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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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domingo, 26 de septiembre de 2010

LA TEORIA de los DOS DEMONIOS, ESTA SUPERADA

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La "Teoría de los dos demonios" como matriz del pasado reciente en la Argentina
La periodista de Le Monde Diplomatique asegura que "la teoría de los dos demonios formaba parte de las concepciones que cimentaron la restauración de la democracia en 1983, sustentó la política de derechos humanos y hacia las Fuerzas Armadas del gobierno de Raúl Alfonsín. Texto completo de la charla.

2010-09-16 ::

En el marco de las actividades de adhesión a la Feria del Libro Córdoba 2010, disertó en la sede del Cispren, Marta Vassallo, periodista de Le Monde Diplomatique, poeta, traductora y licenciada en Letras.

Vassallo, que está vinculada al Centro Cultural Haroldo Conti ( Ex Esma) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, abordó el tema “Construcción de la memoria, ciudadanía y derecho a la información”.

En la disertación Vassallo abordó la "Teoría de los dos demonios" como matriz del procesamiento del pasado reciente en la Argentina, su evolución y manifestaciones actuales. También, el acceso a los lugares públicos y los espacios de memoria; los sitios de memoria, sus tensiones y controversias.

La actividad fue coordinada por la directora del Archivo Provincial de la Memoria, Ludmila da Silva Catela y organizada por la Secretaría de Cultura del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren).

Prensared propone la lectura del texto que Vassallo expuso. El objetivo es echar luz sobre la controvertida formulación de la Teoría de los dos demonios, reducida, en muchos casos, a eslóganes que impiden el debate.

"Memoria, construcción de ciudadanía y derecho a la información"

Para nosotros en los últimos años la sola mención del término memoria está políticamente connotado por la evocación, el procesamiento, la crítica del pasado reciente, entendiendo por tal la década de los 70, remota por los cambios de paradigma sobrevenidos desde entonces en el mundo, pero viva todavía por su carácter traumático y su repercusión en el presente.

La memoria evoca ese pasado desde la necesidad de interpretar el presente, no es única sino múltiple, y creo que así como la sociedad es un campo de disputa entre intereses contrapuestos, así también lo que llamamos memoria es un campo de disputa entre diferentes interpretaciones del pasado que se corresponden con diferentes posicionamientos en el presente.

Es en sí misma polémica, porque hay quienes la oponen a la Historia (especialmente en el sentido de que mientras la historia es científica la memoria es pasional), y quienes ven a Historia y memoria como posibles caras, igualmente válidas, de una misma actividad.

Los banners del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, anexo del Archivo Nacional de la Memoria, tienen inscripta la consigna “Memoria en construcción”.

Durante los dos primeros años esa consigna se correspondía con el carácter en construcción del edificio mismo, en plena refacción, pero ahora que prácticamente la reestructuración edilicia está terminada, la consigna sigue teniendo pleno sentido, dado que toda memoria es una memoria en construcción. Su carácter es siempre móvil e inconcluso.

Los límites del debate

Tomo una idea recurrente en el volumen de artículos de Rodolfo Mattarollo publicados por Le Monde diplomatique edición Cono Sur bajo el título de Noche y niebla: los debates, la pluralidad de perspectivas, la imposibilidad de fijar una memoria definitiva y única, tienen sin embargo un límite: el límite representado por el conocimiento de los hechos, y el límite de la intolerancia a cualquier forma de negacionismo.

En cuanto a los hechos, falta mucho todavía por dilucidar; la abundancia de documentos, testimonios, publicaciones, videos, filmes, no puede confundirnos respecto de todo lo que falta develar e interpretar.

Un comienzo de registro de los hechos en la década del 70, Los hechos armados, de Juan Carlos Marín, se me ocurre el germen de una tarea de establecimiento de hechos indispensable como punto de partida de cualquier interpretación.

Últimamente, es de celebrar la publicación de los editoriales del Evita montonera, que se vende con un CD con la totalidad del contenido de la revista, por ser un aporte a la documentación histórica que debe ser la base de las interpretaciones.

También, la biografía de Firmenich por los biógrafos de Rodolfo Ortega Peña, Felipe Celesia y Pablo Waisberg, es un abordaje valioso de un personaje convertido en bestia negra por sus enemigos de siempre y por muchos de sus antiguos seguidores, aunque una investigación minuciosa no logra corroborar las graves acusaciones de que ha sido objeto.

En cuanto al negacionismo, podemos criticar posicionamientos y acciones políticas, no justificar el avasallamiento de los derechos elementales con esa excusa. Podemos hacernos cargo del carácter incierto de muchos episodios, pero no podemos negar las evidencias de un plan sistemático de desaparición forzada, torturas, exterminio y sustitución de identidades.

La teoría de los dos demonios

El prólogo original al Nunca más, elaborado por la Conadep, presidida por el escritor Ernesto Sábato, empieza diciendo: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda…”.

Este posicionamiento denominado “teoría de los dos demonios” establece una relación causal entre el golpe de Estado de 1976 y la acción de las organizaciones guerrilleras.

Tiene antecedentes históricos en la explicación del golpe de Estado de 1976: la junta militar que protagonizó ese golpe se presentaba como la que venía a arbitrar entre dos terrorismos, representados por una extrema izquierda armada y la parapolicial Triple A, un enfrentamiento que caracterizaría al tercer gobierno peronista.

Esa es la concepción que refutaba Rodolfo Walsh en marzo de 1977, al cumplirse un año de dictadura, en su ahora conocida Carta abierta a la Junta militar: “Las 3A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre ‘violencias de distinto signo’ ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el lenguaje de la muerte...”

La teoría de los dos demonios formaba parte de las concepciones que cimentaron la restauración de la democracia en 1983, sustentó la política de derechos humanos y hacia las Fuerzas Armadas del gobierno de Raúl Alfonsín, y se expresó en obras tan difundidas y aceptadas en aquella etapa como el ensayo de Pablo Giussani Montoneros, la soberbia armada, o el premiado film de Luis Puenzo La historia oficial.

Volvemos al Prólogo del Nunca más: tras una descripción exacta de los operativos en los cuales las fuerzas de seguridad secuestraban gente, hace la siguiente evaluación de los así “desaparecidos”: “…en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores…•”.

Es decir, había que evitar que se reconociera que entre los desaparecidos había miembros de las organizaciones guerrilleras. Esta concepción tiene una raíz táctica, en el sentido de que en ese momento, con la dictadura todavía tan fresca, muchos consideraron una cuestión de necesaria cautela ocultar el carácter militante de los desaparecidos, y también una raíz conceptual, porque había y hay quienes no estaban dispuestos a hacerse cargo del destino de militantes.

Esta concepción de una sociedad civil ajena al conflicto protagonizado por aparatos armados, e inerme en medio de ellos, de la que saldrían las víctimas de la dictadura, es otro de los supuestos definitorios de la teoría de los dos demonios.

La posibilidad de ser escuchados que se fue ensanchando para protagonistas y testigos directos de los hechos, la fueron socavando, en la medida en que se abría camino cierta claridad en el sentido de que no hace falta declarar “inocentes de política”, apolíticos, a los desaparecidos para condenar la metodología de la desaparición; tampoco estar políticamente de acuerdo con ellos.

Lo que sí hace falta es reconocer sus identidades políticas (por cierto heterogéneas), sus contradicciones internas, su formación, sus objetivos, su horizonte mental si se pretende comprender los hechos de la época.

El sobreviviente

En el curso de los años 90 se dio- fundamentalmente por parte de ex militantes - una evolución hacia una responsabilización – hay que distinguir responsabilización de culpabilización –en cuanto a lo sucedido en la sociedad en esos años, y en cuanto a la restitución de la política en los análisis de la época. En esa evolución hacia la responsabilización y hacia la restitución de la política ha sido clave la figura del sobreviviente.

El sobreviviente es una figura particularmente inconfortable. Pilar Calveyro, sobreviviente de la Mansión Seré y la ESMA, pone a su estudio Poder y desaparición, publicado en 1998, un epígrafe de Hanna Arendt, extraído de Los orígenes del totalitarismo: "Cualquiera que hable o escriba sobre los campos de concentración es un sospechoso; y si quien habla ha regresado al mundo de los vivos, él mismo se siente asaltado por dudas...como si hubiera confundido una pesadilla con la realidad".

Calveyro hace referencia a la dificultad del sobreviviente, en un interesante cuestionamiento a la dicotomía héroes/traidores vigente en el seno de la militancia: "El sujeto que se evade antes que héroe es sospechoso. Ha sido contaminado por el contacto con el Otro y su supervivencia desconcierta.

El relato que hace del campo y de su fuga siempre resulta fantástico, increíble; se sospecha de su veracidad y por lo tanto de su relación y posibles vínculos con el Otro. Transita en una zona vaga de incredibilidad...resulta amenazante..."

Precisamente a Calveyro pertenece una de las más penetrantes refutaciones de la “teoría de los dos demonios”, al desarrollar la noción de que las instituciones militares y las organizaciones guerrilleras no son extrañas a la sociedad sino emergentes de ella.

Restitución de la política

Nos referíamos al reconocimiento de la identidad política de muertos, desaparecidos y sobrevivientes. Militantes e investigadores, procedentes de la generación involucrada en la guerra sucia y de generaciones posteriores, se lanzaron a discutir las propuestas políticas de las distintas vertientes de la resistencia popular.

Lo hicieron revistas como La intemperie o Lucha armada, ensayos como Organizaciones político-militares, de Carlos Flaskamp, Montoneros final de cuentas, de Juan Gasparini; Montoneros.La buena historia, de José Amorim; Monte Chingolo de Plis Sterenberg, Montoneros. El mito de los 12 fundadores de Lucas Lanusse y un largo etcétera. Son de destacar estudios muy tempranos, como Montoneros soldados de Perón de R. Gillespie, realizado en 1976, o Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso, el primer libro sobre la interioridad de un campo de concentración (la ESMA), escrito cuando todavía en el país regía la dictadura. También la historia del PRT- ERP escrita por Luis Mattini.

El guevarismo como fuente del accionar de las organizaciones político-militares fue críticamente analizado por Gabriel Rot en Los orígenes perdidos de la guerrilla argentina, sobre el Ejército Guerrillero del Pueblo de Jorge Masetti. Este libro ha sido reeditado recientemente con algunos añadidos. La guerra de guerrilla resulta duramente enjuiciada.

Enjuiciada por haberse convertido de metodología en concepción política. El sacrificio de la política a la lógica jerárquica y organizativa militar, la alienación de las organizaciones político-militares respecto de las masas, la espiral de violencia que lejos de preservar a los militantes los precipitó en el exterminio, se reiteran en estos análisis y discusiones, la responsabilidad de las conducciones en el exterminio de sus bases y la responsabilidad de las bases en el sustento de esas conducciones inamovibles que sofocaban el disenso.

¿Es una metodología o es un arsenal de nociones teóricas lo que está en tela de juicio?

Enjuiciar a quien lleva sobre sus hombros el peso de la derrota se presta siempre a dudas. ¿Se lo enjuicia por lo que actuaba y pensaba o por haber sido derrotado?

La política de DDHH a partir de 2003

Actualmente vivimos la vigencia de una política oficial que refutó explícitamente la teoría de los dos demonios, y mediante los decretos que derogaron las denominadas leyes de impunidad alfonsinistas y los indultos del menemismo, abrió el cauce para juicios a los responsables de crímenes de lesa humanidad durante la represión ilegal, y no solamente a las cúpulas ya juzgadas en 1985.

El fundamento de la política de derechos humanos iniciada por Néstor Kirchner en 2003 y continuada por el actual gobierno de Cristina Fernández es descartar toda equivalencia entre lo actuado por las fuerzas de seguridad y lo actuado por grupos insurrectos.

Es un posicionamiento compartido por la actual Corte Suprema de Justicia y por el procurador general de la nación Esteban Righi. El cambio en la interpretación de los gobiernos kirchneristas sobre lo actuado por el denominado Proceso de Reorganización Nacional puede hallarse en el prólogo del Nunca más que escribieron Rodolfo Mattarollo y Eduardo Duhalde – subsecretario y secretario de DDHH de la Nación – a propósito de la reedición del informe de la CONADEP en 2006, año del 30 aniversario del último golpe militar.

Ese Prólogo dice: “Nuestro país está viviendo un momento histórico en el ámbito de los derechos humanos…Esta circunstancia excepcional es el resultado de la confluencia entre la decisión política del gobierno nacional…y las inclaudicables exigencias de verdad, justicia y memoria mantenidas por nuestro pueblo a lo largo de las tres últimas décadas…Es preciso dejar claramente establecido…que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas…”.

Esta política tiene partidarios y detractores apasionados, a quienes no cabe ubicar simplificadamente aun lado y otro de una sola línea.

Actualmente es más difícil escuchar una abierta justificación de lo actuado por las fuerzas de seguridad bajo la última dictadura militar. Pero la teoría de los dos demonios regresa a través de una caracterización del accionar de grupos insurgentes que integraría sus acciones entre los crímenes de lesa humanidad, poniéndolos en pie de igualdad con los responsables de la represión ilegal.

Así utilizada, la teoría de los dos demonios tiende a sustituir y disfrazar la reivindicación de lo actuado por la dictadura militar, sólo explícita en grupos recalcitrantes como los imputados mismos de crímenes de lesa humanidad, sus allegados y defensores.

Toma la forma de la voluntad de enjuiciar a los sobrevivientes de la guerrilla al mismo nivel que a los represores. Es más, en muchos casos podría interpretarse como una estrategia para suspender los juicios en curso, como una amenaza: si no otorgan una amnistía, si nos juzgan, los juzgaremos a ustedes, etc.

Quienes sostienen esta equivalencia se remiten a un posicionamiento de la Corte Penal Internacional según el cual no hace falta que los agentes de crímenes de lesa humanidad sean estatales para considerar sus hechos como de lesa humanidad. O bien buscan la intervención estatal en el actuar guerrillero. En ese sentido apunta la investigación de Ceferino Reato, Operación Traviata, según la cual el asesinato de Rucci sería crimen de lesa humanidad porque estarían involucrados funcionarios del gobierno bonaerense de Oscar Bidegain.

Se acaba de publicar otra investigación de Reato, Operación Primicia, esta vez sobre el ataque de Montoneros a un cuartel del ejército en Formosa en octubre de 1975, presentado como la causa de la decisión de los comandantes de las tres armas de dar el golpe. Esta investigación se orienta a atacar la actual política de justicia, al impugnar el hecho de que los familiares de los guerrilleros muertos en ese episodio habrían recibido indemnizaciones, como si se tratara de víctimas del terrorismo de Estado, no así los familiares de los militares y conscriptos muertos en la defensa del cuartel atacado por Montoneros.

La diferencia de tratamiento entre las muertes de los guerrilleros y la de los conscriptos que resistieron el ataque al cuartel, una cuestión objetivamente delicada, viene a nutrir la idea de una equivalencia injustamente ignorada por la política gubernamental.

Matar a todos, uno de los últimos libros de Juan Bautista Yofre, presenta la tesis de que al amnistiar el entonces presidente Héctor Cámpora a la totalidad de presos políticos el 25 de mayo de 1973, hizo responsable al Estado argentino del accionar de las organizaciones político-militares de 1973 a 1976.

Luis Labraña, converso repentino o antiguo delator, presenta la movilización popular de los años 70 como una guerra entre los Estados argentino y cubano, fundándose en que el gobierno de Cuba entrenó militarmente a militantes argentinos de diferentes organizaciones armadas.

Pero la teoría de los dos demonios vuelve (admitida o no) en las tesis de sectores ajenos a la represión ilegal, opuestos a ella, pero que abominan de la cultura revolucionaria moderna. Algunos ejemplos son Oscar del Barco, cuya carta a la revista La Intemperie n. 17, en diciembre 2004, dio lugar a una larga polémica, o el ensayo de Hugo Vezzetti Sobre la violencia revolucionaria.

En su polémica carta “No matarás”, Oscar del Barco, intelectual cordobés que participó de la revista Pasado y presente con José Aricó y Héctor Schmucler entre otros, a propósito de los fusilamientos de dos miembros del EGP de Jorge Masetti por el mismo Massetti condena la totalidad de la cultura revolucionaria moderna, llegando al punto de igualar a todos los que se arrogan el derecho a matar con fines políticos: “Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotsky, Stalin y Mao hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara…” Pocas líneas antes había escrito: “Podría reconsiderarse la teoría de los dos demonios, si por demonio entendemos al que mata, al que tortura, al que hace sufrir intencionalmente…”

Hugo Vezzetti reduce la teoría de los dos demonios a “un cuco”, “un espantajo”, ya agotado, sacudido de mala fe por quienes se niegan a una revisión crítica de la acción revolucionaria; realiza una defensa del Prólogo original del Nunca más, destacando la tradición progresista y humanista que cimentaría la mención de “terrorismos de distinto signo”; ataca la modificación al Prólogo en la edición del 2006 del Nunca más, elaborado por funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos, a quienes en tanto representantes de la política gubernamental en el terreno de los derechos humanos acusa de alentar una manipulación de la verdad histórica y de pretender imponer una memoria oficial.

Vezzetti tiene el cuidado de refutar toda relación de causalidad entre el accionar guerrillero y el golpe de Estado. Desarrolla su tesis de un núcleo de semejanza entre los combatientes guerrilleros y sus represores en la “celebración de la muerte”, en el “peso de una tradición radicalizada presente en el fascismo” identificable según él en el foquismo guevarista. En consecuencia propone la rememoración de las víctimas de las organizaciones guerrilleras “desde Rucci a Mor Roig, de Sallustro a Larrabure”.

La Doctrina de la Seguridad Nacional

El conocimiento de la doctrina de la seguridad nacional y del Plan Cóndor desmiente la solidez de la tesis de que el golpe del 76 fuera una respuesta provocada por la acción de insurgentes. Fue el cumplimiento de un plan independiente y aun anterior al desarrollo de esas organizaciones, un plan cuyo fin último era detener y revertir la amplia movilización social y política iniciada a partir de la denominada Revolución Libertadora (otro golpe militar realizado en nombre de la democracia) y que alcanzó su clímax a comienzos de los años 70.

Una investigación invalorable en este sentido es la realizada por la investigadora francesa Marie Monique Robin, Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, de quien se había difundido ya el documental cinematográfico con ese mismo nombre.

Esta investigación rastrea el adoctrinamiento sistemático de las Fuerzas Armadas argentinas desde los años 50 por asesores militares franceses que elaboraron su concepto de guerra contrarrevolucionaria en las guerras coloniales de Indochina y Argelia.

La noción de guerra contrarrevolucionaria implica, en plena guerra fría, la convicción de una tercera guerra no convencional, donde para defenderse del comunismo el “mundo libre” debía acudir a métodos no contemplados en las dos primeras guerras mundiales del siglo XX. La importancia del nacional catolicismo en el apoyo a estas concepciones es también un dato de la doctrina francesa que se reproduce en Argentina, y que da a esta guerra contrarrevolucionaria rasgos de guerra santa.

Este adoctrinamiento es corroborado en entrevistas que la investigadora hace a los generales Reynaldo Bignone (“Francia es la cuna de la teoría de la guerra contrarrevolucionaria. La diferencia es que los franceses realizaron esa guerra en territorio extraño, mientras que los argentinos en el propio país”), Díaz Bessone, Albano Harguindeguy.

Esta doctrina es la matriz del terrorismo de Estado aplicado en América del Sur. Son impactantes los testimonios de militares franceses protagonistas de las guerras coloniales que habían hecho la resistencia contra la ocupación alemana en su país. Se encontraban reproduciendo los métodos de la GESTAPO, ellos que salían del maquis.

Argentina se adelantó a la DSN gracias al adoctrinamiento francés. Tal como lo confirma una conversación de la investigadora con el general Alcides López Aufranc, uno de los alumnos extranjeros de la Escuela Superior de Guerra de París de 1957 a 1959, jefe del 3º cuerpo, miembro del Estado mayor hasta 1973, y luego ejecutivo de Acíndar cuando Martínez de Hoz, principal accionista y director de Acindar desde 1973, asumió el ministerio de economía en 1976. Directamente inspirado por los franceses estaba el general Acdel Vilas, jefe del Operativo Independencia, el que dijo: “Decidí prescindir de la Justicia”. Otro discípulo directo de la escuela francesa fue Alberto Villar.

Esta investigación establece que la Doctrina de la Seguridad Nacional, en que se educaron las FFAA latinoamericanas en el curso de los 60 en las escuelas militares de Estados Unidos, funcionó como marco teórico para las técnicas militares y políticas transmitidas anteriormente por el ejército francés.

Concepción transmitida a las fuerzas armadas de Estados Unidos por uno de los cerebros de la guerra de Argelia, el general Paul Aussaresses en la base militar estadounidense de Fort Bragg. La concepción era la de que en la guerra contrarrevolucionaria el enemigo es la población, y hace falta un aparato de inteligencia para identificar y destruir su infraestructura política y administrativa.

Hay que dejar sin agua al pez, de acuerdo con el principio de Mao: “Por un soldado de combate hacen falta diez simpatizantes civiles. Las poblaciones son a los militantes lo que el agua al pez”.

Lo que tienen en común la escuela francesa y la DSN es la noción de un enemigo interno, no identificable por uniforme ni bandera ni fronteras, y que podría ser el conjunto de la población, convertido a priori en sospechoso potencial. El general Balza al referirse a ese enemigo interno que en la Argentina estaba representado indistintamente por el peronismo o el comunismo, habla de un “Anticomunismo sin comunistas”.

El primer miembro de las FFAA argentinas en declarar la DSN sin mencionarla fue el general Juan Carlos Onganía en un discurso en West Point en 1964.

Por ejemplo el Plan Conintes con que el presidente Arturo Frondizi respondió en 1960 a la toma del frigorífico Lisandro de la Torre fue una suerte de ensayo general del terrorismo de Estado.

Resulta difícil dados estos conocimientos, rigurosamente documentados, despojar al golpe militar de 1976 de un proyecto político integral, dirigido a fundar un orden político, económico, social y cultural, respecto del cual la guerrilla bien pudo funcionar como pretexto, pero no como razón de ser.

Hace tiempo que carece de todo fundamento la tesis de Reato en su última investigación Operación primicia, que desde su subtítulo: La operación guerrillera que provocó el golpe de Estado del 76, desnuda su objetivo y naturaleza.

Complicidades civiles

Por último, la falacia de la teoría de los dos demonios encuentra una de sus desmentidas más firmes en la evidencia del protagonismo civil en el golpe de Estado y su implementación del terrorismo de Estado, son sectores de poder los que instrumentan a las FFAA para conseguir sus objetivos. La política económica de hambreamiento y endeudamiento masivos, es inseparable de la política de exterminio de insurgentes y opositores.

Hay muchos ejemplos flagrantes, por ejemplo, la directa complicidad de miembros de la jerarquía eclesiástica católica en la represión ilegal; la denuncia realizada hace ya diez años por la periodista Gaby Weber sobre la complicidad de la patronal y sectores de la burocracia sindical de SMATA en el secuestro, tortura y en algunos casos “desaparición” de los miembros de la comisión interna de Mercedes Benz en 1976.

Otro es el caso de Papel Prensa que sacude en estos momentos la vida política del país. También en este sentido fue premonitoria la Carta de Walsh: “Estos hechos que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren.

En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Esta evidencia no ha sido suficientemente desarrollada, creo que la indagación de “los hechos armados” debe correr pareja con la indagación de la transformación del aparato productivo y de las políticas económica y financiera a partir del golpe del ´76, que acondicionó al país para la etapa de capitalismo especulativo que vino después.

Los sitios de memoria

Las conmemoraciones y los sitios de memoria que se multiplican en el país son objeto de controversia. No solamente por quienes quieren borrar la memoria de esos hechos sino por quienes discrepan en el modo como esas conmemoraciones o sitios debieran implementarse y funcionar.

Existe una tensión no saldada, yo diría imposible de saldar, entre el carácter de inmovilidad que adquieren las fechas en el calendario y los sitios conmemorativos y el carácter móvil, cambiante y múltiple de la memoria.

Hay quienes consideran que en esos espacios no debiera haber actividad ninguna, salvo el señalamiento del uso que se les dio, hay quienes ponen límites a las actividades: está bien una biblioteca, pero no una librería o una cafetería, o música; hay quienes no pondrían límite ninguno a las actividades

La Biblioteca Obispo Angelelli homenajeó el otro día al obispo Angelelli, en el aniversario de su asesinato, y de paso a Patricio Rice, recientemente fallecido, en un acto que se llenó de adolescentes, porque se hicieron presentes estudiantes y docentes de dos escuelas medias: una escuela pública que lleva por nombre Enrique Angelelli y una escuela religiosa.

Originalmente la biblioteca de la subsecretaría de derechos humanos, convertida en secretaría a partir de la asunción presidencial de NK en 2003, la biblioteca Angelelli empezó siendo una biblioteca jurídica, para uso de los abogados y profesionales afectados a la Secretaría.

Ahora, desde el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, quiere convertirse en una biblioteca abierta al público. Fue enriqueciendo y ampliando su repertorio con publicaciones referidas a la historia argentina y de la región, a testimonios y estudios sobre el pasado reciente, a discusiones sobre la memoria, a las doctrinas contrainsurgentes que sirven para conocer el pensamiento del enemigo, al arte referido a estas temáticas.

También a las discusiones sobre seguridad e inseguridad, el terreno por excelencia en la actualidad de la batalla por los derechos humanos. Tiene elementos para proyectar una hemeroteca. Está demorada en infraestructura informática. El Conti ofrece ciclos de cine, conciertos, presentaciones de libros.

Los seminarios anuales y las distintas jornadas organizadas por el Conti están concebidos como espacio de debates, de expresión de puntos de vista múltiples y de voluntad de reconstrucción e indagación crítica del pasado reciente.

El seminario de este año está concebido como homenaje a Walter Benjamín, en los 70 años de su muerte. Para Benjamin la tarea del historiador no es la vivisección despojada de pasiones de un pasado muerto, sino las preguntas que el presente formula a ese pasado.

De allí el carácter cambiante y siempre inconcluso de la historia. Para Benjamín nos une al pasado lo que el pasado ha proyectado respecto de nosotros, y contra la idea de que la historia es inexorablemente la escrita por los triunfadores, Benjamín sostiene la posibilidad de que el presente redima a los vencidos del pasado.

Córdoba, 9 de septiembre de 2010.

Fotografía Prensared.

www.prensared.com.ar




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