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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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sábado, 25 de septiembre de 2010

EL DEMONIO

Por Daniel Rosso

Kirchner y la teoría de un solo demonio

12-09-10 / El demonio es Néstor Kirchner. La fuente de todos los conflictos. El centro de irradiación de una corriente agresiva que tensa todos los escenarios y transforma a la democracia en un campo de batalla.


Rosendo Fraga no odia. No se enoja. Casi no confronta. Casi no critica. Se mantiene atado a los hechos de tal modo que su relato adopta las formas limpias de la cronología. Su escritura se asemeja a la oscilación siempre regular de un electrocardiograma exitoso. Rosendo Fraga no se altera ni apasiona. Pero transmite las mismas y rudimentarias construcciones ideológicas de los grandes medios. La diferencia es que lo hace con la asepsia cuidada de quien parece decir la verdad. Su modo patricio de estar en el mundo le permite no perder las formas en un proceso en el que los grandes medios las han perdido. Cuenta la historia desplegando el relato periodístico hacia atrás. Entonces, reconstruye la memoria ideológica reciente de los grandes medios. Gracias a esa estrategia, su escritura, desapasionada y aséptica, es la indicada para describir al demonio.

El demonio es Néstor Kirchner. La fuente de todos los conflictos. El centro de irradiación de una corriente agresiva que tensa todos los escenarios y transforma a la democracia en un campo de batalla. La operación ideológica de Fraga consiste en reducir los conflictos sociales, políticos y económicos a la dimensión psicológica de Kirchner. El conflicto es un producto del estilo y la personalidad de Kirchner. Los conflictos son un fenómeno externo a la política general que el Gobierno implementa. La confrontación, entonces, es una dimensión del estilo y no de la política. Hay confrontación porque él, Néstor Kirchner, es confontativo. La demonización de Kirchner le quita el centro de atención a una política que intenta desarticular el poder real de las corporaciones. Y, como tal, sólo puede sostenerse en una ofensiva permanente. No es la política, estúpido. Es Kirchner. Es el demonio.

Sin embargo, lo sabemos, lejos de esta reducción psicologista, el conflicto es un factor interno y necesario de la política K. Es el instrumento imprescindible del modelo de la gobernabilidad ofensiva, el gran aporte del endemoniado Néstor Carlos al ciclo democrático iniciado en 1983. Esta reducción de la política a la psicología del líder le permite a Fraga –y a los grandes medios a los que Fraga les organiza la memoria– no hablar de política estructural. Quitarla del medio. Reducirla a la psicología y, así, construir al demonio. A lo sumo, se habla, y mucho, de los efectos negativos de las medidas del Gobierno. Pero, a diferencia de la gobernabilidad defensiva, que se sometía a las presiones, intereses y necesidades de las corporaciones, la gobernabilidad ofensiva decide confrontar con esas corporaciones. Decide obligarlas a reorganizarse según reglas democráticas.

La consecuencia es que, en ese proceso, se amplía el lugar de la política. Mientras la gobernabilidad defensiva se basó en el ajuste del poder político a las corporaciones, con la consiguiente reducción del espacio democrático, la gobernabilidad ofensiva se funda en el intento de quitarles poder a las corporaciones, con la consecuencia de aumentar el espacio democrático. Entonces, la gran dificultad de Fraga –y del relato de los grandes medios– es intentar achicar la política justo en un escenario de ampliación del lugar de la política. En esta línea, Fraga –y antes y después los grandes medios a los que este les organiza la memoria– hace nacer la totalidad de los conflictos en el Gobierno.

Sigilosamente, con la pretensión de lo invisible, Fraga se desplaza desde la teoría de los dos demonios, que atravesó el primer período de la denominada transición democrática, hacia la teoría del demonio. Recordemos: la teoría de los dos demonios les era funcional a los militares genocidas porque les permitía compartir su responsabilidad con el otro bando, las organizaciones populares armadas. En la lectura de los grandes medios, hoy todo se reduce a un solo demonio. Es decir, a Kirchner, la fuente de todos los conflictos, la mente perturbada que, con su psicología descalabrada, va contra todos, sin descanso, sin motivos. Los otros actores, las corporaciones, no originan, ni protagonizan, ni responden al conflicto. Las corporaciones son invisibles. Es esta invisibilidad la que deja en el escenario al único demonio, su hiperpresidencialismo y su ejercicio salvaje del poder.

Las corporaciones intentan controlar los medios para controlar su propia invisibilidad. E intentan continuar con la invisibilidad en tiempos en que la gobernabilidad ofensiva amplía los espacios democráticos y el régimen de lo visible. Porque la táctica de las corporaciones es aparecer sólo allí donde pueden instalarse como expresión del interés general. Por ello, durante el conflicto por la aplicación de la resolución 125 los actores hegemónicos no fueron la Sociedad Rural o CRA. Fue “el campo”. El interés general. En oposición, la táctica de los medios gráficos y audiovisuales que coinciden con el Gobierno es la contraria: hacer visibles a los demonios reales que han desestabilizado o disciplinado todos los procesos democráticos, con excepción de Menem, desde el ’83 hasta la actualidad. Mostrarlos como fuente de los conflictos en la medida que defienden intereses corporativos reñidos con el proceso de ampliación democrática en curso. Esta ampliación de la visibilidad de los actores corporativos ocultos permite ver el campo de batalla, los ejércitos, sus objetivos, los intereses en pugna. Permite ver el juego democrático desde adentro. La política, en su despliegue y en su tensión, en lugar de un demonio psicótico, en soledad, fuente irracional de conflictos sin sentidos. Esta operación ideológica global ofrece un relato simplificado para sectores medios que demandan argumentos delivery. Un relato que se despliega y se fuerza a sí mismo en la medida que se reproduce. Y que lleva a formas extremas. Como cuando Sylvina Walger inventa, con decidido mal gusto y extrema irresponsabilidad de señora sin rumbo, que el demonio endemoniado golpeó a su mujer, la Presidenta. Justo a ella, la voz exacta y sin concesiones de los conflictos. La encargada de concentrar sentidos allí donde el sistema de medios hegemónicos sólo construye escenarios de crisis.

Por supuesto y por suerte, Fraga no es Walger. Porque Fraga intenta, seguramente con honestidad, dotar de un discurso a un sector de la política y de las corporaciones. Aun cuando lo haga con una perspectiva con la cual sólo puede fracasar. Porque no es posible reducir la política a la psicología del líder. Menos en escenarios de ampliación de los espacios de la política. Y es esa construcción del demonio lo que lleva a Fraga a plantear un escenario de declinación del poder kirchnerista. La sociedad se cansó. El demonio la hartó. Pero, más allá y más acá de Kirchner, la gobernabilidad ofensiva desplegó una serie de procesos políticos, sociales y económicos en plena ebullición, en plena tensión, que habilita a imaginar un final abierto. Muy abierto. Con leve ventaja para el demonio.

*Licenciado en Sociología. Periodista. Ex secretario de Comunicación del Gobierno de la Ciudad y ex subsecretario de Medios de la Nación. Actualmente es jefe de gabinete de asesores de la Secretaría de Medios de la Nación y escribe notas de opinión sobre temas de comunicación y política para varios medios nacionales.



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