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19 y 20 de diciembre de 2001.-



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martes, 7 de septiembre de 2010

LA DEMOCRACIA en la ARGENTINA

Hegemonía comunicacional
La deconstrucción democrática
Publicado el 5 de Septiembre de 2010
Por Jorge Muracciole
Sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Abrir el juego a los nuevos actores sociales, democratizar los contenidos y garantizar la equidad en insumos como el papel es lo contrario al mensaje alarmista de los perpetuos dueños de la palabra.
Una de las deudas pendientes de la transición democrática argentina, que pasó desapercibida para la ciudadanía y para los partidos tradicionales, ha sido la deconstrucción democrática del andamiaje comunicacional nacido bajo la sombra de la dictadura cívico-militar. Este pacto entre los tres periódicos de mayor tirada, La Nación, Clarín y La Razón, y las cúpulas militares en noviembre de 1976 en la compra de Papel Prensa, fue sistemáticamente invisibilizada por la corporación periodística. Con la excepción de minoritarias voces críticas, que fueron silenciadas por la vorágine informativa y la construcción de la agenda post dictatorial.
Con la disertación de Cristina Fernández del 24 de agosto en la Casa Rosada, las acusaciones del conglomerado opositor –sobre el supuesto autoritarismo K y su inexorable corrimiento hacia el chavismo– han quedado debilitadas y sus argumentos apocalípticos sólo pueden tener efecto en los sectores que durante años han sido formateados por el discurso neoliberal y su fobia a cualquier tipo de regulación estatal. La decisión presidencial de poner a debate un hecho naturalizado durante más de 34 años por los mass media y las dirigencias políticas hegemónicas, ha abierto un tema tabú para el establishment y ha colocado como interlocutor privilegiado a la sociedad civil en su conjunto. De igual manera que la nueva Ley de Medios Audiovisuales, que remplazó a la morosidad democrática explicitada, por las sucesivas reformas a piacere de las corporaciones empresarias.
La decisión política del gobierno nacional, en estos dos últimos años, no ha sido otra que de-construir el complejo entramado de intereses monopólicos y empresas que desde la dictadura cívico-militar han manejado la agenda de la débil democracia argentina.
Desde la resistencia encabezada por las organizaciones empresarias del agro, contra la Resolución 125 de otoño de 2008, y la puja distributiva en relación con el millonario negocio de exportación sojera, quedó claro de lo que eran capaces en su pulseada los factores de poder. De esta derrota política se desprendieron medulares enseñanzas, que paradójicamente se han convertido en el principal capital político del gobierno, en relación con las sucesivas batallas encaradas a lo largo de estos dos años. No sólo se comprendió los límites de la alianza con los grandes empresarios agrarios, generada con posterioridad de la crisis de 2001, que sirvió como balón de oxígeno, para permitir al Estado en un período de post crisis, enfrentar las urgentes demandas sociales. Al aprovechar, el viento de cola del crecimiento de los precios del sector primario y, principalmente, de la oleaginosa estrella del mercado internacional, la soja.
El conflicto permitió comprender la debilidad del gobierno de Cristina Fernández ante el cerco comunicacional con las capas medias, producto de la gramática discursiva del potente andamiaje de los mass media, tanto audiovisuales como escritos, que manejaron el relato de los acontecimientos en favor de las corporaciones agrarias.
El acelerado aprendizaje realizado en esos meses por el Ejecutivo dejó claro el rol de los medios tradicionales. Y lo que en su momento fue un punto dentro del programa de gobierno, se convirtió en la madre de todas las batallas. La imperiosa necesidad de entablar puentes de comunicación, que tengan como interlocutora válida la atomizada ciudadanía heredera de años de neoliberalismo económico, individualismo exacerbado y crisis del ideario colectivo. La movida destituyente de la alianza corporativa, aceleró los tiempos del primigenio proyecto de discusión parlamentaria de una nueva Ley de Medios Audiovisuales, en remplazo del viejo decreto Ley de Radiodifusión de la dictadura cívico-militar del ’76. La respuesta de la corporación, tanto política como comunicacional, no se dejó esperar.
Desde las últimas décadas, los expertos en comunicación afirman que la manipulación de la información ejercida por los medios dominantes generan una sutil tarea de montaje de la realidad, que ya no se expresa como un dispositivo lineal de emisión de determinados contenidos, sino que la denominada Agenda Setting, se convierte en el dispositivo comunicacional capaz de incidir en una manipulación indirecta en la construcción del acontecer cotidiano.
Abrir el juego a nuevos actores sociales sin exclusiones, democratizar los contenidos y garantizar la equidad en los insumos básicos como el papel, es paradójicamente lo contrario al mensaje alarmista y distorsionador de los perpetuos dueños de la palabra, que instalan el discurso de la incertidumbre en las clases medias. <

1 comentario:

  1. Hoy en día no podríamos hablar de una plena libertad de expresión en la Argentina. Los medios hegemónicos no permiten la diversidad de opinión en sus espacios. Por otro lado, el canal de Estado y afines no dan lugar a un discurso que no sea el oficialista.
    La polarizción que cubrió a los medios de comunicación no hace ningún bien a la democracia. Deben existir más voces para poder ver diferentes puntos. Las matices ayudarían a ver otro lado de la realidad, que tal vez no sea ni blanco ni negro.

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El coordinador.
Cordoba
Argentina