Viernes, 18 de febrero de 2011
ADRIANA PUIGGROS, SOBRE LA INCLUSION DEL ESCRACHE EN LOS PLANES DE ESTUDIOS DE LAS ESCUELAS BONAERENSES
Viernes, 18 de febrero de 2011ADRIANA PUIGGROS, SOBRE LA INCLUSION DEL ESCRACHE EN LOS PLANES DE ESTUDIOS DE LAS ESCUELAS BONAERENSES
“Hay que poner una mirada histórica”
La diputada y ex ministra de Educación de la provincia critica el tratamiento que le dieron los medios al tema y asegura que es necesario explicar el contexto en que surgieron los escraches, “a raíz de las leyes de obediencia debida y punto final”.
Por Laura Vales “Aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y magnificaron el asunto.”“Yo no hubiera puesto en el programa la palabra escrache”, advierte de entrada Adriana Puiggrós, ex ministra de Educación bonaerense, sobre la polémica por la inclusión de los escraches como parte de los planes de estudio de los colegios secundarios de la provincia. Sin embargo, la antecesora de Mario Oporto en la Dirección General de Cultura y Educación considera que la cuestión “fue magnificada” por los grandes medios, que se tomaron de esa palabra –siempre odiada o enaltecida sin medias tintas– para generar un escándalo donde debería darse otro tipo de discusión. “Lo que fundamentalmente tenemos que enseñar a los chicos son las formas democráticas y constitucionales de expresar las opiniones”, sostiene la diputada, doctora en Pedagogía.–¿Por qué dice que no hubiera incluido la palabra escrache en el plan de estudios?
–Porque me parece que en el programa habría que poner un contenido más general, que no es enseñar “escrache”. Creo que este tipo de contenidos tiene que explicarse desde una perspectiva histórica, con el enfoque de que el escrache surgió cuando estaban cerradas las posibilidades de peticionar, para poner en evidencia a torturadores, a gente que participó de las peores cosas de la dictadura. Y además, que surgió a raíz de las leyes de obediencia debida y de punto final. O sea que no tiene sentido poner la palabra “escrache” en un programa: lo que hay que poner es una mirada histórica a todo ese período y tratar de entender por qué surgieron esa y otras formas de expresión.
–¿Qué les dice a quienes sostienen que el escrache es una práctica fascista?
–Los calificativos no sirven, yo no voy a calificar. Lo que puedo decir vinculado con estos temas es que creo que hay que reglamentar el artículo de la Constitución que establece la posibilidad de la iniciativa popular y ponerla en vigencia. Que se abra un espacio para que haya proyectos de ley que puedan llegar al Congreso impulsados con la firma de una determinada proporción de la sociedad, ése es el camino.
–Cuando usted fue directora general de Cultura y Educación en la provincia, ¿incorporó al secundario una materia similar a la ahora cuestionada, Política y Ciudadanía?
–Durante mi gestión se incluyó en los primeros años del secundario (en este caso, en cambio, se trata de quinto año de la escuela media) una materia que se llamó Construcción de Ciudadanía, no era esta materia.
–¿Su sentido era el mismo?
–Tendría que ver más profundamente el programa. Pero aclarando esto, supongo que el sentido de la materia es la formación en derechos humanos, de los chicos como ciudadanos, sobre todo centrado en el tema de los derechos y deberes que tenemos todos.
–En aquel momento, la Iglesia Católica se opuso.
–Monseñor Héctor Aguer se enojó muchísimo porque en el programa se incluía la perspectiva de género. Fue una polémica muy fuerte.
–¿Por qué cree que ahora el tema del escrache generó este despliegue en los grandes medios de comunicación?
–Porque aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y, agarrándose de eso, magnificaron el asunto.
–¿Qué experiencias hay sobre la enseñanza de la participación política? ¿Qué antecedentes pueden servir de orientación?
–Hay antecedentes acá y en muchos otros países. Por ejemplo, hay trabajos del Instituto Intera-mericano de Derechos Humanos de Costa Rica, que lleva en esto cuarenta años porque después de la Segunda Guerra Mundial, en la posguerra, empezó a trabajar con Naciones Unidas en educación para los derechos humanos. La Argentina venía muy atrasada en este tema, pero la experiencia indica que el impacto sobre los jóvenes es muy importante cuando se trabaja bien.
–Más allá de los programas, son los docentes los que tienen que desarrollar los contenidos. ¿Se podría hacerlo aun cuando el escrache genera posiciones tan divergentes?
–En mi gestión, antes de poner en marcha la materia Construcción de Ciudadanía, hicimos un año entero de capacitación de los docentes y una prueba piloto específicamente para ese curso. Es decir que dimos formación a los docentes que fueron seleccionados especialmente. Por eso insisto en que la discusión del tema es otra. No estoy en contra ni a favor de que los escraches sean parte del plan de estudio, pero es un tema que lo enfocaría con una mirada histórica, con una mirada que lo explique como una consecuencia de las leyes de obediencia debida y de punto final.© 2000-2011 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
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“Aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y magnificaron el asunto.”
“Yo no hubiera puesto en el programa la palabra escrache”, advierte de entrada Adriana Puiggrós, ex ministra de Educación bonaerense, sobre la polémica por la inclusión de los escraches como parte de los planes de estudio de los colegios secundarios de la provincia. Sin embargo, la antecesora de Mario Oporto en la Dirección General de Cultura y Educación considera que la cuestión “fue magnificada” por los grandes medios, que se tomaron de esa palabra –siempre odiada o enaltecida sin medias tintas– para generar un escándalo donde debería darse otro tipo de discusión. “Lo que fundamentalmente tenemos que enseñar a los chicos son las formas democráticas y constitucionales de expresar las opiniones”, sostiene la diputada, doctora en Pedagogía.
–¿Por qué dice que no hubiera incluido la palabra escrache en el plan de estudios?–Porque me parece que en el programa habría que poner un contenido más general, que no es enseñar “escrache”. Creo que este tipo de contenidos tiene que explicarse desde una perspectiva histórica, con el enfoque de que el escrache surgió cuando estaban cerradas las posibilidades de peticionar, para poner en evidencia a torturadores, a gente que participó de las peores cosas de la dictadura. Y además, que surgió a raíz de las leyes de obediencia debida y de punto final. O sea que no tiene sentido poner la palabra “escrache” en un programa: lo que hay que poner es una mirada histórica a todo ese período y tratar de entender por qué surgieron esa y otras formas de expresión.
–¿Qué les dice a quienes sostienen que el escrache es una práctica fascista?
–Los calificativos no sirven, yo no voy a calificar. Lo que puedo decir vinculado con estos temas es que creo que hay que reglamentar el artículo de la Constitución que establece la posibilidad de la iniciativa popular y ponerla en vigencia. Que se abra un espacio para que haya proyectos de ley que puedan llegar al Congreso impulsados con la firma de una determinada proporción de la sociedad, ése es el camino.
–Cuando usted fue directora general de Cultura y Educación en la provincia, ¿incorporó al secundario una materia similar a la ahora cuestionada, Política y Ciudadanía?
–Durante mi gestión se incluyó en los primeros años del secundario (en este caso, en cambio, se trata de quinto año de la escuela media) una materia que se llamó Construcción de Ciudadanía, no era esta materia.
–¿Su sentido era el mismo?
–Tendría que ver más profundamente el programa. Pero aclarando esto, supongo que el sentido de la materia es la formación en derechos humanos, de los chicos como ciudadanos, sobre todo centrado en el tema de los derechos y deberes que tenemos todos.
–En aquel momento, la Iglesia Católica se opuso.
–Monseñor Héctor Aguer se enojó muchísimo porque en el programa se incluía la perspectiva de género. Fue una polémica muy fuerte.
–¿Por qué cree que ahora el tema del escrache generó este despliegue en los grandes medios de comunicación?
–Porque aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y, agarrándose de eso, magnificaron el asunto.
–¿Qué experiencias hay sobre la enseñanza de la participación política? ¿Qué antecedentes pueden servir de orientación?
–Hay antecedentes acá y en muchos otros países. Por ejemplo, hay trabajos del Instituto Intera-mericano de Derechos Humanos de Costa Rica, que lleva en esto cuarenta años porque después de la Segunda Guerra Mundial, en la posguerra, empezó a trabajar con Naciones Unidas en educación para los derechos humanos. La Argentina venía muy atrasada en este tema, pero la experiencia indica que el impacto sobre los jóvenes es muy importante cuando se trabaja bien.
–Más allá de los programas, son los docentes los que tienen que desarrollar los contenidos. ¿Se podría hacerlo aun cuando el escrache genera posiciones tan divergentes?
–En mi gestión, antes de poner en marcha la materia Construcción de Ciudadanía, hicimos un año entero de capacitación de los docentes y una prueba piloto específicamente para ese curso. Es decir que dimos formación a los docentes que fueron seleccionados especialmente. Por eso insisto en que la discusión del tema es otra. No estoy en contra ni a favor de que los escraches sean parte del plan de estudio, pero es un tema que lo enfocaría con una mirada histórica, con una mirada que lo explique como una consecuencia de las leyes de obediencia debida y de punto final.
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La diputada y ex ministra de Educación de la provincia critica el tratamiento que le dieron los medios al tema y asegura que es necesario explicar el contexto en que surgieron los escraches, “a raíz de las leyes de obediencia debida y punto final”.
Por Laura Vales
“Aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y magnificaron el asunto.”
“Yo no hubiera puesto en el programa la palabra escrache”, advierte de entrada Adriana Puiggrós, ex ministra de Educación bonaerense, sobre la polémica por la inclusión de los escraches como parte de los planes de estudio de los colegios secundarios de la provincia. Sin embargo, la antecesora de Mario Oporto en la Dirección General de Cultura y Educación considera que la cuestión “fue magnificada” por los grandes medios, que se tomaron de esa palabra –siempre odiada o enaltecida sin medias tintas– para generar un escándalo donde debería darse otro tipo de discusión. “Lo que fundamentalmente tenemos que enseñar a los chicos son las formas democráticas y constitucionales de expresar las opiniones”, sostiene la diputada, doctora en Pedagogía.
–¿Por qué dice que no hubiera incluido la palabra escrache en el plan de estudios?–Porque me parece que en el programa habría que poner un contenido más general, que no es enseñar “escrache”. Creo que este tipo de contenidos tiene que explicarse desde una perspectiva histórica, con el enfoque de que el escrache surgió cuando estaban cerradas las posibilidades de peticionar, para poner en evidencia a torturadores, a gente que participó de las peores cosas de la dictadura. Y además, que surgió a raíz de las leyes de obediencia debida y de punto final. O sea que no tiene sentido poner la palabra “escrache” en un programa: lo que hay que poner es una mirada histórica a todo ese período y tratar de entender por qué surgieron esa y otras formas de expresión.
–¿Qué les dice a quienes sostienen que el escrache es una práctica fascista?
–Los calificativos no sirven, yo no voy a calificar. Lo que puedo decir vinculado con estos temas es que creo que hay que reglamentar el artículo de la Constitución que establece la posibilidad de la iniciativa popular y ponerla en vigencia. Que se abra un espacio para que haya proyectos de ley que puedan llegar al Congreso impulsados con la firma de una determinada proporción de la sociedad, ése es el camino.
–Cuando usted fue directora general de Cultura y Educación en la provincia, ¿incorporó al secundario una materia similar a la ahora cuestionada, Política y Ciudadanía?
–Durante mi gestión se incluyó en los primeros años del secundario (en este caso, en cambio, se trata de quinto año de la escuela media) una materia que se llamó Construcción de Ciudadanía, no era esta materia.
–¿Su sentido era el mismo?
–Tendría que ver más profundamente el programa. Pero aclarando esto, supongo que el sentido de la materia es la formación en derechos humanos, de los chicos como ciudadanos, sobre todo centrado en el tema de los derechos y deberes que tenemos todos.
–En aquel momento, la Iglesia Católica se opuso.
–Monseñor Héctor Aguer se enojó muchísimo porque en el programa se incluía la perspectiva de género. Fue una polémica muy fuerte.
–¿Por qué cree que ahora el tema del escrache generó este despliegue en los grandes medios de comunicación?
–Porque aprovecharon que se incluyó la palabra escrache en los contenidos y, agarrándose de eso, magnificaron el asunto.
–¿Qué experiencias hay sobre la enseñanza de la participación política? ¿Qué antecedentes pueden servir de orientación?
–Hay antecedentes acá y en muchos otros países. Por ejemplo, hay trabajos del Instituto Intera-mericano de Derechos Humanos de Costa Rica, que lleva en esto cuarenta años porque después de la Segunda Guerra Mundial, en la posguerra, empezó a trabajar con Naciones Unidas en educación para los derechos humanos. La Argentina venía muy atrasada en este tema, pero la experiencia indica que el impacto sobre los jóvenes es muy importante cuando se trabaja bien.
–Más allá de los programas, son los docentes los que tienen que desarrollar los contenidos. ¿Se podría hacerlo aun cuando el escrache genera posiciones tan divergentes?
–En mi gestión, antes de poner en marcha la materia Construcción de Ciudadanía, hicimos un año entero de capacitación de los docentes y una prueba piloto específicamente para ese curso. Es decir que dimos formación a los docentes que fueron seleccionados especialmente. Por eso insisto en que la discusión del tema es otra. No estoy en contra ni a favor de que los escraches sean parte del plan de estudio, pero es un tema que lo enfocaría con una mirada histórica, con una mirada que lo explique como una consecuencia de las leyes de obediencia debida y de punto final.
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