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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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sábado, 25 de septiembre de 2010

OSVALDO BAYER : SI A LAS RETENCIONES...

Osvaldo Bayer, guionista y relator de Awka Liwen
“Fue algo justo lo de las retenciones”
Publicado el 23 de Septiembre de 2010
Por Alejo Luna
Las razones que lo impulsaron a formar parte del documental dirigido por Mariano Aiello y Kristina Hille. El trabajo de archivo de la película que cuenta la historia silenciada de los terratenientes de la Sociedad Rural y la masacre de los pueblos originarios.
A los 83 años, Osvaldo Bayer no cesa de embarcarse en nuevos proyectos. Awka Liwen (Rebelde amanecer), el documental sobre los pueblos originarios que lo tiene como guionista y relator –dirigido por el abogado y cineasta argentino Mariano Aiello y la politóloga alemana Kristina Hille– es el último o, muy posiblemente, uno de los últimos. Pero la relación de Bayer con esa temática, sin embargo, no es nueva, sino que se ha ocupado de ella durante toda su vida. Cuando se refiere a los aborígenes de nuestro país, lo hace con palabras nacidas de sus entrañas. Y de sus propias vivencias como periodista. En 1958, viajó a Esquel, en la provincia de Chubut, con la propuesta de dirigir el diario local. Muy cerca de esa ciudad, se encuentran dos comunidades mapuche, Nahuel Pan y Cerro Cuyin. De allí provenían la mayoría de las denuncias por injusticias en el campo. Bayer publicó investigaciones en las que refería la explotación a la que eran sometidos los aborígenes en las grandes estancias patagónicas. Fue despedido. Pero no es un hombre fácil de doblegar. “Abrí, entonces, un diario independiente que se llamó La Chispa –recuerda 50 años después–, en el que continué con esa serie de notas.” Esta vez fue la Gendarmería Nacional la que lo visitó en su casa y, en presencia de sus cuatro hijos “chicos, todavía”, lo intimó a que en 24 horas abandonara la ciudad, en donde era considerado una persona no grata. “Ahí me di cuenta que había un interés común entre los políticos; los dueños de la vida y de la muerte allí, los estancieros; y la Gendarmería Nacional. Me amenazaron y tuve que regresar a Buenos Aires, pero siempre mantuve el interés por investigar los hechos desconocidos de nuestra historia, para darlos a conocer en libros periodísticos primero, y llevarlas al cine después.”
Aún hoy sigue reclamando junto a organizaciones indígenas y sociales la remoción del monumento ecuestre al general Julio Argentino Roca, cuya campaña de exterminio dejó un saldo de 12 mil indígenas masacrados. “Le hemos pedido a la Legislatura que quite ese monumento, el más céntrico de Buenos Aires, y el más grande. Ubicado a 90 metros del Cabildo en el que se proclamó la libertad del imperio español: en los documentos de Mayo siempre se defendió a los pueblos originarios y Roca hizo todo lo contrario. Ese pedido de quitar el monumento fue rechazado por la Comisión de Cultura de la Legislatura, de mayoría macrista, con el argumento de que en historia hay que mirar hacia adelante”, dice Bayer. Y sigue: “Yo les contesté ‘Tienen razón. Por eso en Alemania tendrían que volver a poner todos los monumentos a Hitler. Por supuesto que no me contestaron.”
Bayer recibió a Tiempo en su departamento de Belgrano, el mismo que Osvaldo Soriano bautizó “El Tugurio”, algo así como una casa-biblioteca, en cuyos anaqueles se apilan libros, recortes, diplomas en varios idiomas y recuerdos de sus innumerables viajes. “Este es un regalo que me hizo una abuela en Patagonia –cuenta mientras acaricia unas alforjas de lana tejidas a mano–. Me las entregó una mujer mayor de una comunidad mapuche a la que fui a dar una charla. ‘Es para su caballo’, me dijo. No podía entender que un hombre pudiera vivir sin un caballo.”

–¿Awke Liwen es una película didáctica?
–Tiene un mensaje unívoco: los pueblos originarios fueron masacrados por el Ejército Argentino desde finales del siglo XIX, para favorecer los intereses de los grandes terratenientes agrupados en la Sociedad Rural Argentina, que financió las campañas de exterminio contra “el salvaje”. Nuestro interés es sobre todo cultural. Queremos que la película se conozca en Buenos Aires para que después se conozca en todo el interior, llevarla a escuelas, universidades, comisiones de cultura.
–¿Cuál es la tesis sobre los pueblos originarios que sostiene la película?
–Que no se puede seguir con el racismo de la política argentina con respecto a los pueblos originarios, que hay que respetar su cultura, hay que respetar sus tierras comunitarias y que hay que aprobar que la enseñanza de los niños sea en dos idiomas: el español y cada uno de los idiomas de sus pueblos. Además, hay que terminar con todos los monumentos que glorifican ese verdadero genocidio que fue la Campaña del Desierto. Roca usaba en sus comunicados un lenguaje racista. Nunca usó las palabras “pueblos originarios” sino que hablaba de “los salvajes”, “los bárbaros”. Además, restableció la esclavitud en la Argentina porque entregó “indios y chinitas” como peones, mandaderos y sirvientas en calidad de esclavos. Envió indígenas prisioneros a Tucumán a trabajar en los cañaverales de sus parientes, los Posse; y envió miles de varones a la Isla Martín García a construir defensas navales. Esto nunca se enseñó en la Argentina.
–La película muestra también una alianza entre la Sociedad Rural y el Ejército Argentino.
–Nunca se nos dijo que la Sociedad Rural co-financió la Campaña del Desierto. Al concluirla, se entregan 42 millones de hectáreas de aquellas enormes pampas en las que vivían los pueblos originarios a estancieros que pertenecían a la Sociedad Rural, entidad que ya existía en tiempos de Roca y cuyo presidente era José María Martínez de Hoz, el bisabuelo del que fue ministro de Economía de la dictadura de Videla.
–¿Este comportamiento de la Sociedad Rural Argentina tiene su correlato en el golpe de 1976?
–Absolutamente. Tanto es así que en el año 1979, cuando se cumplieron los 100 años de la Campaña del Desierto, se hizo en la ciudad de General Roca, en Río Negro, un gran desfile militar al que concurrió Videla y toda la Sociedad Rural. Desfilaron nada menos que 32 mil soldados. ¡Hay que ver los suplementos que sacaron Clarín y La Nación glorificando al ejército nacional, trayendo las actas de la Sociedad Rural en las que se saluda a Roca y al Ejército Argentino y los decretos con la concesión de tierras a los miembros de la Sociedad Rural!
–¿Cuál es la realidad actual de los pueblos originarios?
–Están mejor organizados, tienen entidades para la defensa de sus derechos. Cuando hay problemas de tipo ecológico o cuando se les quitan las tierras comunitarias concurren a protestar a las legislaturas de sus provincias o al Congreso de la Nación. Ahora, por lo menos, tienen un poder de palabra, y hay representantes políticos que atienden sus problemas.
–En Awka Liwen hay material de archivos familiares como el de los Martínez de Hoz.
–Si usted recorre el archivo y las publicaciones de la Sociedad Rural va a ver que siempre se repiten los mismos apellidos: los Anchorena, los Alvear, los Roca, los Martínez de Hoz, a través de los hijos y los nietos. En nuestro país jamás un presidente se aventuró a hacer una reforma agraria. La única reforma agraria, por esas ironías que tiene la realidad, se hizo porque esos estancieros, muy católicos ellos, tuvieron nueve o diez hijos. Cuando morían se repartían la tierra. Esa fue la única repartición de tierras que hubo en la Argentina. Ya no hay ningún estanciero que tenga 2,5 millones de hectáreas. El que más tiene es Benetton, un italiano que tiene 1 millón de hectáreas en Leleque, una zona muy rica de Chubut, que les compró a los ingleses.
–¿Se reproduce en el conflicto por las retenciones la vieja lucha política por la distribución de la riqueza?
–Sí, ellos quieren dominar siempre. Fue una cosa absolutamente justa lo de las retenciones. Pero supieron movilizarse y con los medios a su disposición hicieron toda la propaganda a su favor. Hay que terminar con ese poder económico, hay que saber repartir las riquezas para que no haya impresionantes potentados y al mismo tiempo villas miseria en nuestras grandes ciudades. Los abuelos de esos estancieros iban a Europa una vez por año y se llevaban hasta las vacas en el barco para tener leche fresca durante el viaje. Eso pinta el poder de esos estancieros, que además mantuvieron el poder político hasta que se aprobó la ley de voto secreto y directo. Yrigoyen fue protagonista de la masacre de los huelguistas rurales patagónicos. Es otra de las cosas imperdonables de nuestra historia: que un presidente elegido de forma democrática haya reprimido a los peones de los latifundios de Santa Cruz, casi todos de propiedad británica.
–¿La destrucción de la naturaleza se articula con el reclamo por la tierra y con el respeto a los pueblos originarios?
–Ya el sabio alemán Alexander von Humboldt en su libro Mis Viajes se sorprende de cómo los pueblos originarios defiendían la naturaleza. Acá siempre la política ha llevado al “progreso”: toda inversión que se hace en la minería, en la agricultura para ganar más dinero, se aprueba, y no se tiene en cuenta el equilibrio ecológico.
–¿Por qué hoy su interés se centra en la divulgación de la problemática de los aborígenes?
–Porque el 61% de la población argentina tiene sangre de los pueblos originarios. Necesitamos conseguir una verdadera democracia respetando las culturas preexistentes. Creo que la política tiene que estar dominada por la ética, y uno de los principios de la ética es respetar al otro. El intelectual no tiene que dedicarse exclusivamente a escribir libros encerrado en su casa, sino que tiene que salir a la calle y acompañar al pueblo. Es eso lo que me impulsa a mí: la justicia y el intento de lograr una sociedad sin violencia. <

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