, a los genocidas. Los uniformados “nostalgiosos” se incomodaron todavía más con la designación, como funcionarios del nuevo Gabinete, de militantes que durante los ’70 habían resistido y combatido al Proceso de Reorganización Nacional. Dos casos paradigmáticos son los de Eduardo Luis Duhalde, a quien en 2003 Kirchner nombró secretario de Derechos Humanos de la Nación, y el de Nilda Garré, que en 2005 asumió como ministra de Defensa, primera mujer en la historia argentina en estar al frente de esa cartera.

Más tarde, el ex primer mandatario protagonizaría otro hito en la historia de la reparación por los crímenes de la dictadura: el 24 de marzo de 2004, durante un acto de repudio al golpe de Estado del ’76, le ordenó al entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, general Roberto Bendini, que descolgara de las paredes del Colegio Militar los retratos de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone. “Proceda”, fue la orden que recibió Bendini, que, subido a un banquito, retiró las imágenes.

Con Kirchner en el poder, los pañuelos blancos de las Madres y Abuelas, sus banderas reclamando justicia, estuvieron presentes en la primera fila de cada acto, escuchando cada discurso. Eran, sin serlo, integrantes del Gobierno y una pieza vital en el rumbo de la gestión. “Siempre nos invitaba al palco y siempre quería que subiéramos”, relató Hebe. También recordó que en aquellos días de 2003, Kirchner demostró “que no era imposible lo que pedíamos”. No es casual que una mujer como la titular de las Madres de Plaza de Mayo, que tuvo que endurecerse al rigor de su lucha, tenga una imagen del ex presidente tan cargada de afecto. “Si estaba sin pañuelo, Néstor me revolvía la cabeza, me revolvía el pelo. Y siempre con tanto cariño, con tanto respeto. Todos los recuerdos que tengo de él son lindos, son cariñosos”, contó Hebe.

También Taty Almeida dio cuenta de su relación con el ex primer mandatario, como una mezcla de compromiso y aprecio. “No tengo consuelo”, dijo Taty, que se refirió a Kirchner como el presidente con el que “por fin encontramos una decisión política, además del cariño, de esa forma tan carismática con que nos trataba, con sus abrazos sinceros”. Para Estela de Carlotto, simplemente, “se murió un hermano”.

Las madres y abuelas, siempre memoriosas, recuerdan que a diferencia de gestiones anteriores que discursearon con el apoyo a su búsqueda de verdad, el kirchnerismo hizo lo necesario para derrumbar las barreras legales y los poderes fácticos que frenaban el avance los juicios. En ese sentido, en el Congreso de la Nación el gobierno de Néstor Kirchner logró echar por tierra las leyes de la impunidad sancionadas durante la gestión de Raúl Alfonsín y preservadas por el menemismo. En la madrugada de un histórico jueves 21de septiembre de 2003, la Cámara de Senadores anuló las vergonzantes leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, que por tantos años mantuvieron sin castigo a los represores. Además abrió el camino durante su gestión para anular los indultos, con los cuales, el ex presidente Carlos Menem benefició a los genocidas.

El 24 de marzo de 2004, en otro momento clave, Kirchner firmó el convenio para convertir el edificio donde había operado el centro clandestino detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en un museo para la memoria. Como el cuadro de Videla, las paredes de la ESMA eran uno de los símbolos más fuertes de un pasado que, por impune, seguía vigente. Durante ese acto, el santacruceño, en representación del Estado argentino, pidió perdón al pueblo “por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia tantas atrocidades”.

También ese día, Juan Cabandié, el nieto recuperado número 77, leyó un documento donde recordó el camino que había iniciado el 20 de marzo de 1978, cuando nació en cautiverio en la ESMA. De alguna forma, Cabandié, que hoy es legislador porteño del Frente para la Victoria, representa el proceso conjunto dado por los organismos de derechos humanos y ese primer kirchnerismo, que luego se continuaría con la presidencia de Cristina Fernández.

“Néstor fue para mí el eje de la política en estos ocho años”, sostuvo Cabandié. “Esta pérdida, Dios mío, es un agujero que nos han hecho. Hemos perdido un hijo. Un hijo de las Madres de Plaza de Mayo”, agregó Taty. Para Hebe, el ex presidente “tenía tanto para hacer todavía”. Lo mismo sostuvo Estela: “Nuestro país lo necesitaba tanto a este hombre. Se fue alguien indispensable”.

Sin embargo, a pesar de todo el dolor por la pérdida, lo hecho por Kirchner para juzgar los crímenes de lesa humanidad dejó una huella indeleble, abrió un caminó que ya no se podrá borrar.
Kirchner fue, sin dudas, el presidente de los derechos humanos.


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