"El hambre es obra de las
Empresas y la humanidad puede eliminarla"
Otro mundo es
posible
24-02-2012
Entrevista a Jean Ziegler, ex relator especial de las
Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación
Éric Toussaint
Rebelión
Traducido por Griselda Pinero
1.- ¿Qué relación establece usted entre el endeudamiento de
los países más industrializados y el hambre que atenaza una parte importante de
la población africana?
Antes de responder a su pregunta, quisiera hablar de la extensión
del desastre. La masacre anual de decenas de millones de seres humanos
producida por el hambre es el escándalo de nuestro siglo. Cada cinco segundos
muere de hambre un niño menor de 10 años, 37.000 personas mueren de hambre cada
día y 1.000 millones, de los 7.000 que somos, quedan mutilados por la
subalimentación permanente… y eso en un planeta que desborda riquezas.
El informe sobre la inseguridad alimentaria en el mundo
elaborado por la FAO, que da las cifras de las víctimas, dice que la agricultura
mundial en la etapa actual podría alimentar normalmente (2.200 calorías diarias
por individuo adulto) a 12.000 millones de personas, o sea, casi el doble de la
población mundial actual.
En el umbral de este nuevo milenio, por lo tanto no existe
ninguna fatalidad, ninguna penuria objetiva. Un niño que muere de hambre cae
asesinado.
Durante ocho años fui relator especial de las Naciones
Unidas para el derecho a la alimentación. Este libro, Destruction massive.
Géopolitique de la faim, es el relato de mis combates, de mis fracasos, de mis
ocasionales y frágiles victorias y también de mis traiciones.
El problema de los que padecen hambre no es la
disponibilidad general de alimentos en el planeta, sino su propio acceso a los
alimentos, y esencialmente su falta de poder adquisitivo para comprarlos. El
hambre estructural es la que mata cotidianamente debido a las fuerzas de
producción insuficientemente desarrolladas en los campos del hemisferio sur. El
hambre coyuntural, por el contrario, golpea cuando una economía se desploma
bruscamente, a causa de una catástrofe climática o una guerra.
Vuelvo a su pregunta. La relación entre la deuda y la
destrucción por el hambre es particularmente evidente en el combate contra el
hambre coyuntural.
Entre 2008 y 2010, el Programa Alimentario Mundial perdió
prácticamente la mitad de su presupuesto: era de 6.000 millones de dólares en
2008, y ahora es de 3.200 millones. Los Estados industriales se endeudaron
masivamente para refinanciar a sus bancos… y han eliminado o reducido
fuertemente sus contribuciones al PAM. Pero el PAM es el encargado de la ayuda
alimentaria urgente en caso de catástrofe climática o de guerra.
En consecuencia, el Programa Alimentario Mundial no puede
comprar alimentos suficientes para la ayuda urgente en caso de hambruna, como
pasa ahora en el Cuerno de África, donde los funcionarios de la ONU rechazan
todos los días la entrada de cientos de familias, refugiadas del hambre, en sus
17 campos de acogida instalados en la región. La deuda es responsable de la
destrucción de miles de seres humanos.
2.- Bajo la misma perspectiva, ¿qué relación establecería
usted entre la crisis bancaria y económica que estalló en los años 2007-2008 en
los países más industrializados y la crisis alimentaria mundial, casi
simultánea?
La crisis financiera de 2007-2008 provocada por la
delincuencia bancaria tuvo en especial dos consecuencias. La primera: los
fondos especulativos (hedge funds) y los grandes bancos se trasladaron después
de 2008, abandonando los mercados financieros para orientarse hacia mercados de
bienes primarios, principalmente agrícolas. Si observamos los precios de los
tres alimentos básicos (maíz, arroz y trigo), que cubren el 75% del consumo
mundial de alimentos, vemos que aumentaron de forma explosiva. En 18 meses, el
precio del maíz aumentó un 98%, la tonelada de arroz pasó de 105 dólares a
1.010 dólares y la tonelada de trigo para harina dobló su precio desde
septiembre de 2010, pasando a 271 euros. Esta explosión de precios produce
beneficios astronómicos a los especuladores, pero mata en los barrios
miserables a centenares de miles de mujeres, hombres y niños.
La segunda consecuencia es la carrera de los hedge funds y
otros especuladores por las tierras cultivables del hemisferio sur.
Según el Banco Mundial, el año pasado, 41 millones de hectáreas
de tierras cultivables fueron acaparadas por fondos de inversiones y
multinacionales únicamente en África, con el resultado de la expulsión de los
pequeños campesinos. Lo que se debe denunciar es el papel del Banco Mundial, y
también del Banco Africano de Desarrollo, que financian estos robos de tierras.
Para justificarse, estas organizaciones enuncian la teoría perniciosa de que la
productividad agrícola en África es muy baja. Cosa cierta. Pero se debe aclarar
que no es porque los campesinos africanos sean menos competentes o menos
trabajadores que los campesinos franceses. Es porque esos países están
estrangulados por su deuda externa. No tienen dinero para constituir reservas
para casos de catástrofes ni para invertir en la agricultura de subsistencia.
Es falso que la solución vendrá de la cesión de las tierras a las
multinacionales.
Lo que hay que hacer es que esos países sean capaces de
invertir en agricultura y de dar a los campesinos los instrumentos mínimos para
aumentar su productividad: herramientas, riego, buenas semillas, abonos.
Un ejemplo: el 3,8% de las tierras africanas son de regadío.
En todo el continente sólo existen 250.000 animales para el trabajo agrícola y
algunos miles de tractores. Los abonos minerales, las semillas seleccionadas
están, en gran medida, ausentes.
3.- ¿Cuál es la tesis central de su libro Destruction
massive. La géopolitique de la faim?
El hambre es obra de las personas y la humanidad puede
eliminarla. Los principales enemigos del derecho a la alimentación son la
decena de sociedades transcontinentales privadas que dominan casi con
exclusividad el mercado alimentario. Fijan los precios, controlan los stocks y
deciden quién vivirá y quién morirá, porque solamente los que tienen dinero
tendrán acceso a los alimentos. El año pasado, por ejemplo, Cargill controló
más del 26% de todo el trigo comercializado en el mundo. Pero estos monopolios
disponen además de organizaciones mercenarias: la Organización Mundial del
Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Estos son los
tres jinetes del Apocalipsis. Si bien reconocen que el hambre es terrible,
estiman que cualquier intervención en el mercado es un pecado. Para ellos,
reclamar una reforma agraria, un salario mínimo o la subvención de alimentos
básicos, por ejemplo, para salvar las vidas de los más pobres es una herejía.
Según estos grandes trusts, que de forma conjunta controlan cerca del 85 % del
mercado alimentario, el hambre solamente se vencerá en el momento en que se
produzca la liberalización total del mercado y la privatización de todos los
sectores públicos.
Esta teoría neoliberal es mortífera y oscurantista. La Unión
Soviética se derrumbó en 1991 (fue una buena cosa). Hasta ese momento, una de
cada tres personas vivía bajo un régimen comunista y el modo de producción
capitalista estaba limitado regionalmente. Sin embargo, en 20 años el
capitalismo financiero se extendió como la peste por todo el mundo. Y engendró
una instancia única de regulación: el mercado mundial, la dichosa mano invisible.
Los Estados perdieron su soberanía y la pirámide de los mártires ha crecido. Si
los neoliberales tuvieran razón, la liberalización y la privatización habrían
debido reabsorber el hambre. Ahora bien, se produjo justamente lo contrario. La
pirámide de mártires no deja de crecer. La muerte colectiva debida al hambre se
vuelve cada día más terrorífica.
Pero a pesar de su título —Destruction massive— mi libro es
un libro de esperanza.
No hay impotencia en democracia. Existen medidas concretas
que nosotros, ciudadanas y ciudadanos de los Estados democráticos de Europa,
podríamos imponer de inmediato: prohibir la especulación en la bolsa de los
productos alimentarios, hacer que se detenga el robo de tierras cultivables por
las sociedades multinacionales, impedir el dumping agrícola, conseguir la
anulación de la deuda externa de los países más pobres para que puedan invertir
en la agricultura para la alimentación local, terminar con los agrocarburantes…
Se puede obtener todo eso si nuestros pueblos se movilizan. Escribí Destruction
massive. Géopolitique de la faim para fortalecer la conciencia de los
ciudadanos. Y lo repito, mientras discutimos, cada cinco segundos muere de
hambre un niño menor de diez años. Las fosas están allí. Y los responsables son
identificables.
Además, tuvieron lugar enormes insurrecciones de campesinos
—totalmente ignoradas por la prensa de Occidente— en numerosos países del Sur:
en Filipinas, en Indonesia, en Honduras, en el norte de Brasil. Los campesinos
invaden las tierras robadas por las sociedades multinacionales, luchan, mueren,
pero también a veces salen victoriosos. George Bernanos escribió: «Dios no
tiene otras manos que las nuestras».
El orden caníbal del mundo se puede destruir y se puede
asegurar la felicidad material para todos. Tengo confianza: en Europa, la
insurrección de las conciencias está próxima.
4.- Desde hace años, en particular como vicepresidente del
Comité Consultivo del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, usted actúa
con el fin de que se adopte un pacto u otro instrumento legal internacional que
garantice los derechos de los campesinos a escala planetaria. ¿Hasta dónde se
ha llegado, actualmente?
El proyecto de una convención internacional que proteja los
derechos de los campesinos (derecho a la tierra, derecho a las semillas,
derecho al agua, etc.) se someterá en junio a la Comisión de los Derechos
Humanos. La convención materializaría el principio de la obligación extraterritorial
de los Estados. En concreto: se podría considerar al Estado francés responsable
de las violaciones de los derechos de los campesinos cameruneses o de Benín por
las sociedades Vincent Bolloré o Vilgrain.
La batalla es incierta.
5.- ¿Qué utilidad pueden tener los análisis y las acciones
del CADTM en el combate por el derecho a la alimentación, y más allá en un
cambio radical en materia de derechos humanos?
El oscurantismo neoliberal envenena a la mayor parte de los
gobiernos y a una gran parte de la opinión pública. Los análisis y los combates
del CADTM son esenciales. Jean-Paul Sartre escribió: «Conocer al enemigo,
combatir al enemigo». Esta doble exigencia está magníficamente asumida por el
CADTM.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor
mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
publicarlo en otras fuentes.
rCR
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