”No les bastaba con matarla: querían
borrarla”
Declararon una prima y dos hermanas de Ana María Villanueva
y un primo de Jorge Diez. Los numerosos cadáveres apilados en la morgue del
Hospital Córdoba, el exilio interior, la vida universitaria y el dolor familiar
fueron los ejes de un relato impresionante.
2012-02-22 ::
Katy García - Prensared
“Si seguís con esto vos sos boleta. Sabían donde estaban mis
hijos”, reveló entre lágrimas. María Cristina Villanueva, hermana de Ana María,
apenas empezó a declarar esta mañana durante la cuarta jornada del juicio al
Comando Radioeléctrico que se está desarrollando en el TOF 2. Hizo la denuncia
ante la fiscal López de Filoñuk y
manifestó que se sintió acompañada y contenida por el equipo de protección a
los testigos.
Emocionada y segura contó que junto a su hermana Susana
también militaban en la universidad. Se
enteró de la muerte de Ana María en la casa de sus suegros, pero no pudo ir al
velatorio porque le avisaron que allanaron la casa paterna y que solicitaron
fotografías de los hermanos. “Eso fue terrible para mi (…)”No les bastaba con
matarla: querían borrarla”, dijo que pensó.
Militaba en una agrupación universitaria de izquierda, en
tanto que Jorge y su hermana lo hacían el la JP, aclaró.
Exilio Interior
Con su novio y actual esposo se refugiaron en el campo, unos
20 días, sin saber nada de la familia.
Después volvieron y se casaron en Etruria. “No dejaba de pensar en eso
del enfrentamiento. No podía dormir y empecé a tomar pastillas. Y soñaba que le
disparaban y tenía pesadillas. Mi esposo
me despertaba, me quedaba sentada en la cama, y no quería volver a dormirme”,
narró.
Dejó de estudiar y de ver a sus amigos y compañeros de
facultad y militancia. “Seguíamos aterrorizados, no hablábamos de nada con mis
padres. Como si no hubiera pasado nada.
Teníamos buenos momentos y cada uno con sus dolores. No lo hablábamos, para no
ponernos tristes”, graficó el estado en que discurrían sus vidas.
“Armé otro mundo que no era el elegido. Era feliz”, evocó
esos tiempos y explicitó que la llegada de su primer hijo le trajo
tranquilidad. Dejó de tomar pastillas y las pesadillas se espaciaron. En 1978, se encontró con una compañera del
secundario que era traductora de inglés. Así,
tomó contacto con un periodista deportivo alemán que estaba cubriendo el
Mundial 78 y buscaba información sobre lo que estaba pasando en el país. Ahí
pudo contarle cómo murió su hermana y los otros jóvenes. A fines de los setenta contó que partieron
con la familia a Cutral-Có donde su marido de profesión geólogo encontró
trabajo.
Lágrimas de dolor
En 1982 volvió a Córdoba para terminar la carrera de
Psicología lo cual concretó. Ese mismo año se encontró con Patricia una amiga
de su hermana quien “en voz baja” le contó “que una persona vio cuando los
subieron a un auto de la policía”.
La testigo declaró que no hizo la denuncia ante la CONADEP
porque su madre estaba enferma y su padre mediante una carta le expresó que se
sentía orgulloso de que lo hiciera pero le aconsejó no hacerlo debido al estado
de salud de su madre.
Recién a finales de los noventa, después que fallecen ambos,
comienza a buscar información por Internet
con la idea de hacer una denuncia formal.
“Mis lagrimas son de dolor. Es un privilegio que la causa de
mi hermana haya llegado a juicio, para mis héroes inmortales. Nunca soñé este
momento”, dijo llorando. Y agradeció a los organismos de de derechos humanos, a
la política del estado de los dos últimos gobiernos, que hicieron que vuelva a
creer y que “a sus verdugos les llegue la justicia”.
Rearmar la historia
Recordó que su hermano Tito empezó a investigar y que se
mantenían en contacto por Internet con
otras personas amigas y familiares de las víctimas y así fueron rearmando la
verdadera historia. Ella le contaba lo que conocía. Y que su padre en los
noventa no pensaba que fuera un enfrentamiento.
Ante las preguntas de las partes reafirmó lo que significaba
la militancia universitaria –asambleas públicas, elecciones, actividades en el
centro de estudiantes-y cómo desde el golpe de estado cívico militar empezaron
las restricciones a la participación y las persecuciones.
Precisamente, en 1975, estuvo detenida en el D2, vendada, en
silencio, junto a otras personas en
iguales condiciones, por pintar paredes en contra del golpe de estado. “No me
sentía perseguida por lo que yo era, si
por lo que pensaba. En el 76 no hubiera salido libre”, aseveró.
También hizo referencia sobre la vida universitaria. “Fue
cerrada la carrera periodismo. Las facultades tenían guardias, había que
mostrar la libreta universitaria” y se acordó de un episodio protagonizado por
un amigo que pretendió entrar con el pelo largo y barba y le hicieron un
consejo de guerra y condenaron un año.
Reveló además que su hermana no vivía con sus padres “porque
se sentía perseguida y no quería
ponernos en riesgo a nosotros. Me lo dijo junto a Jorge.”, manifestó.
Negó que manejara armas. “Trabajaba en el Hotel Nogaró como
administrativa, se vestía de manera elegante. Tampoco cree –expresó- que
pensara pasarse a Montoneros.
En otro tramo de la declaración y ante una pregunta de la
defensa amplió. “En el 76 ya no eran asambleas públicas, charlábamos entre
nosotros, el boca aboca. Muchos nos fuimos quedando en el mundo privado. A la
calle se salía, pero más de una vez se veía que
bajaban a gente del colectivo y le pedían los documentos. Uno tenia
miedo de moverse y los cuidados eran esos.”, detalló.
Cuando uno de los jueces le preguntó porqué no hicieron
denuncias respondió: “no fuimos por terror, por miedo; porque justicia queríamos”,
afirmó.
La “Z” en el cuerpo
La primera en declarar fue María Esther Tobares, prima de
Ana María Villanueva. Con su familia viajaron desde Río Cuarto.
Esa noche mientras esperaban el cuerpo le tocó atender la
puerta. “Sonó el timbre y salí. Aquí no ha muerto nadie”,
dijo que les respondió a unas personas que ofrecían servicios de cochería.
Testimonió que no pudieron vestirla. “Según mi padre de la
cintura para abajo estaba como si le hubieran hecho con un arma de grueso
calibre una zeta”, refiriéndose a que el cuerpo se encontraba destruido.
“Lo que más me causó dudas sobre el enfrentamiento era la
presencia de quemaduras con cigarrillo en la parte del pecho y en la cara, que
le faltaba el diente de lata que tenía de chica y que tenia solo los pernos”,
aseveró. “Tenía morada la pera y como un golpe del lado contrario al que la
miraba; tenía moretones a la altura de la cien, como una lastimadura”, agregó.
Acerca del cadáver de Jorge afirmó que su padre comentó que
“tenía la cabeza desfigurada”. Asimismo, se acordó que había mucha gente y que
su tía le contó que “allanaron la casa y que le pidieron fotografías de sus
hijos y que les habían faltado unas joyas y una plata”.
Apilados, como bolsas
Caracterizó a su prima como “una persona muy alegre, activa,
como un cascabel, le daba vida a la casa. Los otros hermanos eran mas
tranquilos, ella siempre sonriente, con mucha vida”.
Comentó que tenían casi la misma edad. Y que “sabía que iba
a las villas a ayudar con otros compañeros pero yo no los conocía” y que un día
se llevó una bandeja con dulces que habían traído ellos.
Explicó que sabía que militaba en la universidad y que
“compartía su habitación y nunca vi un arma en la casa”, señaló.
La defensa en un momento dado inquirió si sabía quién la
había matado. “Se dijo un enfrentamiento, salió en un diario de la época pero
se sabía que gente del Comando Radioeléctrico”, manifestó.
"Mi padre, mi tío y otro primo fueron al Tercer Cuerpo
de Ejército. Sé que fueron a un hospital del centro. Mi padre entro en la morgue y mi tío se
descompuso cuando ingreso. Dijeron que había muchos cuerpos apilados, como
bolsas…”, atestiguó.
Varios cadáveres en "enfrentamientos"
“Yo estaba
trabajando, llamó el padre al hotel y me comunicó que en un enfrentamiento lo
mataron al hijo. En ese momento fui a verlo y me dijo: encárguense ustedes, que
yo no quiero saber nada”, contó Ángel Manuel Diez y Diez, primo de Jorge y
sobrino del padre. Realizó los trámites en el Tercer Cuerpo y al otro día fue a
la morgue con personal de la funeraria.
“Entré a la sala y
había varios cadáveres. Me descompuse y
tuve que salir. Y me preguntaron de cuando habían sido. Y el de la pompa
fúnebre dijo que eran los tres del Chateaux”, le contó al Tribunal.
Se recuperó y entró. “Me costo reconocerlo. Vi unas manchas
negras en el cuerpo pero no se más, me
sentía muy mal, mareado…ver todo eso”, rememoró. “Me dijeron que había habido
un enfrentamiento en las sierras –Ascochinga- y que había varios cadáveres”, refirió.
La madre de Jorge -su tía- le dijo que lo llevaran al
cementerio San Jerónimo. Se lo entregaron a cajón cerrado. Recordó que su tío
estaba con unos amigos y que le dijo que lo llevaran a un panteón hasta que
consiguieran nicho.
Orosz solicitó que se incorpore la declaración que realizó
en 2010 donde explica que “recuerdo que tenia orificios de bala me parece que
en el cuerpo, tenía la cara muy golpeada, una vez que constaté no seguí
mirando”.
En relación al automóvil manifestó que se encontraba en el
depósito de la policía y que un abogado se encargó de retirarlo y que al tiempo
el tío se lo regaló a él.
Confirmó lo dicho por la hermana de Oliva respecto a la
equivocación de los féretros. No arriesgó hipótesis sobre la reacción de sus
tíos. “Creo que había diferencias entre los padres, estaban separados”,
especuló. Pero aseguró que ambos “estuvieron muy mal” y que después vivieron
juntos.
Nunca vi algo raro
Expuso que la familia tenía un departamento en calle
Chacabuco y una casa en el Cerro de las Rosas a la que ubicó “subiendo por Díaz
Vélez, cerca de canal 12”. Y que el
hotel fue vendido a la cadena Aragón.
Dijo que al hotel asistían Lacabanne, García Rey y otros
funcionarios del gobierno de facto y le
parece que se hospedó Videla. Explicó que el tío no se relacionaba con los
viajeros y que ellos se reunían con empresarios y tenían su personal de
seguridad.
El testigo explicó
que “Yo no indagué nada. El padre de la novia me fue a ver al trabajo para
verlo a mi tío. Pero no lo recibió. No quería hablar con nadie”, sostuvo.
“De acuerdo a los diarios dijeron que fue un
enfrentamiento…y los empleados del hotel
decían que si no habría andado en algo…pero yo no sabia nada y nunca vi
algo raro”.
“Yo lo veía, lo saludaba, pero no me interesé. Lo quería,
pero no vivía con el, trabajaba 12 horas y solo lo veía cuando iba al hotel”, afirmó.
Negó que haya hablado del tema con otros empleados y dijo
que Juan Pablo Fernández era primo de
Jorge por parte de madre, que lo había visto en el cementerio y en Buenos
Aires.
Durante la audiencia el presidente del Tribunal manifestó
que se había decidido hacer lugar al pedido de convocar a dos testigos
solicitados por la fiscalía y la defensa. La audiencia pasó a cuarto intermedio
para mañana a las 9.
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