Portada :: América Latina y
Caribe
01-06-2012
Entrevista a la Premio Nobel de la
Paz Rigoberta Menchú Tum
“El pasado está intacto en el
presente”
Gašper Kralj
Rebelión
El 17 de mayo del 2012 en Maribor
(Eslovenia), los condecorados con el Premio Nobel de la Paz reflexionaron
acerca de la justicia y de la solidaridad global, conceptos valientes y de
hermosa resonancia que, en la práctica, son a menudo mal entendidos: la
impunidad todavía hace sombra a la justicia, y la solidaridad aún se confunde
con el asistencialismo a las víctimas. Tuve entonces la oportunidad de hablar
con Rigoberta Menchú Tum acerca de su testimonio Me llamo Rigoberta Menchú y
así me nació la conciencia, que este año será publicado por primera vez en
esloveno por la editorial *cf. El libro fue escrito en la época de las
dictaduras militares en Guatemala y América Latina, mientras que su traducción
al esloveno coincide con el proceso histórico contra el general Efraín Ríos
Montt. La justicia que no habita en los tribunales está ofendida por los miles
de testimonios similares al de Rigoberta que todavía permanecen silenciados,
todos ellos dolorosos testimonios de familiares y compañeros de los torturados,
de los desaparecidos y asesinados en masacres que recuerdan a las de los
primeros años de la conquista española. La traducción de este libro es una
pequeña contribución más, una pieza en el mosaico de la solidaridad global con
las luchas de los pueblos indígenas.
En 1992, Rigoberta Menchú recibió el
Premio Nobel de la Paz por su incansable labor en el campo de los derechos
humanos, y en los años 2007 y 2011 fue candidata presidencial en Guatemala. En
la entrevista, por lo tanto, hizo referencia a los cambios que ella, una
indígena rebelde, ha experimentado al convertirse en una personalidad
reconocida y en una figura pública expuesta a las críticas. Habló también de
los problemas que ha encontrado, de la importancia de la memoria histórica, de
la crisis actual, de las estrategias políticas mayas y, por último, de sus
propuestas para la nueva generación de activistas.
Su testimonio alcanzó a las masas,
sensibilizó a la opinión pública internacional, entró en las universidades.
¿Con qué obstáculos se encuentra la mujer indígena cuando quiere contar
públicamente su historia?
Bueno, primero decir que me siento
orgullosa del libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia
porque fue el único testimonio que pudo materializarse en un texto en el
momento que ocurrían las atrocidades más extraordinarias en Guatemala. La
mayoría de los testigos eran perseguidos y murieron con su historia, no
pudieron hablar, no pudieron decir sus nombres. Por otra parte, es un libro
testimonial, no de análisis. Hay una tremenda diferencia entre un libro
analítico o académico y un libro testimonial. Por eso este libro cambió la
percepción del género en la Academia y rompió el tabú de que los testimonios no
valían como documentos científicos. Es obvio que el libro se enfrenta a una
cantidad de estereotipos, sobre todo los estereotipos occidentales de la
antropología egocentrista. Cuando de pronto un maya habla dando su testimonio,
en su dolor se expresa el sabor de una cultura milenaria. Ningún antropólogo
del mundo podría inventar ese sabor milenario que solamente se transmite de
generación en generación en una civilización perseguida durante largos años. En
repetidas ocasiones he tenido la oportunidad de defender mi libro y lo he
defendido con todo honor.
El libro se ha encontrado con grandes
dificultades porque, además de ser un testimonio, reclamaba verdad y justicia.
Quiero que mi verdad sea reconocida y quiero que sea reconocida con justicia.
Esto me ha llevado a un proceso penal, me ha llevado a la política, me ha
llevado a vincular la memoria de Rigoberta Menchú con la memoria del genocidio,
del etnocidio, del feminicidio que se cometió en Guatemala y que se ha cometido
en muchas partes del mundo. Por ello el libro planteó el tema de la memoria
histórica en Guatemala.
¿Podría hablarnos sobre el pasado y
el presente, sobre qué ha cambiado desde los tiempos de las dictaduras
militares hasta hoy en día y qué permanece igual? Vemos que la represión severa
en Guatemala, México, Honduras y muchos otros países latinoamericanos continúa.
Pero también continúan las luchas. ¿Qué deberíamos aprender de ellas?
Lo primero que cambió fue mi
condición. Pasé a ser una mujer exitosa, premio Nobel de la Paz, una mujer líder
tanto en el campo espiritual como en el social, y por otra parte considero que
ahora tengo más espiritualidad maya que la que tenía en aquellos años cuando
era joven, ahora entiendo el sagrado calendario maya y más cosas de mis
ancestros que antes, por lo que en mi propia experiencia hay muchos elementos
nuevos. Pero lo más importante es que todo lo que he vivido no me convierte en
víctima, y jamás permitiría que se convierta en víctimas a los otros actores de
primera línea del dolor.
En cuanto a lo que ha cambiado en
Guatemala, creo que han cambiado muchas cosas. Nosotros tenemos aproximadamente
cincuenta y cinco mil expedientes de quienes sufrieron el genocidio, la
tortura, la desaparición forzada, la humillación como seres humanos...
Expedientes dolorosos que son el testimonio impactante de ese país. Por lo
tanto, el libro es apenas una pequeña ventana frente a lo que ya logramos
documentar en estos veinte años en los que hemos trabajado para recuperar la
memoria. En este proceso han hablado miles de personas y para mí es un honor
que mi testimonio haya sido un granito de esa memoria.
Hay cambios positivos, por ejemplo,
que la espiritualidad maya hoy ya no se practica en secreto, hemos logrado que
por ley se respete y ya no tenemos que escondernos. Nuestros idiomas ya son
oficiales, y por lo tanto nuestra historia empieza a ser oficial. También
nuestra juventud vive hoy en un ambiente más libre y con más posibilidad de
tener conciencia. Y finalmente, nos hemos preocupado por manejar nuestro
sagrado calendario maya que es la guía más importante de nuestro futuro.
Sin embargo, hay cosas que no han
cambiado. A pesar de que ya no vivimos la guerra, todavía tenemos miedo.
Guatemala sigue viviendo el miedo al retorno de la represión, el militarismo y
la dictadura. Y por ello a veces a la gente le cuesta reaccionar. Te cuesta
accionar. Además, en muchas áreas sigue habiendo extrema pobreza y hambre,
incluso hay zonas que se han empobrecido desde los tiempos en los que crecí con
mis padres, cuando yo era niña. Hay lugares donde el analfabetismo es más
impresionante y brutal que en esos años. O sea que el sistema capitalista no ha
supuesto una vida mejor para nuestra gente. Se han idealizado mucho los
acuerdos de paz, pero no se trataba de hacer la paz y mantenerla como tal,
porque la paz debe consistir también en tener qué comer y tener trabajo y
oportunidades. Por lo tanto, las libertades siguen siendo limitadas en
Guatemala. Desafortunadamente el racismo como esquema mental, como esquema estructural,
como esquema institucional y como esquema social, no ha cambiado. La lucha
contra el racismo, contra la discriminación, contra la exclusión y la
marginación siguen siendo nuestras banderas importantes.
Me gustaría preguntarle sobre el tema
de la impunidad. ¿Cuál es la relación entre la impunidad y el poder político en
Guatemala y América Latina? ¿Cómo es posible que en Guatemala el año pasado
tomara el poder Otto Pérez Molina? Y también, ¿qué espera del juicio a Efraín
Ríos Montt y otros militares asesinos responsables de crímenes de lesa
humanidad?
Una buena noticia es que hace una
semana se inició la apertura del juicio público de la masacre de la Embajada de
España. De ello se habla en el libro en el que un abusivo antropólogo
norteamericano afirma que lo que yo decía no era verdad porque el creía que mi
padre había sido quemado con kerosén y yo creía que había sido quemado con
fósforo blanco. He esperado treinta y dos años para que por fin esta discusión
comparezca en un tribunal. El tribunal, por supuesto, no es maya sino que es un
tribunal occidental, pero por lo menos tengo la posibilidad de demandar a los
responsables de la masacre de la Embajada de España.
Igualmente han prosperado las
demandas que he puesto en la Audiencia Nacional de España. Usted sabe que desde
el año noventa y nueve tengo abierto un juicio en España contra el genocidio,
el etnocidio y lo que ahora ya se califica también de feminicidio, o sea la
agresión contra las mujeres. Estos juicios han abierto una lucha frontal contra
la impunidad porque lo cierto es que muchos de los que están actualmente en el
poder deberían de estar en la cárcel en lugar de en el poder, pues hay crímenes
muy concretos que los señalan.
Sin embargo, el régimen de impunidad
continúa, y creo que va a continuar mientras los ciudadanos no nos atrevamos a
comparecer, a demandar, a hacer tres trabajos que yo he hecho durante toda mi
vida: primero, la investigación científica. No se puede acusar a un genocida, a
un militar, solo por ocurrencia, sino que hay que probar los delitos que ha
cometido. Segundo, la batalla política para interpretar la doctrina jurídica,
no solo el derecho nacional sino la doctrina internacional penal. Y tercero, la
lucha social en demanda por un juicio justo, porque contra la impunidad tampoco
es posible luchar solito, hay que luchar socialmente, que es lo que nosotros
hemos hecho, nos hemos juntado las viudas, los huérfanos, los sobrevivientes y
familias enteras para investigar y hacer exhumaciones. Es doloroso abrir una
fosa común, doloroso, pero lo hemos hecho.
Por tanto, aunque no haya justicia y
la impunidad continúe, la recuperación de la memoria histórica en Guatemala es
nuestra ganancia. Estoy satisfecha de lo que hemos hecho porque yo no soy
impartidora de justicia, solamente he evidenciado que la justicia no funciona.
El problema es que la pobreza es enorme y en Guatemala se compran muchos votos.
Yo no puedo decirle a un ciudadano que no venda su voto cuando está pasando
hambre. Cuando un candidato compra el voto de ese ciudadano con dinero
procedente del narcotráfico o del crimen organizado, el ciudadano no pregunta
de donde viene el dinero sino que espera resolver una necesidad inmediata. Por
eso lo que estamos viviendo es una crisis global, pero no vamos a permitir que vuelvan
a hacer lo que han hecho con otros pueblos. Nuestra lucha hoy por mantener la
paz es no permitir que vuelva el genocidio, no permitir que vuelvan las
masacres, la intolerancia y el autoritarismo. Debemos mantenernos vigilantes
porque somos custodias de lo que hemos avanzado.
Por un lado están el miedo, la
represión, el terror de estado – desde las políticas conservadoras hasta las
políticas abiertamente fascistas. Por otro lado, están las políticas liberales
y su modelo de ‘libre mercado más democracia’, y también las políticas
reformistas que incluso recurren a las consignas de las luchas contra el
racismo y la discriminación, pero cuya práctica demuestra que tampoco harán
vacilar al capitalismo. ¿Qué opina sobre los nuevos gobiernos progresistas?
¿Cuáles son los problemas y desafíos que encuentran los gobiernos de Venezuela,
Bolivia, Ecuador, El Salvador? ¿Cuál es allí la autonomía de los movimientos
sociales y cuál es la situación de los pueblos indígenas y su acceso a las
decisiones estratégicas?
La verdad es que todavía en América
Latina, o en América en general, hay dos sistemas en pugna: el sistema
ancestral, el de nuestros antepasados, y el sistema occidental. Nosotros nos
hemos convertido en árbitro entre uno y otro, hemos intentado crear un puente
entre los dos, pero no ha sido fácil, y por eso no soy idealista en cuanto a
que los pueblos indígenas logren su emancipación. Aunque haya un régimen más
progresista o menos progresista, siguen habiendo problemas porque se trata de
dos ideologías, dos filosofías y dos sistemas que se enfrentan. Dado que la
visión y la esencia de las civilizaciones ancestrales es su profunda relación
con la tierra, ésta es el principal problema en América Latina. Vienen unos
señores con la pretensión de usurpar estas tierras para sacar oro, plata,
petróleo... pero la gente, por constitución ancestral, no permite que les sean
usurpadas, pues a veces incluso se trata de lugares sagrados que tienen una
función espiritual.
Hay un problema bastante complicado
que es el de la minería, el petróleo y todos aquellos recursos que los
occidentales llaman recursos naturales y que nosotros llamamos nuestros bienes
materiales, o nuestros bienes en general. Si tuviéramos capacidad para abordar
la crisis a lo mejor podríamos encontrar una solución, y creo que esto es lo
que está tratando de batallar Evo Morales en Bolivia, tratando de ver cómo y
hasta dónde puede haber compatibilidad entre la ociosidad que busca occidente y
la ociosidad que buscan las culturas ancestrales.
Otro problema es que nosotros no
manejamos las corporaciones que maneja occidente: no hemos sido banqueros, no
hemos sido empresarios, no hemos acumulado riquezas a base de diamantes y oro,
y por ello nos han excluido totalmente de la administración pública y las políticas
públicas son dirigidas siempre por otros, no por nosotros. De ahí viene la
demanda de nuestra inclusión en la toma de decisiones, o sea, que nos permitan
decidir sobre aquellos asuntos que conciernen a nuestro sistema ancestral. Por
eso, para no quedar al margen de los procesos electorales, por primera vez en
la historia de Guatemala tenemos un partido maya.
Nuestro partido empezó a fundarse
hace ocho años y nos ha llevado todo ese tiempo poder cumplir los requisitos de
occidente para ser un partido que en sí mismo no es maya, pero que está
integrado por mayas, pues el noventa y seis por ciento de los fundadores de
Winaq somos mayas. Esta cuestión me ha valido muchas críticas, se me ha
preguntado por qué Rigoberta está fundando un partido, no necesita ni tiene que
meterse en política, la política es criminal, es sucia, es… Sí, es sucia, pero,
después de tres tentativas de partido político maya en Guatemala que fueron
aniquiladas, para mí Winaq es el primer intento logrado. Esta vez hemos
conseguido tener un partido que va a entrar en el Foro de São Paolo,
próximamente en Caracas, y vamos a ser uno de los partidos progresistas de
América Latina. Pero eso no es la solución Winaq. Creo que todavía es necesario
pasar por un largo proceso porque nos cuesta muchísimo entender la lógica de
occidente en la elección de líderes. Para nosotros un líder no es el que se
autonombra, es el que sabe escuchar a la gente. Pero, ¿por qué me siento
orgullosa de haber sido una de las fundadoras del Winaq y de ser actualmente la
secretaria general del partido? El 44,5 por ciento de la militancia de Winaq
son mujeres, mujeres mayas. No me siento orgullosa tan solo por ser un partido,
partidos hay muchos, sino porque puede ser un instrumento para buscar y
explorar vías que nos permitan crear una alternativa.
Para concluir, sobre las crisis y las
alterativas. Se trata de una profunda crisis social, de una crisis de valores,
como dice Ernesto Sabato, que al mismo tiempo es una oportunidad para
reflexionar sobre qué es lo realmente importante. Y también, ¿cómo actuamos,
cómo nos comprometemos individual y colectivamente para los cambios radicales?
¿Cuáles son las alternativas al capitalismo, sistema que no resulta solamente
devastador para los pueblos indígenas sino para el planeta entero? ¿Cuáles son
sus propuestas para la nueva generación de activistas?
Mi consejo es que volvamos a la
comunidad, que volvamos a la tierra, que volvamos a tener la conexión necesaria
con una vida plena que no se vea limitada a la intriga y la controversia; que
sepamos renovar nuestras instituciones, aquellas que se crearon para la guerra
y cuya función era de choque. Hoy no estamos en guerra y tenemos que adecuarnos
a una dimensión de lucha social en la que no victimicemos a nuestra gente y
tampoco idealicemos a los pueblos. Seamos más realistas. Pienso que hay muchas
organizaciones que deberían renovar ya su propia existencia, porque se puede
mantener una sigla solo por mantenerla. Uno de los errores que se ha cometido
es decir ‘éste es mi símbolo’ y querer mantenerlo sin dar un paso hacia la
revisión de agenda y de estrategias. Yo misma empiezo tratando de no idealizar
a mi gente, porque la perversidad no es solo la de los grandes políticos,
también es perverso que se permita que a una persona pobre se le compre el voto
o que se la humille. Es decir, es la calidad humana lo que tenemos que buscar.
Podemos filosofar, pero lo más importante es que seamos capaces de crear
autoestima en la gente y crear una población más sana, más armoniosa, que empiece
a buscar la armonía en lugar de la victimización. Hay todavía mucho trabajo que
hacer en la educación, respecto a la cultura, la identidad, la autovaloración
de nuestros idiomas y el uso de nuestros instrumentos como el calendario maya y
las normas ancestrales. Pero a esto se llega mediante el diálogo, mediante la
consulta… Creo que la vía del futuro es la consulta. Si yo le pregunto a usted
cómo lo resuelve y si usted tiene una idea, esa idea viene a sumarse a los
esfuerzos que van a ser el camino. No hay una receta.
Guatemala es un país próspero, pero
ha sufrido mucho. Las huellas del genocidio nos van a durar muchos años. No se
puede decir ‘esto es el pasado y aquí está el presente’, sino que el pasado
está intacto en el presente. Debemos cuidar que nuestros hijos no sean
genocidas o no sean víctimas del genocidio, y eso solamente es posible si
tenemos memoria. Si negamos la historia corremos el riesgo de que vuelva
repetirse. Es muy importante que juicios como la masacre de la Embajada de
España, aunque sea treinta y dos años más tarde, haya llegado a un tribunal. No
sé si van a soltar a esos señores o si los van a meter en la cárcel, yo no
tengo ni idea, pero esos juicios representan una etapa de las luchas que hemos
llevado a cabo contra la impunidad. Los victimarios cargaran encima la
vergüenza de ser criminales y de ella no podrán escapar. Por eso espero que el
libro interese a los eslovenos y que los vincule a Guatemala. En él no esta la
historia completa, porque para completarla habría que entrar en cada uno de los
testimonios, recuperaciones escritas, expedientes judiciales, que hemos
elaborado a lo largo de los últimos veinte años. En este tiempo no hemos
descansado para escribir la memoria de lo que allí pasó.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando
su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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