"El pueblo boliviano vive la mayor revolución social"
09-02-2012
Entrevista al vicepresidente de Bolivia, Álvaro García
Linera
Luis Hernández Navarro
La Jornada
"Los indígenas, que estaban predestinados a ser
campesinos, obreros, porteros o meseros, hoy son ministros, legisladores,
directores de empresas públicas, magistrados de justicia, gobernadores o
presidente"
Además de ser el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García
Linera es uno de los intelectuales de izquierda latinoamericanos más relevantes
en el continente. Aunque su carrera original es la de matemático (la estudió en
la Universidad Nacional Autónoma de México), se formó como sociólogo en la
cárcel y en la práctica.
Él ha teorizado la experiencia de transformación boliviana
como nadie lo ha hecho, es decir, con originalidad, profundidad y frescura. Y
la experiencia boliviana hoy es una referencia obligada y cada vez con mayor
ascendencia en el movimiento popular latinoamericano. García Linera conoce y
domina a profundidad el marxismo clásico, pero está muy lejos de ser
doctrinario. Su pensamiento está muy influido por la obra de Pierre Bordieu.
En entrevista con La Jornada, el vicepresidente señala que
el hecho fundamental que se ha vivido en el actual proceso de transformación
política en curso es que los indígenas, que son mayoría demográfica, hoy son
ministros y ministras, diputados, senadores, directores de empresas públicas,
redactores de constituciones, máximos magistrados de la justicia, gobernadores;
presidente. Este hecho –señala– es la mayor revolución social e igualitaria
acontecida en Bolivia desde su fundación.
García Linera caracteriza el modelo económico de su país
como posneoliberal y de transición poscapitalista. Un modelo que ha recuperado
el control de los recursos naturales que estaban en manos extranjeras para
colocarlos en manos del Estado, dirigido por el movimiento indígena.
–Hace seis años que ustedes gobiernan Bolivia. ¿Se ha
avanzado realmente hacia la descolonización del Estado?
–En Bolivia, el hecho fundamental que hemos vivido ha sido
que aquellas personas, mayoría demográfica antes y hoy, los indígenas, los
indios, a quienes la brutalidad de la invasión y los sedimentos centenarios de
la dominación habían establecido en el propio sentido común de las clases
dominantes y las clases dominadas, que estaban predestinados a ser campesinos,
obreros de bajo oficio, artesanos informales, porteros o meseros, hoy son
ministros y ministras, diputados, senadores, directores de empresas públicas,
redactores de constituciones, máximos magistrados de la justicia, gobernadores;
presidente.
“La descolonización es un proceso de desmontamiento de las
estructuras institucionales, sociales, culturales y simbólicas que subsumen la
acción cotidiana de los pueblos a los intereses, a las jerarquías y a las
narrativas impuestas por poderes territoriales externos. La colonialidad es una
relación de dominación territorial que se impone a la fuerza y con el tiempo se
‘naturaliza’, inscribiendo la dominación en los comportamientos ‘normales’, en
las rutinas diarias, en las percepciones mundanas de los propios pueblos
dominados. Por tanto, desmontar esa maquinaria de dominación requiere mucho
tiempo. En particular el tiempo que se necesita para modificar la dominación
convertida en sentido común, en hábito cultural de las personas.
“Las formas organizativas comunales, agrarias, sindicales
del movimiento indígena contemporáneo, con sus formas de deliberación
asambleística, de rotación tradicional de cargos, en algunos casos, de control
común de medios de producción, son hoy los centros de decisión de la política y
buena parte de la economía en Bolivia.
“Hoy, para influir en los presupuestos del Estado, para
saber la agenda gubernamental no sirve de nada codearse con altos funcionarios
del Fondo Monetario, del Banco Interamericano de Desarrollo, de las embajadas
estadunidense o europeas. Hoy los circuitos del poder estatal pasan por los
debates y decisiones de las asambleas indígenas, obreras y barriales.
“Los sujetos de la política y la institucionalidad real del
poder se han trasladado al ámbito plebeyo e indígena. Los llamados
anteriormente ‘escenarios de conflicto’, como sindicatos y comunidades, hoy son
los espacios del poder fáctico del Estado. Y los anteriormente condenados a la
subalternidad silenciosa hoy son los sujetos decisores de la trama política.
“Este hecho de la apertura del horizonte de posibilidad
histórica de los indígenas, de poder ser agricultores, obreros, albañiles,
empleadas, pero también cancilleres, senadores, ministras o jueces supremos, es
la mayor revolución social e igualitaria acontecida en Bolivia desde su
fundación. ‘Indios en el poder’, es la frase seca y despectiva con la que las
señoriales clases dominantes desplazadas anuncian la hecatombe de estos seis
años.”
–¿Cómo caracterizar el modelo económico que se ha puesto en
práctica? ¿Es una expresión del socialismo en el siglo XXI? ¿Es una modalidad
de posneoliberalismo?
–Básicamente posneoliberal y de transición poscapitalista.
Se ha recuperado el control de los recursos naturales que estaba en manos
extranjeras, para colocarlo en manos del Estado, dirigido por el movimiento
indígena (gas, petróleo, parte de los minerales, agua, energía eléctrica); en
tanto que otros recursos, como la tierra fiscal, el latifundio y los bosques,
han pasado a control de comunidades y pueblos indígeno-campesinos.
“Hoy el Estado es el principal generador de riqueza del
país, y esa riqueza no es valorizada como capital; es redistribuida en la
sociedad a través de bonos, rentas y beneficios sociales directos de la
población, además del congelamiento de las tarifas de los servicios básicos,
los combustibles y la subvención de la producción agraria. Intenta priorizar la
riqueza como valor de uso, por encima del valor de cambio. En ese sentido, el
Estado no se comporta como un capitalista colectivo propio del capitalismo de
Estado, sino como un redistribuidor de riquezas colectivas entre las clases
laboriosas y en un potenciador de las capacidades materiales, técnicas y
asociativas de los modos de producción campesinos, comunitarios y artesanales
urbanos. En esta expansión de lo comunitario agrario y urbano depositamos
nuestra esperanza de transitar por el poscapitalismo, sabiendo que también esa
es una obra universal y no de un solo país.”
–¿Cómo se ve desde Bolivia el proceso de integración
regional? ¿Qué papel juegan Estados Unidos y España? ¿Qué espacio tienen China,
Rusia e Irán?
–El continente latinoamericano está atravesando un ciclo
histórico excepcional. Gran parte de los gobiernos son de carácter
revolucionario y progresista. Los gobiernos neoliberales tienden a aparecer
como retrógrados. Y a la vez, la economía latinoamericana ha desplegado
iniciativas internas que le están permitiendo afrontar de una manera vigorosa
los efectos de la crisis mundial. En particular, la importancia de los mercados
regionales y la vinculación con Asia han definido una arquitectura económica
continental de nuevo tipo. Hay que apostar por profundizar esta articulación
regional y, si es posible, por proyectarnos como una especie de Estado regional
de estados y naciones. Comportarnos como Estado regional en el ámbito del uso y
negociación planetaria de las grandes riquezas estratégicas que poseemos
(petróleo, minerales, litio, agua, agricultura, biodiversidad, industria
semielaborada, fuerza de trabajo joven y calificada..), e internamente,
respetar la soberanía estatal y las identidades nacionales regionales que tiene
el continente. Sólo así podremos tener voz y fuerza propia en el curso de las
dinámicas de mundialización de la vida social.
–¿Hay un papel activo de Washington para sabotear la
transformación boliviana en curso?
–El gobierno estadunidense nunca ha aceptado que las
naciones latinoamericanas puedan definir su destino porque siempre ha considerado
que formamos parte del área de influencia política para su seguridad
territorial, y somos su centro de acopio de riquezas, naturales y sociales.
Cualquier disidencia a este enfoque colonial coloca a la nación insurgente en
la mira de ataque. La soberanía de los pueblos es el enemigo número uno de la
política estadunidense.
“Eso ha pasado con Bolivia en estos seis años. Nosotros no
tenemos nada contra el gobierno estadunidense ni contra su pueblo. Pero no
aceptamos que nadie, absolutamente nadie de afuera nos tenga que venir a decir
lo que tenemos que hacer, decir o pensar. Y cuando como gobierno de movimientos
sociales comenzamos a sentar las bases materiales de la soberanía estatal al
nacionalizar el gas; cuando rompimos con la vergonzante influencia de las
embajadas en las decisiones ministeriales; cuando definimos una política de
cohesión nacional enfrentando abiertamente las tendencias separatistas latentes
en oligarquías regionales, la embajada de Estados Unidos no sólo apoyó
financieramente a las fuerzas conservadoras, sino las organizó y dirigió
políticamente, en una brutal injerencia en asuntos internos. Eso nos obligó a
expulsar al embajador y luego a la agencia antidrogas de ese país (DEA).
“Desde entonces los mecanismos de conspiración se han vuelto
más sofisticados: se usan organizaciones no gubernamentales, se infiltran a
través de terceros en las agrupaciones indígenas, dividen y proyectan
liderazgos paralelos en el campo popular, como quedó recientemente demostrado
mediante el flujo de llamadas desde la propia embajada a algunos dirigentes
indígenas de la marcha del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure
(TIPNIS), el año pasado.
“En todo caso, nosotros buscamos relaciones diplomáticas
respetuosas, pero también estamos atentos a repeler las intervenciones
extranjeras de ‘alta’ o ‘baja’ intensidad.”
–Desde algunos sectores de izquierda se ha señalado que el
bloque conservador ha logrado rearticularse y tomado la ofensiva, mientras el
movimiento social que llevó al MAS al poder ha sido absorbido por la política
institucional. ¿Es correcta esta apreciación?
–Hoy el bloque conservador, de oligarquías extranjerizantes,
no tiene un proyecto alternativo de sociedad capaz de articular una voluntad
general de poder. El horizonte de la actual política boliviana está marcado por
un trípode virtuoso: la plurinacionalidad (pueblos y naciones indígenas al
mando del Estado); la autonomía (desconcentración territorial del poder), y la
economía plural (coexistencia articulada por el Estado de diversos modos de
producción).
“Derrotado temporalmente el proyecto neoliberal de economía
y sociedad de la derecha, lo que hoy caracteriza a la política boliviana es la
emergencia de ‘tensiones creativas’ en el interior del mismo bloque
nacional-popular en el poder. Pasados los grandes momentos de ascenso de masas,
donde se construyó el ideario universal de las grandes transformaciones, el
movimiento social vive en algunos casos un proceso de repliegue corporativo.
Tienden a prevalecer por momentos intereses locales por encima de los
nacionales, o las organizaciones se enroscan en pugnas internas por el control
de cargos públicos. Pero también emergen nuevas temáticas no previstas sobre
cómo conducir el proceso revolucionario. Es el caso del tema de la defensa de
los derechos de la madre tierra, tensionados con la exigencia también popular
de industrializar los recursos naturales.
Como se ve, se trata de contradicciones en el interior del
pueblo, tensiones que someten a debate colectivo el modo de llevar adelante los
cambios revolucionarios. Y eso es sano, es democrático y es el punto de apoyo
de la renovación vivificante de la acción de los movimientos sociales. Aunque
también se trata de contradicciones que podrían ser usadas por el imperialismo
y las fuerzas de derecha agazapadas que de modo ventrílocuo y travestido
proyecten sus intereses de largo plazo, a través de algunos sujetos populares y
de discursos aparentemente altermundistas y ecologistas.
–En septiembre del año pasado, la marcha de los pueblos indígenas
en defensa del TIPNIS y en contra de la construcción de una carretera fue
reprimida por la policía. El hecho fue presentado ante la opinión pública como
la pérdida de apoyo indígena al gobierno de Evo Morales. Se afirmó que el
gobierno boliviano se empecinó en construir la carretera porque había recibido
apoyo económico de la empresa petrolera brasileña OAS. ¿Es cierto?
–La población indígena en Bolivia, al igual que en
Guatemala, es mayoritaria respecto del resto de los habitantes. El 62 por ciento
de los bolivianos son indígenas. Las principales naciones indígenas son la
aymara y la quechua, con cerca de 6 millones de personas ubicadas
principalmente en el altiplano, los valles, las zonas de yungas y también en
tierras bajas. Otras naciones indígenas son los guaraníes, moxeños, yuracares,
chiman, ayoreos y otras 29 que habitan la Amazonia, la Chiquitania y el Chaco
en tierras bajas. La población total de estas naciones de tierras bajas se
estima entre 250 mil y 300 mil habitantes en total.
“El conflicto sobre el TIPNIS ha involucrado a algunos
pueblos indígenas de tierras bajas, pero se mantiene el apoyo de los indígenas
de tierras altas y valles, que son 95 por ciento de la población indígena de
Bolivia. Y de los indígenas movilizados, la mayor parte eran dirigentes de
otras zonas que no son precisamente del TIPNIS, pero que cuentan con un apoyo
sistemático de organismos no gubernamentales ambientalistas, varias de ellas
financiadas por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
(USAID), además del respaldo de las principales redes de comunicación
televisiva privada, de propiedad de viejos militantes de la oligarquía
separatista, y con amplia influencia en la construcción de la opinión pública
de clase media. Estos días ha llegado a La Paz otra marcha, también de
indígenas de tierras bajas, y con mayor presencia de indígenas del TIPNIS, que
demandan la construcción de la carrtera por el parque, argumentando que no es
posible que se los margine de los derechos a la salud, educación y transporte,
a los que hoy sólo pueden acceder después de días de caminata.
“El problema es complejo. Están entremezclados temas propios
del debate revolucionario, como el del difícil equilibrio entre el respeto a la
madre tierra y la necesidad urgente de vincular al país después de siglos de
devertebración aislacionista de regiones. Está el debate entre la relación
orgánica y el liderazgo de los pueblos indígenas de tierras altas en el Estado
plurinacional, diferente a la relación aún ambigua con el Estado plurinacional
por parte de los pueblos indígenas de tierras bajas.
“Pero también está de por medio la estrategia de la
oligarquía regional cruceña de impedir esa carretera, que desvincularía la
actividad económica de toda la Amazonia de su control empresarial. Está el
interés estadunidense de resguardar la Amazonia como su reservorio de agua y
biodiversidad, y el de promover divisiones entre los liderazgos indígenas para
crear condiciones para la expulsión de los indígenas del poder estatal. Está el
interés de algunas ONG acostumbradas a hacer grandes negocios privados con los
parques.
En todo caso, en medio de esta trama de intereses, como
gobierno tenemos que tener la capacidad de resolver democráticamente las
tensiones internas, y de develar y neutralizar los intereses
contrarrevolucionarios que muchas veces se visten de ropaje
seudorrevolucionario.
–¿Por qué construir esa carretera a pesar de la oposición de
una parte de la población?
–Por tres motivos. El primero, para garantizar a la
población indígena del parque el acceso a los derechos y garantías
constitucionales: agua potable para que los niños no se mueran de infecciones
estomacales. Escuelas con profesores que enseñen en su idioma, preservando su
cultura y enriqueciéndola con las otras culturas. Acceso a mercados para llevar
sus productos sin tener que navegar en balsas una semana para vender su arroz o
comprar sal 10 veces más cara que en cualquier tienda de barrio.
“El segundo motivo, la carretera permitirá vincular por
primera vez la Amazonia, que es una tercera parte del territorio boliviano, con
el resto de las regiones de los valles y altiplano. Bolivia mantiene aislada a
la tercera parte de su territorialidad, lo que ha permitido que la soberanía
del Estado sea sustituida por el poderío del patrón de hacienda, del maderero
extranjero o el narcotraficante.
Y el tercer motivo es de carácter geopolítico. Las
tendencias separatistas de la oligarquía, que estuvieron a punto de dividir
Bolivia en 2008, fueron contenidas porque se les derrotó políticamente durante
el golpe de Estado de septiembre de ese año, y porque parte de su base
material, la agroindustria, fue ocupada por el Estado. Sin embargo, hay un
último pilar económico que mantiene en pie a las fuerzas retrógradas de
tendencias separatistas: el control de la economía amazónica, que para llegar
al resto del país, obligatoriamente, tiene que pasar por el procesamiento y
financiación de empresas bajo control de una fracción oligárquica asentada en
Santa Cruz. Una carretera que vincule directamente la Amazonia con los valles y
el altiplano reconfiguraría radicalmente la estructura de poder económico
regional, derrumbando la base material final de los separatistas y dando lugar
a un nuevo eje geoeconomico al Estado. Lo paradójico de todo esto es que la
historia haya colocado a algunos izquierdistas como los mejores y más locuaces
defensores de los intereses más conservadores y reaccionarios que tiene el
país.
–Se ha dicho que Bolivia sigue siendo un abastecedor de
materias primas en el mercado internacional y que el modelo de desarrollo en
práctica (que algunos analistas han calificado como extractivista) no cuestiona
este papel. ¿Es cierto? ¿Se trata de una fase transitoria de acumulación que se
acompaña de una redistribución de la renta?
–Ni el extractivismo ni el no-extractivismo, ni el
industrialismo son una vacuna contra la injusticia, la explotación y la
desigualdad. En sí mismos, no son ni modos de producir ni modos de gestionar la
riqueza. Son sistemas técnicos de procesar la naturaleza mediante el trabajo. Y
dependiendo de cómo se usen esos sistemas técnicos, de cómo se gestione la
riqueza así producida, se podrá tener regímenes económicos con mayor o menor
justicia, con explotación o sin explotación del trabajo.
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/02/07/politica/002e1pol
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