20-06-2012
Entrevista
a Gastón Chillier, Director Ejecutivo del CELS
LOS
DDHH en ARGENTINA SEGÚN EL CELS
El
último Informe del CELS sobre los Derechos Humanos en Argentina repasa los
avances y las deudas de una agenda tan imprescindible como delicada.
Luciano
Arruga, Mariano Ferreyra, Parque Indoamericano, política inmigratoria, Servicio
Penitenciario, autonomía policial, ley antiterrorista, aborto. El decimoséptimo
Informe del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) sobre los Derechos
Humanos en Argentina repasa estos temas, entre otros igual de importantes, y
propone una reflexión y análisis sobre los avances y falencias “en materia de
calidad institucional e inclusión social que tuvieron lugar durante 2011”.
“El
recorrido por la situación de los derechos humanos en Argentina a lo largo de
2011 arroja luces, como la sentencia condenatoria en el caso ESMA, y sombras,
como la sanción de la llamada Ley Antiterrorista”, escribió el Director
Ejecutivo del CELS, Gastón Chillier, en el prólogo del Informe.
-El
informe abre con un capítulo sobre los diez años de la nulidad de las leyes de
impunidad. ¿Cuál es su balance?
-Por
un lado, nuestro balance, mirado retrospectivamente, es muy positivo. En el
sentido que nosotros, en el 2006, 2007 decíamos que no había habido una
estrategia de política criminal para perseguir estos casos. A diferencia de la
administración de Alfonsín con el Juicio a las Juntas que había una estrategia,
mala o buena, de persecución penal. Hoy se podría decir que hay una estrategia.
Hay juicios en casi todas las jurisdicciones, más de 200 condenas. Pero, si uno
mira los números gruesos, por un lado no llegamos ni a la mitad de las causas
que están abiertas. Y una cosa que sí nos preocupa y planteamos en el informe,
es que todavía hay como cierta deuda de la Corte Suprema en el sentido de
confirmar las sentencias que no están confirmadas, que son la mayoría digamos.
Hay muy pocas sentencias firmes.
-Sin
embargo, hay una clara voluntad política para juzgar a todos los genocidas y
encontrar a todos los desaparecidos. Pero esa voluntad parece no aplicarse en
casos actuales, como las desapariciones de Jorge Julio López o Luciano Arruga.
¿Por qué cree usted?
-Desde
el CELS, siempre planteamos que tenía que haber una consistencia entre una
agenda de derechos humanos del pasado con una del presente. Creo que eso parte,
por un lado, de una falta de comprensión de que las violaciones a los DD HH
pueden ocurrir en dictaduras salvajemente, en forma estructural, cometidas
desde el vértice del Estado hasta abajo, o en democracia, sin esas características
de estructuralidad y masividad, pero con mismos niveles de responsabilidad
estatales. En el sentido de que si es un policía el que desaparece a Julio
López, a Arruga, o el que mata lo hace con aquiescencia policial -como fue el
caso del asesinato de Mariano Ferreyra-, también el Estado es responsable y
debería impulsar con la misma avidez las mismas investigaciones.
-Usted
planteó dos contrastes. Mientras la investigación del asesinato de Ferreyra
avanzó casi en tiempo récord -con procesamientos, detenciones y un juicio que
está al caer- la causa por la desaparición de Arruga sigue estancada y los
oficiales sospechados, libres.
-Creo
que el caso de Ferreyra marca, también, cuándo hay un mensaje político. Y el
Poder Judicial es muy permeable a esos mensajes. Si el mensaje político es que
no tiene que haber impunidad, probablemente no la haya. En el caso de Arruga,
los mensajes son por demás ambiguos. En su momento, no solo la administración
de la Provincia de Buenos Aires se negaba a recibir a la familia, sino que,
ocho de los policías sospechados que fueron suspendidos, después fueron
reincorporados.
-El
caso de López y Arruga ponen la lupa sobre la Policía Bonaerense.
-El
informe analiza tres modelos en relación con el gobierno de la seguridad. El de
la Provincia de Buenos Aires es básicamente el modelo tradicional de la plena
autonomía de la policía, sin control real. Es un modelo muy remanido en su
fracaso. Una de las principales deudas del sistema democrático en la Argentina
fue, justamente, no haber asumido la seguridad como un tema propio y habérselo
delegado a la policía. La consecuencia de ese modelo son tres y son muy claras:
altos niveles de violencia, corrupción e ineficiencia. No es una policía
profesionalizada, no es bien paga, es una policía a la que inclusive se le
violan sus propios derechos, pero es muy corrupta y violenta. Y en este caso,
incomprensiblemente, el gobernador Daniel Scioli, en vez de profundizar las
políticas de reforma del gobierno de (Felipe) Solá comandada por (León)
Arslanian, planteó, sobre la base de un discurso duro y vacío de contenido,
volver al viejo modelo que fue el que, en definitiva, generó el asesinato de
José Luis Cabezas y tantos hechos de violencia y corrupción. Pero no solo la
Bonaerense, también la Federal. Los niveles de violencia tienen que ver con que
las reformas de las fuerzas de seguridad no fueron parte de la agenda de la
transición democrática. Así como fueron las fuerzas armadas, nadie se ocupó de
las fuerzas de seguridad.
-Otro
modelo que analiza el informe es el de la Policía Federal y la Metropolitana.
En
la Federal sí hay una clara voluntad de asumir, con el nuevo Ministerio de
Seguridad, el control político civil de las fuerzas y las políticas de
seguridad. Muchas medidas que van en el sentido de quitarle poder y autonomía a
la policía, desde la cuestión de los pasaportes, las seccionales, un ejercicio
de supervisión de los ascensos. Lo que nosotros planteamos que está faltando,
ya pasado un año, es un nivel de regulación marco normativo que le de sustento
a reformas estructurales.
Y
en el caso del Gobierno de la Ciudad, es una cosa mixta. Es una fuerza de
seguridad nacida hace poco con todas las posibilidades de ser una fuerza de
seguridad democrática, diferente, pero a pesar de todo eso, ha funcionado y
funciona básicamente con el viejo modelo de delegación, de los cual es
responsable Maurici Macri.
-Este
control que se intenta aplicar a la policía, ¿está previsto también para el
sistema penitenciario argentino?
El
servicio penitenciario es todavía más difícil, porque a diferencia de la
policía, lo que pasa adentro de las cárceles no lo ve nadie, solo lo sufren los
presos. Por un lado es todavía más difícil generar consenso y voluntad
política, más que en los temas de la policía. Por supuesto hay herramientas y
experiencias exitosas como el sistema penitenciario de España, que fue
reformado de una manera exitosa. En el caso de la Provincia de Buenos Aires las
condiciones de sobrepoblación carcelaria son un problema grave y el acceso a
otros derechos como salud y educación también y en esto tiene mucha
responsabilidad el gobernador Scioli.
-¿Por
qué no se establece un consenso en la clase política?
Es
muy buena pregunta, pero no sé si tiene una respuesta tan fácil, tan simple.
Porque, creo, el tema carcelario no es un tema que venda, los presos no le
interesan a nadie, socialmente no generan empatía ( “ ponerse en los zapatos
del otro “ ) y me parece que la clase política de los partidos electoralistas, se desentiende del problema porque no sabe o
no quiere o no tiene elementos para resolverlo. No los tiene o no los provee o
no los procura, pero me parece que es algo que está lejos.
-Dentro
de un contexto de propuestas de cambio o legislaciones progresistas, ¿cómo se
enmarca la llegada de la Ley Antiterrorista en Argentina?
Desde
el CELS creemos que fue un inexplicable y severo retroceso en materia de protección de
los derechos humanos por distintas razones. Por cómo quedo legislada, con una
formulación muy vaga, abierta, que va en contra de lo que es un principio
fundamental de los DD.HH. que es el principio de legalidad, en la que tiene que
haber descripciones muy claras y precisas de lo que está prohibido. También,
porque su formulación tal cual esta hecha puede ser utilizada para aplicársela
a lideres sociales, sindicales y, de alguna manera, utilizarla como herramienta
en contra de la protesta social.Todavia no está reglamentada y aspiramos a que
sea modificada con urgencia para que no se cometan injusticias en el futuro… Después, por la forma en que fue
sancionada: pocos días antes de fin de año sin un debate apropiado.Luchamos para
que pronto corrijamos el error como se
corrigió la política equivocada del gobernador del Chaco, Capitanich, respecto
de la instalación de una base del Pentagono en esa provincia…
-Uno
de los últimos capítulos es sobre el aborto. ¿Cuál es el panorama para el 2012?
La
buena noticia del aborto, por lo menos en la agenda de mínima, en términos de
derechos sexuales y reproductivos de la mujer, es el fallo de la Corte que
despejó cualquier duda que hubiera sobre la constitucionalidad y legalidad del
aborto terapéutico. Fue una interpretación amplia y una directiva muy clara a
los ministerios de Salud, provinciales o federales, para actuar en casos de ese
tipo. A pesar del fallo, algunas provincias están poniendo obstáculos.
Afortunadamente, el candidato a Procurador (Daniel) Reposo, que tenía una
postura absolutamente retrógrada al respecto, finalmente renunció a su
candidatura. Su posición era, inclusive, contraria al fallo de la Corte; era
más regresiva que cualquiera de las posiciones conservadoras. Me parece que hay
un largo trecho por recorrer en materia de orden terapéutico. Todavía hay
bastante masa crítica en el Congreso para que los proyectos de legalización del
aborto se discutan. Y ahí creo que nadie tiene muy en claro qué va a suceder
porque no está claro ni cómo se alinea el oficialismo.
-¿Cómo
se explica la inacción del Estado cuando debería ser, como dice el CELS,
“respetuoso, protector y garante de los DD.HH de su población”?
Hay
una falta de entendimiento de que, también en estos casos, se tratan de
problemas relacionados con la violación a los derechos humanos. Los derechos de
las mujeres son parte de la agenda de los derechos humanos y las obligaciones
del Estado. Y, de alguna manera, en estos casos, lamentablemente, siempre mete
la cola una visión religiosa conservadora o moralista machista del problema; que, en
definitiva, es un problema de salud pública. El índice de mortalidad materno en
este caso es altísimo. Las religiones no
tienen nada que hacer en esta discusión. La respuesta tiene que ser de una
política publica sobre salud.
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