10-02-2012
Aniversarios de la “nohistoria”
Noam Chomsky
NYT/Truthout
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
George Orwell acuñó el útil término “nopersona” para
personas a las que se niega el estatuto de personas porque no acatan la doctrina estatal. Podemos
agregar el término “nohistoria” para referirnos a la suerte de nopersonas,
expurgadas de la historia por motivos semejantes.
La nohistoria de las nopersonas se recuerda a lo largo de
los los aniversarios. Los importantes generalmente se conmemoran con la debida
solemnidad cuando resulta apropiado, como por ejemplo Pearl Harbor. Pero otros
no se conmemoran y podríamos aprender mucho de nosotros si los sacamos de la
nohistoria.
Ahora mismo no conmemoramos un evento de gran significación
humana: el 50 aniversario de la decisión del presidente Kennedy de lanzar la
invasión directa de Vietnam del Sur, que pronto se convirtió en el crimen más
extremo de agresión desde la Segunda Guerra Mundial.
Kennedy ordenó que la Fuerza Aérea de EE.UU. bombardeara
Vietnam del Sur (en febrero de 1952, se habían realizado cientos de misiones);
autorizó la guerra química para destruir cultivos con el fin de hambrear hasta
la sumisión a la población rebelde; y activó programas que acabaron llevando a
millones de aldeanos a tugurios urbanos y a campos virtuales de concentración,
o “Aldeas Estratégicas”. Allí los aldeanos serían “protegidos” contra las
guerrillas indígenas a las cuales, como sabía el gobierno, apoyaban
voluntariamente.
Los esfuerzos oficiales para justificar los ataques eran
escasos y la mayor parte fantasiosos. Uni típico fue el apasionado discurso del
presidente ante la Asociación Estadounidense de Editores de Periódicos el 27 de
abril de 1961, cuando señaló que “en todo el mundo se nos opone una
conspiración monolítica e implacable que se basa primordialmente en medios
clandestinos para expandir su esfera de influencia”. En las Naciones Unidas, el
25 de septiembre de 1961, Kennedy dijo que si esa conspiración lograba sus
objetivos en Laos y Vietnam “las puertas quedarán abiertas”.
Los efectos a corto plazo fueron mencionados por el
altamente respetado especialista en Indochina e historiador militar Bernard
Fall, que no era pacifista, pero se preocupaba por la gente de los países
atormentados.
A principios de 1965 calculó que unos 66.000 sudvietnamitas
murieron entre 1957 y 1961; y otros 89.000 entre 1961 y abril de 1965, en su
mayoría víctimas del régimen cliente de EE.UU. o “del peso aplastante de los
blindados, napalm, bombarderos jet y finalmente gases vomitivos
estadounidenses”.
Las decisiones se mantuvieron ocultas, así como las
espantosas consecuencias que persisten. Para mencionar solo una ilustración:
Scorched Earth de Fred Wilcox, el primer estudio serio del horripilante y
continuo impacto de la guerra química en los vietnamitas, apareció hace algunos
meses –y probablemente se sumará a otras obras de la nohistoria. El núcleo de
la historia es lo que sucedió. El núcleo de la nohistoria es “borrar" lo
que sucedió.
En 1967, la oposición a los crímenes en Vietnam del Sur
había llegado a un grado importante. Cientos de miles de soldados de EE.UU.
causaban estragos en Vietnam del Sur y se sometían las áreas pobladas a
intensos bombardeos. La invasión se había propagado al resto de Indochina.
Las consecuencias habían llegado a ser tan horrendas que
Bernard Fall predijo que “Vietnam como entidad cultural e histórica… está
amenazado de extinción… (mientras)… el campo literalmente muere bajo los golpes
de la mayor maquinaria militar jamás desatada contra un área de ese tamaño”.
Cuando la guerra terminó ocho devastadores años más tarde,
la opinión dominante estaba dividida entre los que la llamaban una “causa
noble” que podría haberse ganado con más dedicación y en el otro extremo, los
críticos, para quienes había sido “un error” que resultó demasiado costoso.
Faltaban todavía los bombardeos de la remota sociedad campesina
del norte de Laos, con tal magnitud que las víctimas vivieron en cuevas durante
años para tratar de sobrevivir; y poco después el bombardeo de Camboya rural,
sobrepasando el nivel de todos los bombardeos aliados en el escenario del
Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1970, el consejero nacional de seguridad de EE.UU., Henry
Kissinger, ordenó “una masiva campaña de bombardeo en Camboya. Cualquier cosa
que vuele sobre cualquier cosa que se mueva” –un llamado al genocidio de un
tipo raramente encontrado en los archivos conocidos.
Laos y Camboya fueron “guerras secretas”, porque la
información fue poca y los hechos todavía son poco conocidos por el público en
general o incluso por elites educadas, quienes sin embargo pueden recitar de
memoria cada crimen real o supuesto de los enemigos oficiales.
Otro capítulo en los anales desbordantes de la nohistoria
Dentro de tres años podremos –o no podremos– conmemorar otro
evento de gran relevancia contemporánea: el octavo centenario de la Carta
Magna.
Ese documento es el fundamento de lo que la historiadora
Margaret E. McGuiness, refiriéndose a los Juicios de Núremberg, aclamó como un
“tipo particularmente estadounidense de legalismo: castigo solo para quienes se
pueda demostrar que son culpables, por medio de un juicio justo, con una
panoplia de protecciones de procedimiento”.
La Carta Magna declara que “ningún hombre libre” será
privado de derechos “excepto por el juicio legal de sus pares y por la ley del
país”. Los principios se ampliaron posteriormente para aplicarlos a todas las
personas en general. Cruzaron el Atlántico y entraron en la Constitución y en la
Declaración de Derechos de EE.UU., señalando que no se puede privar de derechos
a ninguna "persona" sin el debido proceso y un juicio rápido.
Los fundadores, claro está, no querían que el término
“persona” se aplicara a todas las personas. Los americanos nativos no eran
personas. Tampoco los esclavos. Las mujeres apenas eran personas. Sin embargo,
concentrémonos en la noción central de la presunción de inocencia, que se ha
arrojado al olvido de la nohistoria.
Otro paso del debilitamiento de los principios de la Carta
Magna fue cuando el presidente Obama firmó la Ley de Autorización de la Defensa
Nacional, que define la práctica Bush-Obama de detención indefinida sin juicio
bajo custodia militar.
En la actualidad ese tipo de tratamiento es obligatorio en el
caso de los acusados de ayudar a fuerzas enemigas durante la “guerra contra el
terror”, u opcional si los acusados son ciudadanos estadounidenses.
El alcance es ilustrado por el primer caso de Guantánamo que
llegó a proceso bajo el presidente Obama: el de Omar Khadr, un ex niño soldado
acusado del horrendo crimen de tratar de defender su aldea afgana cuando fue
atacada por fuerzas de EE.UU. Capturado a los 15 años, Khadr fue encarcelado
durante ocho años en Bagram y Guantánamo, luego llevado ante un tribunal
militar en octubre de 2010, donde se le dio la alternativa de declararse
inocente y permanecer en Guantánamo para siempre, o de declararse culpable y
permanecer solo 8 años más. Khadr prefirió esto último.
Muchos otros casos iluminan el concepto de “terrorista”. Uno
es Nelson Mandela, sacado de la lista de terroristas solo en 2008. Otro fue
Sadam Hussein. En 1982 Irán salió de la lista de Estados que apoyaban el
terrorismo para que el gobierno de Reagan pudiera suministrar ayuda a Hussein
después de que invadió Irán.
La acusación es caprichosa, sin revisión o recurso, y
refleja comúnmente objetivos políticos, en el caso de Mandela para justificar
el apoyo del presidente Reagan a los crímenes del Estado del apartheid en su
defensa contra uno de los “grupos terroristas más notorios” del mundo: el
Congreso Nacional Africano de Mandela.
Lo más importante está consignado en la nohistoria.
© 2011 Noam
Chomsky
Distributed
by The New York Times Syndicate.
© 2011 The New York Times Company
El libro más reciente de Noam Chomsky, en colaboración con
Ilan Pappe, es "Gaza in Crisis." Chomsky es profesor emérito de
lingüística y filosofía en el Massachusetts Institute of Technology en
Cambridge, Mass.
Fuente:
http://www.truthout.org/anniversaries-unhistory/1328369965
rCR
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