07-03-2012
Este docente de la Universidad Nacional lleva dos años en la
cárcel acusado de "rebelión"
Prólogo al libro "Te cuento desde la prisión", del
preso político Fredy Julián Cortés
Miguel Ángel Beltrán V.
Rebelión
El día 28 de agosto de 2009, los medios de comunicación
colombianos informaron sobre la detención de Fredy Julián Cortés Urquijo, a
quien presentaron a la opinión pública como alias “Francisco” un peligroso
guerrillero de las FARC. De acuerdo con estas mismas versiones periodísticas
–que desconociendo el derecho constitucional a la presunción de inocencia- se
afirmaba de manera categórica que Fredy Julián preparaba un atentado contra el
entonces presidente Álvaro Uribe y varios de sus ministros.
Nada más lejano a la verdad. Se dijo, por ejemplo, que en
su computador personal las autoridades judiciales encontraron fotografías del
avión presidencial, pero en dicho momento no se había revisado su contenido; se
afirmó también que había sembrado minas antipersonales en Cabrera
(Cundinamarca), municipio donde Fredy jamás había estado; se le acusó de
pertenecer al Frente Urbano “Antonio Nariño” de las FARC, cuando toda su vida
había desarrollado una actividad legal, primero como dirigente estudiantil y
posteriormente como docente e investigador crítico.
La judicialización del profesor Fredy Julián Cortés por
los delitos de “rebelión” y “concierto para delinquir”, se sumaba a la ya larga
cadena de académicos y miembros de la oposición perseguidos por su pensamiento
crítico y señalados de ser “terroristas”, por disentir de las políticas
oficiales del Estado Colombiano, en lo que se dio a conocer como “falsos
positivos judiciales”, una modalidad que hizo carrera bajo la política de la
mal llamada “Seguridad Democrática”, promovida desde el Ministerio de Defensa,
en ese momento liderado por el hoy presidente de la República, Juan Manuel
Santos.
Como en otros casos, la detención de
Fredy Julián, tenía como propósito generar un clima de apoyo al presidente
Uribe, en una coyuntura de repudio continental a su proyecto de instalar
bases militares norteamericanas en Colombia y ad portas de llevarse a cabo la
reunión de los miembros de Unasur en la ciudad argentina de Bariloche, que
avizoraba ser un escenario de enjuiciamiento a su política de connivencia con
los paramilitares y de adhesión a las políticas imperiales de los Estados
Unidos, estas últimas fuertemente cuestionadas por otros gobiernos de América
Latina.
Sin embargo, había algo más: días antes el primer
mandatario había anunciado, que mantendría la presencia del SMAD en las
universidades públicas y que mientras él fuera presidente “donde haya violencia
allí llegará la Fuerza Pública y eso no está en discusión”. Era necesario
entonces golpear el Alma Mater, haciendo ver a los miembros de la comunidad
universitaria que ejercen el pensamiento crítico y la libertad de cátedra como
amigos y cómplices de la guerrilla, para legitimar su política de represión contra
los centros del saber que tan incómodos venían siendo para su proyecto
autoritario.
El trabajo conjunto de la Fiscalía, los
Medios oficiales de Comunicación y la Policía Nacional, generaron un escenario
adverso al profesor Fredy Julián, quien se vio presionado a reconocer el
cargo de rebelión. Se preguntarán, entonces, los lectores ¿Cómo es posible que
una persona inocente asuma que es culpable de un delito que no cometió? Todo
ello es factible en un sistema penal acusatorio como el colombiano (que como en
muchos otros campos constituye una copia del modelo norteamericano), donde lo
realmente importante es que el acusado se auto-incrimine para recibir los
“beneficios judiciales”.
La no aceptación de cargos supone para el sindicado un
largo juicio que, como ya ha sucedido en numerosos casos, puede prolongarse por
largos años, y donde el inculpado es sometido a los avatares de una justicia
politizada. Contrario a ello, el reconocimiento del delito –así sea inocente-
representa para el acusado una rebaja del 50% en la pena, y la posibilidad que
le puedan retirar otros cargos que previamente le ha imputado la fiscalía (sin
fundamento judicial alguno) con el fin de asegurar su reclusión en una cárcel
de alta seguridad. Esta es una forma perversa de la justicia colombiana para
“mostrar resultados”.
La
situación del profesor Fredy Julián Cortés es representativa en este sentido, y
detrás de su drama humano, está la sevicia de un estado que persigue,
criminaliza y castiga el pensamiento Crítico. Como en el caso del
profesor Beltrán, las directivas de la Universidad Nacional se limitaron a
corroborar que era un docente de este prestigioso centro académico y
manifestaron su respeto a “las decisiones de las autoridades competentes de la
República bajo la observación constitucional del debido proceso”. Debido
proceso que -valga la pena insistir- jamás se le respetó pues fue coaccionado
para declararse culpable.
A
contrapelo de la imagen que han querido proyectar, los medios oficiales de
comunicación y los entes persecutores del Estado, Fredy Julián es un
meritorio egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, que
siempre obtuvo los mejores reconocimientos académicos, entre otros el puntaje
más alto en los exámenes del ECAES. Para el momento de la privación de su
libertad se encontraba cursando la maestría en Ingeniería en esta misma
institución, donde se desempeñaba también como docente auxiliar en los cursos
de Taller Agrícola, cargo que –debieron decirlo las Directivas de la
Universidad Nacional tan preocupadas por los indicadores cuantitativos- se
otorga a aquellos estudiantes de posgrado que destacan por su excelencia
académica.
De la mano con su actividad docente están
sus investigaciones para la agroindustria a través de proyectos financiados por
Colciencias en convenio con la Corporación Colombiana de Investigación
Agropecuaria (Corpoica), la Universidad Nacional y la Universidad Industrial de
Santander (UIS)
Pero la labor de Fredy Julián no es la de
un ingeniero encerrado en sus cálculos matemáticos que se abstrae de las
realidades de un país atravesado por un agudo conflicto social y armado, o que
ha hecho de la academia un modo de vida. Por el contrario, las preocupaciones
humanistas ocupan buena parte de su proyecto profesional, buscando colocar su
conocimiento al servicio de los sectores sociales más desfavorecidos.
Como él mismo lo proclama en una carta escrita desde la
prisión: “a través de los espacios académicos y algunas veces desde la acción
directa con la comunidad y participación en investigación o en movimientos
sociales, un grupo de profesionales hemos criticado el modelo económico y
productivo de carácter neoliberal que ha destruido en buena parte la industria
nacional, y desde esta crítica nos hemos acercado a propuestas revolucionarias
en torno al manejo de los recursos naturales y el desarrollo de una industria
nacional fuerte, por esta razón somos objeto de persecución y encarcelamiento
por parte del régimen en Colombia”.
Como perseguido político de este Estado, Fredy Julián ha
asumido su condición de preso político con decoro y dignidad, haciendo de la
cárcel otro espacio de lucha, impartiendo clases de matemáticas a los internos
y contribuyendo activamente a la organización de los presos por la defensa de
sus derechos que sistemáticamente son violados por los funcionarios del
Instituto Nacional Penitenciario (INPEC) que han convertido las penitenciarías
en instrumento de venganza contra aquellos que disienten de las verdades
oficiales.
Con su reclusión en la cárcel de Acacías,
el INPEC ha querido acallar su voz, distanciándolo de su compañera y sus
dos hijos menores. Inútil Venganza. Hoy Fredy Julián nos regala a sus lectores
este testimonio de vida que recoge no sólo sus experiencias cotidianas en estos
dos años de privación de la libertad sino una serie de crónicas que retratan
una amalgama de personajes cuyas trayectorias tienen un punto de convergencia:
la cárcel.
Te cuento desde la prisión es un conjunto de relatos
descarnados -aunque salpicados de gotas de humor- cuyos actores centrales no
son producto de la imaginación literaria de un escritor que inventa la
realidad, sino el fruto de una sociedad que luego de excluirlos y negarles la
posibilidad de vivir humanamente, los estigmatiza como la podredumbre del
tejido societal. En este sentido, el libro cumple una importante función de
denuncia social, que abre los ojos a una problemática que el régimen pretende
ocultar.
La trama del libro transcurre a tres voces que van
emergiendo a lo largo de las 150 páginas:
Una primera voz, con un tono marcadamente autobiográfico,
que recrea a través de su experiencia, los detalles de la detención, los
juicios amañados violando las garantías procesales, el perverso papel de los
medios de comunicación y los meses iniciales de detención que van poniendo de
presente las persecuciones, los maltratos y las arbitrariedades a que son
sometidos los presos. La llamada “terapia” carcelera, que asume múltiples
formas: desde la exigencia del corte del cabello y la barba hasta el bloqueo a
las visitas, pasando por hechos aparentemente insignificantes como el extravío
intencional de las solicitudes que envían los internos a las autoridades
penitenciarias. Esta voz que acompaña el primer relato, reaparece en las
páginas centrales, como cuentos de insomnio que de manera literaria y mordaz
desvelan la naturaleza de una educación fundada en principios autoritarios, un
sistema de salud basado en la lógica del mercado y una televisión convertida en
“opio del pueblo”.
Una segunda voz, recupera los testimonios e historias de
vida de sus compañeros de reclusión y que coloca en escena una gama de
protagonistas de carne y hueso: el hombre que ante la falta de oportunidades
roba a los ricos para alimentar a su esposa e hijos; el campesino que ha tomado
el camino de las armas y narra sus vivencias guerrilleras; el hombre maduro y
acomodado que es castigado moral y judicialmente por su amor prohibido; la
experiencia de un paramilitar, hijo del pueblo, que también pudo ser
guerrillero; el niño que vende su cuerpo por dinero y acaba prostituyéndose
para sobrevivir.
Una tercera voz que conjuga las dos anteriores, toma
distancia de su punto de observación para dar cuenta, de manera analítica y
reflexiva sobre la problemática carcelaria del país.
Este escrito que acompaña de hechos fácticos y cifras
estadísticas, amplía el panorama de la política penitenciaria colombiana
presentado por algunas organizaciones de Derechos Humanos, demuestra
convincentemente como la supuesta función “resocializadora” que dicen cumplir
las cárceles, están muy lejos de alcanzarse y termina haciendo un llamado “a
las instituciones, a la academia, a las ONGs defensoras de los derechos
humanos, a los gremios del derecho y demás entidades que tiene que ver con los
temas aquí tratados para que se asuma un papel más comprometido con la
construcción y transformación de toda la política judicial y penitenciaria,
dado que de esto depende en buena parte el futuro de la sociedad colombiana”.
Te cuento desde la Prisión constituye un paso en esta
dirección.
(*) Miguel Ángel Beltrán Villegas es Profesor de la
Universidad Nacional de Colombia y Perseguido Político
NOTA:
"Te cuento desde la prisión" escrito por el
docente Fredy Julián Cortés Urquijo, preso político recluido actualmente en la
Cárcel de Girardot y quien regala a sus lectores este testimonio de vida que
recoge no sólo sus experiencias cotidianas en estos dos años de privación de la
libertad sino una serie de crónicas que retratan una amalgama de personajes
cuyas trayectorias tienen un punto de convergencia: la cárcel. Se trata de un
conjunto de relatos descarnados -aunque salpicados de gotas de humor- cuyos
actores centrales no son producto de la imaginación literaria de un escritor
que inventa la realidad, sino el fruto de una sociedad que luego de excluirlos
y negarles la posibilidad de vivir humanamente, los estigmatiza como la
podredumbre del tejido societal. En este sentido, el libro cumple una
importante función de denuncia social, que abre los ojos a una problemática que
el régimen pretende ocultar.
Adquiéralo ya en:
Asociación Sindical de profesores Universitarios, ASPU.
Calle 44 no. 45-67. Unidad Camilo Torres, bloque B-3, nivel
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