Un testimonio pendiente.
Luego de la declaración de Margarita Molina, y a partir de la indagación de las abogadas Durruty y Asinari, el fiscal Gonzalo Stara pidió que se citara a Miguel Angel Kruppa para que testifique por el secuestro y asesinato de su hermano.
Por Sonia Tessa
Miguel Angel Kruppa, frente al edificio del Tribunal Federal.
Carlos Kruppa tenía 22 años el 16 de julio de 1976, cuando un "grupo de tareas" cortó la luz de su barrio, en Fray Luis Beltrán, y entró a su casa. "Estábamos durmiendo, yo tenía 18 años. Escuchamos voces, como a las 2 y media de la mañana, y entraron con pasamontañas y fusiles, eso fue lo único que alcancé a ver", contó su hermano, Miguel Angel, la semana pasada, en la puerta de los Tribunales Federales de Rosario, donde se realiza el juicio oral de la causa Díaz Bessone. El joven fue secuestrado, y nunca más supieron de él. La familia recorrió todas las dependencias oficiales, incluso llegó a la cárcel de Coronda, pero no obtuvo una respuesta. Miguel Angel fue propuesto la semana pasada como testigo en la causa, en la que se investiga el homicidio de su hermano.
El martes pasado declaró una vecina de los Kruppa, Margarita Molina, quien contó que aquella noche de julio de 1976, se oyeron ruidos de autos en la calle General López al 200 de Fray Luis Beltrán. Aunque ella no salió de su casa, alcanzó a oír los gritos desgarradores de la madre de Kruppa, que clamaba para que le dejaran a su hijo. La declaración sirvió para que las abogadas de la querella que la habían ofrecido como testigo --Gabriela Durruty y Daniela Asinari-- indagaran si había algún sobreviviente de la familia. Al saber que el hermano de Kruppa continuaba viviendo en la misma casa de entonces, el fiscal Gonzalo Stara pidió que se lo citara a declarar como testigo de la desaparición de Carlos Kruppa.Ese mismo día, el testigo Luis Lapisonde contó su secuestro, el 21 de julio de 1976, y que fue llevado al Batallón de Arsenales de Fray Luis Beltrán, donde lo torturaron reiteradamente. En una de esas sesiones lo pusieron en la misma habitación que Kruppa, a quien reconoció por la voz, porque eran vecinos. Nunca más volvió a oírlo. Lapisonde no tuvo dudas sobre el lugar de su cautiverio, ya que conocía perfectamente el Batallón, porque allí estudió y jugó al fútbol, además de reemplazar ocasionalmente a su hermano, que repartía leche.
Mientras tanto, el hermano de Carlos Kruppa esperaba en la vereda de los Tribunales Federales, donde afirmó que nunca había sido citado a declarar. "Esa noche robaron todo lo que tuvieron a mano. Buscaban un mimeógrafo y armas, pero sólo encontraron un rifle de aire comprimido y gomeras", dijo el futuro testigo de la causa Díaz Bessone. "Rompieron todo, se comieron todo lo que había en la heladera, casi me matan al perro, un fox terrier, que se llamaba Rabito y dormía con mi hermano. Cuando estos tipos se acercaron, el perro ladró, y le apuntaron", relató Miguel Angel.
De hecho, su propio secuestro fue una posibilidad cierta. "En un momento uno de los secuaces preguntó qué hacían, si me llevaban a mí también, pero el otro le contestó que yo era un pendejo", recordó frente a los Tribunales. Esa noche sacaron a su hermano en calzoncillos de la casa, pese al frío. El desató a su padre, al que habían amarrado con un cinto. Había también vecinos que gritaban por la ventana. El joven secuestrado tenía 22 años, trabajaba en la Municipalidad de San Lorenzo.
La búsqueda posterior fue infructuosa. "Hicimos lo que teníamos que hacer, recorrimos todo lo legal, fuimos por todos lados, hasta a la cárcel de Coronda, pero en todos lados nos decían que no estaba", rememoró Miguel Angel, que espera la oportunidad de declarar en el juicio oral en el que se investiga el homicidio, por el que está acusado el general Ramón Genaro Díaz Bessone, jefe del comando del Segundo Cuerpo de Ejército hasta el 12 de octubre de 1976.
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