20-02-2012
La decadencia de EE.UU. en
perspectiva (Parte I)
“Perdiendo” el mundo
Noam Chomsky
Tom Dispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de Tom Dispatch
En mayo de 2007, tropecé con bocetos en el sitio en la web
de una firma arquitectónica de Kansas contratada para construir una monstruosa
embajada combinada con ciudadela para el centro de comando de Gran Medio
Oriente en 42 hectáreas en el centro de la capital iraquí, Bagdad. Presentaban
las impresiones de un artista de cómo se vería el lugar – un gigantesco
complejo autosuficiente prosaico (pensad en centros comerciales o proyectos
habitacionales) y opulento (una gigantesca piscina, canchas de tenis, un centro
recreativo).
Impresionado por el hecho de que el gobierno de EE.UU. se
propusiera construir la mayor embajada de todos los tiempos en el corazón petrolero
del planeta, escribí un artículo: “El buque nodriza aterriza en Iraq” sobre
esos planes y presenté un pequeño tour del proyecto mediante esos burdos
dibujos. Desde TomDispatch comenzó a circular por Internet y pronto un
Departamento de Estado aterrorizado declaró una “ruptura de la seguridad” y
obligó a la firma a retirar los bocetos de su sitio en la web.
Ahora, más de cinco años después, tenemos las primeras fotos
públicas de la embajada –una piscina, un campo de baloncesto, canchas de tenis,
y una cafetería maravillosa– precisamente cuando llegó la noticia de que el
vasto despilfarro, construido con 750 millones de dólares del contribuyente,
con un presupuesto de 6.000 millones del Departamento de Estado para este año,
y su propia fuerza aérea mercenaria, está a punto de sufrir una reducción de su
personal de 16.000. En un artículo del Washington Post sobre el tema, citan al
senador Patrick Leahy diciendo: “He estado en embajadas en todo el mundo, y uno
llega a ese sitio y se siente como ‘¡Híjole! ¡Wuau!’ De repente se está frente
a algo tan completamente fuera de escala con todo lo que conoce, que uno se tiene
que preguntar ¿qué estaban pensando cuando lo construyeron?”
La respuesta es: en 2004, cuando comenzó la planificación
para este elefante blanco entre las embajadas, el gobierno de Bush todavía
soñaba con una Pax Americana impuesta por Washington en el Gran Medio Oriente y
lo veía como su puesto de comando occidental. Ahora, claro está, las vastas
mega-bases estadounidenses en Iraq con sus múltiples rutas de autobuses,
gigantescos supermercados, Pizza Huts, Cinnabons y Burger Kings, donde iban a
poner en guarnición durante décadas a soldados estadounidenses siguiendo el
“modelo coreano”, son otros tantos pueblos fantasma, decadentes zigurats
estadounidenses en Mesopotamia. Del mismo modo, esas fotos de la embajada
parecen instantáneas de Pompeya justo cuando la ceniza comenzaba a caer.
Mientras tanto, en Afganistán, las noticias son similarmente deprimentes, y
reducciones y retiradas se encuentran repentinamente a la orden del día. Algo
está cambiando. Es un sentimiento tectónico. Ciertamente estamos recibiendo
otro conjunto de señales de que los planes imperiales estadounidenses en
Eurasia continental se han derrumbado y quemado y que EE.UU. se reagrupa ahora
y se dirige “mar adentro”.
Qué momento entonces para que Noam Chomsky intervenga sobre
el tema de la decadencia de EE.UU. Tom
“Perdiendo” el mundo
La decadencia de EE.UU. en perspectiva, Parte I
Noam Chomsky
Los aniversarios significativos son conmemorados
solemnemente – el ataque de Japón contra la base naval de EE.UU. en Pearl
Harbor, por ejemplos. Otros son ignorados, y frecuentemente nos enseñan
lecciones valiosas sobre lo que probablemente nos espera. Ahora mismo, de
hecho.
Por el momento, no estamos conmemorando el 50 aniversario de
la decisión del presidente
John F. Kennedy de lanzar el acto de agresión más
destructivo y asesino del período posterior a la Segunda Guerra Mundial: la
invasión de Vietnam del Sur, y después de toda Indochina, dejando a millones de
muertos y a cuatro países devastados, con víctimas que siguen aumentando por
los efectos a largo plazo de la saturación de Vietnam del Sur con algunos de
los carcinógenos más letales conocidos, realizada para destruir la cobertura en
el terreno y los cultivos alimentarios.
El objetivo primordial era Vietnam del Sur. Posteriormente
la agresión se extendió hacia el Norte, luego a la remota sociedad campesina
del norte de Laos, y finalmente a Camboya rural, que fue bombardeada al
sorprendente nivel de todas las operaciones aéreas aliadas en la región del
Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, incluidas las dos bombas atómicas
arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Al hacerlo, se cumplieron las órdenes de
Henry Kissinger –“todo lo que vuela sobre todo lo que se mueve”– un llamado al
genocidio que es raro en los antecedentes históricos. Poco de esto es
recordado. La mayor parte es apenas conocida más allá de círculos limitados de
activistas.
Cuando la invasión fue lanzada hace 50 años, la preocupación
fue tan ligera que hubo pocos esfuerzos por justificarla, apenas más que el
apasionado argumento del presidente de que “en todo el mundo se nos opone una
conspiración monolítica e implacable que se basa primordialmente en medios
clandestinos para expandir su esfera de influencia” y si la conspiración logra
sus objetivos en Laos y Vietnam: “las puertas se abrirán ampliamente”.
En otro sitio, advirtió además que “los complacientes, los
autoindulgentes, las sociedades blandas están a punto de ser barridos con los
despojos de la historia [y] solo los fuertes… pueden llegar a sobrevivir”,
reflexionando en este caso sobre el fracaso de la agresión y del terror
estadounidense para aplastar la independencia de Cuba.
Para cuando la protesta comenzó a aumentar media docena de
años después, el respetado especialista en Vietnam e historiador militar
Bernard Fall, ningún pacifista, predijo que “Vietnam como entidad cultural e
histórica… está amenazado por la extinción… [mientras]… el campo muere
literalmente bajo los golpes de la mayor maquinaria militar jamás desencadenada
sobre un área de este tamaño”. De nuevo se refería a Vietnam del Sur.
Cuando la guerra terminó después de ocho horrendos años, la
opinión dominante estaba dividida entre los que describían la guerra como una
“noble causa” que podría haber sido ganada con más dedicación, y en el extremo
opuesto, los críticos, para quienes fue un “error” demasiado costoso. En 1977,
el presidente Carter, provocó poca atención cuando explicó que “no tenemos
ninguna deuda” con Vietnam porque “la destrucción fue mutua”.
Todo esto contiene importantes lecciones para nuestros días,
incluso fuera de otro recuerdo de que solo los débiles y derrotados tienen que
rendir cuentas por sus crímenes. Una lección es comprender lo que está
sucediendo cuando solo prestamos atención a los eventos críticos del mundo
real, a menudo desdeñados en la historia, sino también a lo que creen los
dirigentes y la opinión de la elite, por teñidos de fantasía que estén. Otra
lección es que junto a la fantasía elucubrada para aterrorizar y movilizar al
público (y que tal vez sea creída por algunos que son atrapados por su propia
retórica), también existe una planificación geoestratégica basa en principios
que son racionales y estables durante largos períodos porque están arraigados
en instituciones estables y sus preocupaciones. Eso también vale en el caso de
Vietnam. Volveré al tema, solo subrayo aquí que los factores persistentes en la
acción estatal son generalmente bien ocultados.
La guerra de Iraq es un caso instructivo. Fue mercadeada a
un público aterrado sobre las bases usuales de la autodefensa contra una
terrible amenaza a la supervivencia: la “única pregunta” declararon George W.
Bush y Tony Blair era si Sadam Hussein terminaría sus programas de desarrollo
de armas de destrucción masiva. Cuando la única pregunta recibió la respuesta
equivocada, la retórica del gobierno giró desenvueltamente hacia nuestro
“anhelo de democracia”, y la opinión educada, como se debe, siguió el camino
indicado; todo rutina.
Más adelante, a medida que resultaba más difícil ocultar la
escala de la derrota de EE.UU. en Iraq, el gobierno admitió silenciosamente lo
que siempre estuvo claro. En 2007-2008, el gobierno anunció oficialmente que un
acuerdo final debía otorgar a EE.UU. bases militares y el derecho a operaciones
de combate, y preferir a inversionistas estadounidenses en el rico sistema
energético – demandas que fueron renuentemente abandonadas más tarde ante la
resistencia iraquí. Y todo fue ocultado a la población en general.
Midiendo la decadencia de EE.UU.
Con semejantes lecciones en mente, vale la pena considerar
lo que es destacado actualmente en los grandes periódicos de política y
opinión. Limitémonos a la más prestigiosa de las revistas del establishment,
Foreign Affairs. El titular que vociferaba en la portada de la edición de
diciembre de 2011, dice en negrita: “¿Se acabó EE.UU.?”
El artículo titular llama a “recortes económicos” en las
“misiones humanitarias” en el extranjero que consumen la riqueza del país, a
fin de detener la decadencia de EE.UU. que es un tema importante en el discurso
de los asuntos internacionales, acompañado usualmente por el corolario de que
el poder se orienta hacia el Este, hacia China y (tal vez) India.
Los principales artículos tienen que ver con
Israel-Palestina. El primero, de dos altos funcionarios israelíes, lleva el
título de “El problema es el rechazo palestino”: el conflicto no puede ser
resuelto porque los palestinos se niegan a reconocer Israel como Estado judío –
ajustándose así a la práctica diplomática estándar: los Estados son
reconocidos, pero no sectores privilegiados en su interior. La demanda es
apenas más que un nuevo artilugio para desalentar de la amenaza de un arreglo
político que debilitaría los objetivos expansionistas de Israel.
La posición opuesta, defendida por un profesor
estadounidense, tiene el título: “El problema es la ocupación”. El subtítulo
dice “Cómo la ocupación destruye la nación”. ¿Qué nación? Israel, por supuesto.
El par de artículos aparece bajo el titular “Israel sitiado”.
La edición de enero de 2012 presenta un llamado más para
bombardear Irán ahora, antes que sea demasiado tarde. Advirtiendo contra “los
peligros de la disuasión”, el autor sugiere que “los escépticos de la acción
militar no aprecian el verdadero peligro que un Irán con armas nucleares
plantearía a los intereses de EE.UU. en Medio Oriente y más allá. Y sus
sombríos pronósticos asumen que la cura sería peor que la enfermedad –es decir,
que las consecuencias de un ataque de EE.UU. contra Irán serían tan malas o
peores que las de que Irán logre sus ambiciones nucleares. Pero es una suposición
defectuosa. La verdad es que un ataque militar con el propósito de destruir el
programa nuclear de Irán, si es dirigido cuidadosamente, podría ahorrar a la
región y al mundo una amenaza muy real y mejorar dramáticamente la seguridad
nacional a largo plazo de EE.UU.”
Otros argumentan que los costes serían demasiado elevados, y
en los extremos algunos incluso señalan que un ataque violaría el derecho
internacional – como lo hace la posición de los moderados, quienes regularmente
planean amenazas de violencia, en violación de la Carta de la ONU.
Veamos una por una esas principales preocupaciones.
La demografía es solo uno de los numerosos problemas serios
del futuro. Para India, los problemas son mucho más severos.
No todas las voces prominentes prevén una decadencia de
EE.UU. Entre los medios internacionales, no hay ninguno más serio y responsable
que el London Financial Times. Recientemente dedicó toda una página a la
expectativa optimista de que nueva tecnología para la extracción de combustibles
fósiles norteamericanos podría permitir que EE.UU. llegue a ser independiente
energéticamente, y por ello retenga su hegemonía global durante un siglo. No
hay ninguna mención del tipo de mundo que EE.UU. dominaría en ese caso, pero no
por falta de evidencia.
Aproximadamente al mismo tiempo, la Agencia Internacional de
Energía (IEA) informó que, con el rápido aumento de las emisiones de carbono
por el uso de combustible fósil, se llegará al límite de seguridad en 2017 si
el mundo continúa por su camino actual. “La puerta se está cerrando” dijo el
economista jefe de la IEA, y muy pronto “se cerrará para siempre”.
Poco antes el Departamento de Energía de EE.UU. informó
sobre las cifras más recientes de emisiones de dióxido de carbono, que
“aumentaron por la cantidad más alta registrada” a un nivel mayor que el peor
de los casos previstos por el Panel Internacional sobre Cambio Climático
(IPCC). No fue ninguna sorpresa para muchos científicos, incluido el programa
del MIT sobre cambio climático, que ha advertido durante años que las
predicciones del IPCC son demasiado conservadoras.
Semejantes críticos de las predicciones del IPCC no reciben
prácticamente ninguna atención pública, a diferencia del margen de
negacionistas que son apoyados por el sector corporativo, junto con inmensas
campañas de propaganda que han apartado a los estadounidenses del espectro
internacional en su negación de las amenazas. El apoyo empresarial también se
traduce directamente en poder político. El negacionismo forma parte del
catequismo que debe ser entonado por los candidatos republicanos en la grotesca
campaña electoral que está en curso, y en el Congreso son suficientemente
poderosos como para abortar hasta esfuerzos para estudiar los efectos del
calentamiento global, para no hablar de hacer algo serio al respecto.
En breve, la decadencia de EE.UU. puede posiblemente ser
detenida si abandonamos la esperanza de supervivencia decente, perspectivas que
son demasiado reales en vista del equilibrio de fuerzas en el mundo.
“Perdiendo” China y Vietnam
Dejando de lado pensamientos tan desagradables, una mirada
de cerca a la decadencia de EE.UU. muestra que China juega ciertamente un
importante papel, como lo ha hecho durante 60 años. La decadencia que ahora
provoca una preocupación semejante no es un fenómeno reciente. Se remonta a
fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. tenía la mitad de la riqueza
del mundo e incomparable seguridad y alcance global. Los planificadores eran
naturalmente bien conscientes de la enorme disparidad del poder, y querían
mantenerla de esa manera.
El punto de vista básico fue presentado con admirable franqueza
en un importante documento estatal de 1948 (PPS 23). El autor fue uno de los
arquitectos del Nuevo Orden Mundial de esos días, presidente del Personal de
Planificación Política del Departamento de Estado, el respetado estadista y
erudito George Kennan, un pacifista moderado dentro del espectro de la
planificación. Señaló que el objetivo político central era mantener la
“posición de disparidad” que separaba nuestra inmensa riqueza de la pobreza de
otros. Para lograr ese objetivo, aconsejó: “Debemos cesar de hablar de
objetivos vagos… pero irreales como ser derechos humanos, el aumento de los
estándares de vida, y democratización”, y debemos “utilizar conceptos de poder
directo”, no “embarazados por consignas idealistas” sobre “altruismo y obras de
beneficencia hacia el mundo”.
Kennan se refería específicamente a Asia, pero las
observaciones se generalizan, con excepciones, para participantes en el sistema
global dirigido por EE.UU. Se comprendía bien que las “consignas idealistas”
debían ser ostentadas prominentemente cuando iban dirigidas a otros, incluidas
las clases intelectuales, de quienes se esperaba que las promulgaran.
Los planes que Kennan ayudó a formular e implementar daban
por entendido que EE.UU. controlaría el Hemisferio Occidental, Lejano Oriente,
el antiguo imperio británico (incluidos los incomparables recursos energéticos
de Medio Oriente), y tanto de Eurasia como fuera posible, crucialmente sus
centros comerciales e industriales. No eran objetivos poco realistas, en vista
de la distribución del poder. Pero la decadencia comenzó de inmediato.
En 1949, China declaró la independencia, un evento conocido
en el discurso occidental como “la pérdida de China” – en EE.UU. con amargas
recriminaciones y conflicto sobre quién era responsable de esa pérdida. La
terminología es reveladora. Solo se puede perder algo que uno posee. La
suposición tácita era que EE.UU. poseía China, por derecho, junto con la mayor
parte del resto del mundo, tal como lo asumían los planificadores de la
posguerra.
La “pérdida de China” fue el primer paso importante en la
“decadencia de EE.UU.” Tuvo importantes consecuencias políticas. Una fue la
decisión inmediata de apoyar el esfuerzo de Francia por reconquistar su antigua
colonia de Indochina, para que esta, no fuera también “perdida”.
La propia Indochina no era una preocupación enorme, a pesar
de las afirmaciones sobre sus ricos recursos por el presidente Eisenhower y
otros. La preocupación fue más bien la “teoría del dominó”, frecuentemente
ridiculizada cuando los dominós no caen, pero sigue siendo un principio
dominante en la política porque es bastante racional. Para adoptar la versión
de Henry Kissinger, una región que cae fuera de control puede convertirse en un
“virus” que “propagará el contagio”, induciendo a otros a seguir el mismo
camino.
En el caso de Vietnam, la preocupación era que el virus del
desarrollo independiente pudiera infectar Indonesia, que realmente posee ricos
recursos. Y eso podría llevar a Japón –el “súper dominó” como fue llamado por
el destacado historiador sobre Asia, John Dower, – a “acomodarse” a un Asia
independiente como su centro tecnológico e industrial en un sistema que
escaparía al alcance del poder de EE.UU. Eso significaría, en efecto, que
EE.UU. había perdido la fase del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial, librada
para impedir el intento de Japón de establecer un Nuevo Orden semejante en
Asia.
El camino para encarar un problema semejante es obvio:
destruir el virus e “inocular” a los que podrían estar infectados. En el caso
de Vietnam, la decisión racional era destruir toda esperanza de un exitoso
desarrollo independiente e imponer dictaduras brutales en las regiones vecinas.
Esas tareas fueron realizadas con éxito – aunque la historia tiene su propia
astucia, y algo similar a lo que se temía se ha estado desarrollando desde
entonces en el Este de Asia, para consternación de EE.UU.
La victoria más importante de las guerras de Indochina fue
en 1965, cuando un golpe militar en Indonesia, respaldado por EE.UU. y dirigido
por el general Suharto, realizó masivos crímenes que fueron comparados por la
CIA con los de Hitler, Stalin y Mao. Los medios dominantes informaron fielmente
y con euforia irrestricta sobre la “asombrosa matanza masiva”, como la
describió el New York Times.
Fue un “rayo de luz en Asia”, como escribió el renombrado
comentarista ‘liberal’ James Reston en el Times. El golpe terminó la amenaza de
democracia al demoler al partido político de los pobres, basado en las masas;
estableció una dictadura que procedió a compilar uno de los peores historiales
de derechos humanos en el mundo, y abrió las riquezas del país a inversionistas
occidentales. No es de extrañar que, después de muchos otros horrores, incluida
la casi genocida invasión de Timor Oriental, Suharto haya sido saludado por el
gobierno de Clinton en 1995 como “nuestro tipo de hombre”.
Años después de los grandes eventos de 1965, el consejero de
seguridad nacional de
Kennedy-Johnson, McGeorge Bundy, reflexionó que hubiera sido
sabio terminar la guerra de Vietnam en ese momento, con el “virus” virtualmente
destruido y el dominó primordial sólidamente en su sitio, reforzado por otras
dictaduras respaldadas por EE.UU. en toda la región.
Procedimientos similares han sido seguidos rutinariamente en
otros sitios. Kissinger se refirió específicamente a la amenaza de una
democracia socialista en Chile. Esa amenaza fue destruida en otra fecha
olvidada, lo que los latinoamericanos llaman “el primer 11-S”, que en violencia
y amargos efectos excedió de lejos el 11-S conmemorado en Occidente. Una cruel
dictadura fue impuesta en Chile, parte de una plaga de brutal represión que se
extendió por Latinoamérica, alcanzando Centroamérica bajo Reagan. Los virus
también han causado profundas preocupaciones en otros sitios, incluido Medio
Oriente, donde la amenaza del nacionalismo secular ha preocupado frecuentemente
a los planificadores británicos y estadounidenses, induciéndolos a apoyar al
fundamentalismo islámico radical para contrarrestarlo.
La concentración de la riqueza y la decadencia de EE.UU.
A pesar de semejantes victorias, la decadencia de EE.UU.
continuó. En 1970, la parte estadounidense de la riqueza del mundo había caído
a un 25%, aproximadamente donde permanece, todavía colosal, pero mucho menos
que al fin de la Segunda Guerra Entonces. Para entonces, el mundo industrial
era “tripolar”: Norteamérica basada en EE.UU., Europa basada en Alemania, y el
Este de Asia, que ya era la región industrial más dinámica, basada en aquel
entonces en Japón, pero que entonces incluía a las antiguas colonias japonesas
Taiwán y Corea del Sur, y más recientemente China.
Aproximadamente en esos días, la decadencia de EE.UU. entró
a una nueva fase: decadencia conscientemente auto-infligida. Desde los años
setenta, ha habido un cambio significativo en la economía estadounidense,
cuando planificadores, privados y estatales, se volvieron hacia la
financialización y la subcontratación al extranjero de producción, impulsada en
parte por la tasa de beneficios en disminución en la manufactura en el
interior. Esas decisiones iniciaron un ciclo maligno en el cual la riqueza se
concentró considerablemente (dramáticamente en el máximo 0,1% de la población),
causando la concentración del poder político; de ahí la legislación para llevar
aún más lejos el ciclo: la tributación y otras políticas fiscales,
desregulación, cambios en las reglas de la gobernancia corporativa permitiendo
inmensos beneficios para los ejecutivos, etc.
Mientras tanto, para la mayoría, los salarios reales se
estancaron en gran parte, y la gente pudo arreglárselas solo mediante cargas
laborales fuertemente aumentadas (mucho más que en Europa), deudas
insostenibles, y burbujas repetidas desde los años de Reagan, creando riqueza
en el papel que inevitablemente desaparecía cuando reventaban (y los
perpetradores eran rescatados por el contribuyente). Paralelamente, el sistema
político ha sido cada vez más desgarrado mientras ambos partidos son impulsados
más profundamente dentro de los bolsillos corporativos con el aumento del coste
de las elecciones, los republicanos a un nivel grotesco, los demócratas (ahora
sobre todo los antiguos “republicanos moderados”) no se quedaron demasiado
atrás.
Un reciente estudio del Instituto de Política Económica, que
ha sido durante años la mayor fuente de datos probos sobre estos eventos, es
titulado Failure by Design [Fracaso deliberado]. La palabra “deliberado” es
exacta. Otras alternativas eran ciertamente posibles. Y como señala el estudio,
el “fracaso” tiene una base clasista. No hay fracaso para los que deliberan. Lo
contrario es lo cierto. Las políticas fueron, más bien, un fracaso para la gran
mayoría, el 99% en la imaginería de los movimientos Ocupa – y para el país, que
ha declinado y seguirá haciéndolo bajo estas políticas.
Otro factor es la subcontratación al extranjero de la
manufactura. Como lo ilustra el ejemplo de los paneles solares, la capacidad
manufacturera provee la base y el estímulo para la innovación llevando a
niveles más elevados de sofisticación en la producción, el diseño y la
invención. Eso, también, está siendo subcontratado, lo que no es un problema
para los “mandarines del dinero” que elaboran cada vez más la política, pero es
un problema serio para la gente trabajadora y las clases medias, y un verdadero
desastre para los más oprimidos, los africano-estadounidenses, que nunca han
escapado al legado de la esclavitud y sus crueles secuelas, y cuya exigua
riqueza desapareció virtualmente después del colapso de la burbuja de la
vivienda en 2008, provocando la más reciente crisis financiera, la peor hasta
ahora.
…………..
Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de
Lingüística y Filosofía del MIT. Es autor de numerosas obras políticas que son
éxitos de ventas. Sus últimos libros son
Making the Future: Occupations, Intervention, Empire, and
Resistance, The Essential Chomsky (editado por Anthony Arnove), una colección
de sus escritos de los años cincuenta hasta la actualidad, Gaza in Crisis, con
Ilan Pappé, y Hopes and Prospects.
[Nota: La II Parte de la discusión de Noam Chomsky de la
decadencia estadounidense, “El camino imperial” aparecerá mañana en Rebelión.
Copyright
2012 Noam Chomsky
© 2012
TomDispatch. All rights reserved.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175502/
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