Como prólogo del libro “Autobiografía. Mario ‘Negro’ Aguirre. Por el camino
de la emancipación”, Roberto Baschetti, escribió: “Sin lugar a dudas la década
que va desde fines de los ’60 a principios de los ’70 puede considerarse como
aquella en que la llama de la revolución iluminó y dio calor a la Argentina como
nunca antes y claro está, como nunca después, en nuestra historia
contemporánea. Basta recordar sucintamente lo sucedido luego de
la caída de Perón en septiembre de 1955. Esa oligarquía nativa conjuntamente con
el imperialismo intentó retrotraer el ámbito político, económico y social de
nuestra gente a los mismos parámetros conocidos en la década infame, o sea a la
experiencia inmediatamente anterior al peronismo. Es decir riqueza y poder para
unos pocos; angustia y sufrimiento para el conjunto de los trabajadores. Pero no
podrán imponer ese nuevo proyecto dependiente. Los diez años de justicia social,
independencia económica y soberanía política con salud, trabajo y educación para
todos pegaron fuerte en la conciencia popular. Y la ofensiva gorila se estrella
contra la Resistencia Peronista. En ella, millares de compañeros se suman a la
lucha, para defender su identidad política, para lograr el regreso de Perón a la
patria, para que el peronismo vuelva a ser gobierno. A uno de
esos hombres me refiero en estas líneas. A quién resultó con el correr del
tiempo un paradigma de lo que tiene que ser un dirigente sindical. Solidario,
combativo, valiente, sabio en sus decisiones para privilegiar al conjunto.
Tenaz, lúcido, capaz y por sobre todas las cosas incorruptible. Y por eso pagó
su lealtad a la clase trabajadora y al pueblo peronista con cárceles,
persecuciones y proscripciones. Por todo esto es un ejemplo Mario
Aguirre. Inmerecidamente de mi parte, además, me privilegia
con su amistad. Les digo sobre todo a los jóvenes, que todo lo
que les quieren hacer creer sobre la maldad y las bajezas del sindicalismo en
Argentina no es cierto. Si bien entre la dirigencia obrera hubo algunos cretinos
que olvidaron su origen de clase, burócratas traidores, y sindicalistas
vendidos; hubo muchísimos, pero muchísimos más que llegaron a dar la vida por
ser fieles al mandato de sus representados. Que nunca transaron con el poder de
turno, que nunca se pusieron una corbata para entrevistarse con el dictador cano
de gesto adusto y uniforme entorchado, que no coleccionaron perros de raza o
cuadros valiosos, que no viajaron por el mundo “occidental y cristiano” tomando
cursos pagos con el único fin de ser “racionales” a los intereses de la
patronal, que no dilapidaron el aporte mensual de sus afiliados jugándose todo a
las patas de un caballo de carrera, que no tuvieron que recurrir
irremediablemente a matones armados que les sirvieran de custodia personal, que
no traicionaron las luchas obreras, que no botonearon a sus compañeros. En esta
vereda de la honestidad y la ética está para siempre, con letras de molde, Mario
Aguirre, de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) – Rosario. Al lado de
Atilio López, Raimundo Ongaro, René Salamanca y el Gringo Tosco por nombrar
solamente a los ahora que me vienen a la memoria. Tiempo atrás escuché decir al
renombrado artista plástico y militante Daniel Santoro, una verdad
incontrastable. Dijo: “al revés del socialismo y del capitalismo, el peronismo
no es una promesa en el futuro sino una pérdida en el pasado de nuestra
felicidad”. Quizá por eso mismo Mario Aguirre siempre militó en el Peronismo;
porque sabía muy dolorosamente que había perdido, pero también sabía desde
donde, como y que quería recuperar. En este libro que tengo el honor de
prologar, podremos seguir su atrayente vida personal, su trayectoria política en
el sindicato, en la CGT de los Argentinos, en el Peronismo Auténtico, en
Intransigencia y Movilización Peronista. Sus comienzos en la Resistencia, su
relación con Alberto Belloni, su entrevista con Perón en Madrid, su
enfrentamiento con la burocracia sindical de su gremio, enquistada en la
conducción nacional del mismo, que lo expulsa del cargo (Secretario General de
la Seccional Rosario) pese al reclamo de las bases que lo apoyan
incondicionalmente y recuerdan que fue el único dirigente gremial que se puso al
frente de las huelgas y movilizaciones de los trabajadores de las fábricas
militares de Rosario, que reclamaban un aumento de salarios que si les fue
otorgado. No contentos con desplazarlo y al ver que sigue en la lucha, a
principios del ’76 colocan una bomba de gran poder que destruye su casa,
perdiéndolo todo. Para peor durante el transcurso de la última dictadura
cívico-militar que padecimos, el “Negro” Aguirre fue apresado y puesto a
disposición del P.E.N. Nada de eso lo apartó de su puesto de lucha. Por el
contrario lo fortaleció en sus principios. Cometo la infidencia de cerrar este
escrito reproduciendo parte de unas líneas que me envió a título personal, desde
Baradero, lugar donde reside actualmente, un 4 de agosto del año 2.000. Luego de
pasar revista a la situación caótica en que se desenvolvía la cuestión social en
nuestro país y que inexorablemente decantaría al año siguiente en un nuevo
Argentinazo, me escribió como corolario: “Hay que dejarse de joder, dejando de
lado las apetencias personales o de círculo y redoblar esfuerzos por la
concreción de lo nuevo: El Movimiento Nacional popular, participativo,
pluralista y antiimperialista a los fines de cortar para siempre las cadenas de
la dependencia, para volver a ser libres y soberanos, naciendo de esta forma una
nueva y gloriosa nación para la felicidad de todos su hijos”. Qué más puedo yo
agregar a esto, que no sea felicitarlo por sus 80 años ya cumplidos y admirarlo
por lo que es”. El querido compañero Mario Aguirre falleció en Baradero,
provincia de Buenos Aires (ciudad que lo vio nacer un 23 de marzo de 1928 y
donde ahora residía), el 23 de agosto de 2010, en un nuevo aniversario del
secuestro y desaparición de Felipe Vallese, nuestro primer mártir
secuestrado-desaparecido.
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