EL RACISMO ANTISLAMICO NORTEAMERICANO
26-09-2012
El
lingüista y activista estadounidense considera que viola la normativa
internacional y la Declaración Universal de los Derechos Humanos
Chomsky
califica de “odiosa” película antislámica
HispanTV
El
lingüista, filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky ha afirmado este
martes que la película antislámica producida en Estados Unidos viola la
normativa internacional y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Durante
una entrevista con la agencia iraní de noticias Mehr, Chomsky ha calificado de
odiosas la producción y emisión de la blasfema película ˈLa inocencia de los
musulmanesˈ, dirigida por un israelí-estadounidense, y ha afirmado que esta
insultante medida ha suscitado muchos retos.
En
cuanto a la opinión de algunos estadounidenses respecto a la legalidad de este
largometraje, pese a su inmoralidad, el filósofo norteamericano ha señalado que
“la producción de esta repugnante película, no solo no es un muestra de
libertad de expresión, sino que manifiesta odio y una cierta actitud agresiva”.
La
película antislámica, según Chomsky, contradice el Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en torno al respeto de los derechos de los demás, así como la
salvaguarda de la seguridad y el orden.
“La
libertad de expresión no es un derecho sin límites, y en Europa y otros puntos
del mundo existen normas que restringen este derecho”, ha afirmado.
Respecto
a las reacciones al largometraje en EE.UU., el activista norteamericano ha
expresado su deseo de que las autoridades estadounidenses que han condenado la
película, lo hayan hecho de forma honesta para que, por lo menos, no hayan
actuado en el marco del engaño, una actitud que adoptan normalmente.
La
ira del mundo islámico por la película ˈLa inocencia de los musulmanesˈ se
intensificó después de que el semanario satírico francés ˈCharlie Hebdoˈ
publicara una serie de caricaturas que profanan la figura del profeta del
Islam, Hazrat Mohamad.
Fuente original: http://hispantv.com/detail.aspx?id=196066
Revoluciones en el mundo árabe
26-09-2012
El verano del descontento musulmán
¡No es “la película de unos aficionados, estúpido”!
James Petras
Rebelión
Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
[...] La islamofobia no es simplemente la actitud de una
minoría de extremistas marginales; es parte integrante de las políticas
destinadas a las guerras actuales contra una docena de naciones musulmanas, a
la vigilancia de millones de musulmanes estadounidenses, y a armar a un Estado
judío decidido a desarraigar a los palestinos y a amenazar con bombardear a 75
millones los musulmanes iraníes [...]
Introducción
La llamada “Primavera Árabe” es un recuerdo lejano y amargo
para quienes combatieron y lucharon por un mundo mejor, por no hablar de los
miles que perdieron la vida o su integridad física.
En su lugar, en todo el mundo musulmán, una nueva oleada de
políticos reaccionarios, corruptos y serviles han tomado las riendas del poder
apoyados por los mismos militares, la misma policía secreta y el mismo poder
judicial que sostuvieron a los gobernantes anteriores [2]. La muerte y la
destrucción es rampante; la pobreza y la miseria se han multiplicado, han
quebrado la ley y el orden, matones reaccionarios han tomado el poder político
cuando antes eran una fuerza marginal. Los niveles de vida han caído, las
ciudades están devastadas y el comercio está paralizado. Y presidiendo este
“Invierno árabe” se encuentran las potencias occidentales, Estados Unidos y la
Unión Europea —con la ayuda de las monarquías absolutistas despóticas del
Golfo, su aliado turco y un ejército variopinto de mercenarios terroristas
islamistas y sus posibles portavoces del exilio.
El legado de la intervención imperial en el mundo musulmán
durante la primera década del siglo XXI supera en términos de vidas perdidas,
en personas desplazadas, en economías destruidas, en guerras perpetuas,
cualquier década anterior, incluyendo las conquistas coloniales del siglo XIX y
XX. Buena parte del reciente caos y de la violencia occidental ha quedado
concentrada en el período conocido como la “Primavera Árabe” entre 2011 y 2012.
Además, lo peor está por venir. Los supervisores occidentales han ganado
posiciones estratégicas de poder en algunos países (Egipto), se dedican a
prolongadas guerras ruinosas en otros (Siria) y se prepara para una
intervención militar aún mayor y más destructiva en otros (Irán).
El “Invierno del descontento musulmán” cubre un arco
completo desde Pakistán y Afganistán, en el sur de Asia, a través de la región
del Golfo y Oriente Próximo hasta el Norte de África. En medio de la peor
crisis económica que azota Occidente desde la década de 1930, los regímenes
imperialistas occidentales han exprimido a sus pueblos, han movilizado
personal, armas y dinero para participar en guerras simultáneas en cinco
regiones y dos continentes para derrocar a sus adversarios políticos e instalar
clientes, incluso aunque ello suponga la destrucción de la economía y el
desarraigo de millones de personas.
Comencemos con Egipto, donde la Primavera Árabe se ha
convertido en un caso de estudio para la elaboración del Nuevo Orden Imperial
en el mundo musulmán. Atribuir las violentas rebeliones populares en dos
continentes y en dos docenas de países musulmanes a una película de Estados
Unidos que profana al profeta Mahoma es el colmo de la superficialidad. Como
mucho, la película ha sido el detonante que ha desencadenado una hostilidad
arraigada como resultado de dos décadas de devastación y destrucción que
Estados Unidos ha causado al mundo musulmán y, más concretamente, el flujo de
rabia que circula debido a la cruda intervención de Washington contra la
promesa de la Primavera Árabe.
Egipto: la construcción de un Estado del cliente
Desde el primer día, en febrero de 2011, Washington buscó
por todos los medios apuntalar la dictadura de Mubarak cuando miles de
manifestantes que luchaban por la libertad fueron asesinados, heridos o
encarcelados en las plazas y calles más importantes de Egipto. Cuando Mubarak
fue obligado a dejar el poder, Washington intentó conservar su influencia
recurriendo a sus generales y apoyó la junta militar que tomó el poder. A
medida que la dictadura militar se convirtió en el blanco de grandes
manifestaciones a favor de la democratización, Washington respaldó un acuerdo
de reparto del poder político entre el dominante sector pro-occidental
neo-liberal de los Hermanos Musulmanes y los militares excluyendo las reformas
democráticas y socioeconómicas más elementales exigidas por los pobres y las
clases trabajadoras y medias.
Con la elección del presidente Muhammad Morsi, Washington
se aseguró el más ferviente defensor del capitalismo salvaje de “libre mercado”
y el segundo mejor defensor (después de Mubarak) de mantener la posición de
Egipto como Estado cliente de Estados Unidos en Oriente Próximo. Morsi,
siguiendo los pasos de Mubarak y de acuerdo con Washington y Tel Aviv, cerró
las rutas comerciales entre Gaza y el Sinaí, viajó al Movimiento de Países No
Alineados en Teherán para trasladar el mensaje de Arabia Saudí y del Golfo
reclamando el apoyo a los mercenarios armados que asolan Siria con el respaldo
occidental. Después ha anunciado planes para privatizar empresas públicas,
reducir el déficit a través de la eliminación de los subsidios básicos a los
pobres, desregular la economía para aumentar el flujo de capital extranjero y
acabar con las huelgas obreras [3]. Como recompensa por su servilismo y para
facilitar el proceso de reconstruir Egipto como Estado maleable y cliente de
Occidente, Washington, Arabia Saudí, el FMI, Qatar y la Unión Europea han
ofrecido a Morsi más de 20 mil millones en préstamos, el alivio de la deuda y
subvenciones [4]. Para conservar el apoyo de las masas musulmanas empobrecidas,
el gobierno de Morsi depende de jugar la “carta espiritual” mientras lleva
adelante una sólida estrategia económica neoliberal y una política exterior
neo-colonial.
Dado el reciente fervor revolucionario nacionalista y pro
democratizador, Morsi busca la manera de desviar el creciente descontento
socioeconómico con sus políticas económicas neoliberales adoptando una posición
musulmana aparentemente piadosa —condenando “la película” que ridiculiza al
Profeta y tolerando los ataques a la Embajada estadounidense en el Cairo...
algo que ha enfurecido a Clinton y a Obama, que esperan sumisión total,
especialmente hacia los símbolos y la esencia de todo lo de Estados Unidos [5].
Desde la perspectiva de Morsi, un día de desahogo contra la
Embajada de Estados Unidos ha sido el precio a pagar por su extenso programa
para poner fin a las aspiraciones revolucionarias democráticas y nacionalistas
de las masas que derrocaron a Mubarak, sobre todo cuando Morsi tiene toda la
intención de “continuar con su agenda económica (de Mubarak) con una política
establecida para luchar contra la corrupción” [6]. El pueblo egipcio, tanto el
musulmán como el laico, está profundamente desencantado con la traición de los
Hermanos a sus promesas de bienestar, empleo, prosperidad y de una política
exterior nacionalista. La “película” ha servido como “pretexto legítimo” para
unificar sus fuerzas: la protesta contra “la película” tiene que ver en realidad
con las profundas divisiones socio-económicas y políticas emergentes y con el
tremendo impulso de la influencia de Estados Unidos en el Egipto de Morsi.
Libia
El régimen de Obama condujo la guerra aérea y marítima que
devastó la economía de Libia, destruyó su integridad nacional y permitió que
una gran cantidad de grupos fundamentalistas terroristas extranjeros y
nacionales se hicieran con el control de vastas regiones del país [7].
Washington y la UE lanzaron en paracaídas al gobierno a un variopinto grupo de
clientes expatriados sin apoyar a ninguna de las instituciones del Estado. Los
fundamentalistas islámicos, los clanes, las bandas, los tribalistas,
monárquicos y docenas de otros señores de la guerra locales que la UE y
Washington financiaron, armaron e importaron para derrocar a Gadafi hicieron
mucho más: destruyeron todo el tejido de la sociedad civil organizada, el
Estado y la autoridad pública. Frente a un mundo hobbesiano y caótico de feudos
en guerra, muchas gentes han retornado a sus grupos primarios —familia, clan,
autoridades religiosas, que pudieran ofrecer cierta protección mínima en el
hogar, en la calle y en el lugar de trabajo. El asalto al consulado de Estados
Unidos ha sido sólo uno de los miles de ataques violentos contra la propiedad y
las autoridades nacionales, regionales y locales [8]. La propia policía, el
ejército y los ministerios están infiltrados por facciones armadas religiosas y
laicas que pretenden asegurarse los escasos ingresos del petróleo para su grupo
particular.
La protesta del Consulado y el asesinato del embajador
estadounidense y de los miembros de las Fuerzas Especiales no ha sido sino el
acto más publicitado de la violencia criminal generada por Estados Unidos y por
la intervención militar de la UE. Creyeron, bien por ignorancia total, por
arrogancia o por ingenuidad, que podían armar a los fundamentalistas para que
hicieran el trabajo sucio de matar a Gadafi y una vez que ello fuera “misión
cumplida”, podrían desecharlos como un condón usado (o enviados a Siria como
tropas de choque) y que podrían reemplazarlos por tecnócratas neo-liberales que
gobernarían el país como un Estado cliente occidental: retornando los campos de
petróleo a las compañías petroleras de la UE y estadounidenses. En vez de eso,
Washington y la Unión Europea han alienado a todos los sectores de la sociedad
libia: a los millones de beneficiarios de la Libia estable, segura, laica y
próspera que gobernó Gadafi; a la masa de fanáticos musulmanes armados que
exigen un Estado fundamentalista y sienten que sus sacrificios han sido dejados
de lado, y a los señores de la guerra y a los contrabandistas de armas que
exigen el respeto de sus adquisiciones territoriales [9]. Y, sobre todo, a la
gran mayoría de todos los libios que han resultado empobrecidos por la guerra y
que vieron con indiferencia o satisfacción cómo las bandas armadas bombardeaban
el Consulado estadounidense. La protesta violenta por la película de unos
aficionados que denigra al Profeta ha sido claramente el pretexto de una dilatada
acumulación de reclamaciones populares y de la elite resultado de la
intervención occidental armada.
Yemen
La toma de la embajada de Estados Unidos en Yemen secunda a
los 33 años de respaldo financiero y armamentístico estadounidense a la brutal
dictadura de Ali Abdulá Saleh, meses de guerra de drones y a la represión de
las protestas populares pacíficas. El actual movimiento pro-democracia en
Yemen, que alcanzó proporciones masivas, ha quedado bloqueado por la
intervención de Estados Unidos y Arabia Saudí y ha dejado en su estela miles de
ciudadanos yemeníes muertos, heridos y encarcelados. La toma de la embajada de
Estados Unidos, aparentemente por “la película”, se ha debido a causas mucho
más profundas y más amplias: el descontento popular por largas décadas de
alianza entre Estados Unidos y Yemen y por una farsa de “transición
democrática” promovida por Estados Unidos. Al igual que en Egipto y en Túnez,
en Yemen los cambios de personas se han planificado para sacrificar al dictador
titular con el fin de salvar el aparato del Estado cliente (policía, ejército,
y judicatura), que son la base del poder de Estados Unidos y de Arabia Saudí en
la región del Golfo. En todas las “transiciones”, Estados Unidos y la UE
confían en políticos musulmanes dóciles y serviles para que pongan los arreos
de las creencias religiosas a sus políticas neo-liberales y pro-imperiales.
Túnez
En el caso de Túnez, Washington y la UE hicieron uso del
partido islamista en el poder Ennahda con el fin de abortar la transformación a
favor de la democratización. Posteriormente, han subsidiado fuertemente al
régimen de “libre mercado” de Moncef Marzuki que ha ignorado totalmente las
reivindicaciones básicas que llevaron al levantamiento: el desempleo masivo, la
concentración de la riqueza y la subordinación a la política exterior de la
Unión Europea y de Estados Unidos, especialmente en lo que respecta a
Palestina, Libia y Siria. El régimen y el partido islamista han jugado el
habitual doble juego de condenar “la película” y aplastar la protesta, sabiendo
muy bien que la protesta callejera podría encender una manifestación mucho más
importante contra el abandono total del régimen del programa socio-económico
democrático original.
Somalia y Sudán
En Somalia y en Sudán han tenido lugar protestas populares
violentas y ataques contra la embajada de Estados Unidos. Washington ha estado
profunda y directamente involucrada militarmente en Somalia durante más de dos
décadas, pasando de una fracasada ocupación de los marines a financiar a
militares africanos como sustitutos, entre ellos de Etiopía, Kenia y Uganda.
Asimismo ha participado en ataques con drones. Como resultado de la
intervención militar de Estados Unidos, Somalia es un país dividido, destruido
y en la miseria en el que florece la piratería y donde tres cuartas partes de
sus habitantes son refugiados. Las “protestas por la película” no son más que
la punta de una guerra de liberación nacional en curso que enfrenta a
islamistas radicales contra los sustitutos respaldados por Occidente y el
régimen títere musulmán “moderado” de Sharif Sheik Ahmed.
Sudán es el lugar de una protesta masiva y un violento
ataque contra las embajadas de Estados Unidos y de Europa. La elite gobernante
en Sudán, sujeta a las sanciones de estadounidenses y europeas así como al
movimiento separatista financiado y armado por Washington y Tel Aviv en Sudán
de Sur, rico en petróleo, ha firmado un acuerdo por el que se han reducido sus
ingresos petroleros en un 80%. Como resultado del apaciguamiento de Sudán
respecto al separatista sustituto de Occidente, los niveles de vida en Jartum
se han desplomado, la inflación hace estragos, el desempleo aumenta y el
régimen ha dejado de apuntar sus armas a los separatistas para apuntar a su
propio pueblo. Los ataques a la Embajada de Estados Unidos tienen más que ver
con la división y el empobrecimiento del país que con “la película”. Como
mucho, ésta ha sido un “disparador” que ha incendiado la profunda frustración
en contra de un régimen que, una vez confirmada la integridad nacional del
país, ha sacrificado sus riquezas naturales para ganarse el favor de
Washington.
Pakistán
Pakistán ha sido escenario de masivas protestas populares
en los centros urbanos así como en la periferia noreste. Los ataques a la
embajada y la quema de la bandera reflejan un resentimiento constante y
profundo contra más de una década de intrusiones estadounidenses terrestres y
aéreas en violación de la soberanía pakistaní. El bombardeo con drones de
decenas de “pueblos tribales” ha despertado la ira de millones de personas. La
guerra librada por Estados Unidos contra bastiones islamistas, su intrusión
armada para capturar a Bin Laden y las múltiples redadas del ejército pakistaní
financiadas con fondos de miles de millones de dólares han causado miles de
muertos y millones de refugiados. Pakistán es un país que hierve en ira con una
profunda hostilidad a todo lo relacionado con Estados Unidos. La película
únicamente ha venido a alimentar la caldera de un creciente descontento
militante, religioso y nacionalista. El criminal convicto, el presidente
pro-estadounidense Zarda, y sus gestos de protesta por la película no tienen
credibilidad: está haciendo tiempo antes de que lo derroquen.
En Malasia, Indonesia, Nigeria y otros lugares donde
Estados Unidos no ha sido tan ubicuo a la hora de intervenir en el orden militar
y político han tenido lugar protestas menores por la “película”.
El tamaño, alcance y violencia de las protestas en contra
de “la película” tienen una alta correlación con la intensidad de la
destrucción y la miseria directamente ligada a la intervención militar y
política estadounidense.
Conclusión
Haciendo frente a una fuerte reacción militante contra su
actual ofensiva contrarrevolucionaria en el mundo musulmán, Washington exige a
sus “nuevos” clientes musulmanes que aumenten la “seguridad” —que refuercen el
estado policial y repriman los movimientos de protesta populares [10].
Washington está, una vez más, a la defensiva.
Las cambiantes relaciones de poder entre los movimientos
populares y Estados Unidos y la UE han vuelto a agudizarse.
En la primera fase, Washington y sus aliados de la UE
fueron tomados por sorpresa y seriamente desafiados por los movimientos
populares pro democratización que derrocaron o amenazaron a sus gobernantes
clientes en Túnez, Egipto, Somalia, Yemen, Bahréin y otros lugares; lo que se
denominó como “Primavera Árabe”.
La segunda fase fue la reacción occidental para
contraordenar, detener y revertir el movimiento popular pro-democratizador a
través de alianzas con dirigentes islamistas maleables (Egipto, Túnez y Yemen)
y el lanzamiento y la intensificación de la lucha armada con extremistas
islamistas en Libia y Siria. También reforzó a los despóticos regímenes
monárquicos del Golfo.
Apenas unos meses más tarde, los clientes neo-coloniales
impuestos por estadounidenses y europeos, han dejado ver sus frágiles
cimientos: las fraudulentas “transiciones” han producido gobernantes serviles,
incapaces y sin voluntad para hacer frente a las reivindicaciones
socio-económicas de los movimientos pro-democratizadores.
En la actualidad, la tercera fase de la lucha enfrenta un
escenario más complejo que el anterior “conflicto binario” de dictadura versus
democracia. Hoy en día somos testigos de conflictos entre islamistas
neo-liberales en el poder contra sindicalistas laicos y musulmanes; musulmanes
fundamentalistas empobrecidos combatiendo por Estados Unidos (en Siria) y en su
contra (en Libia), mientras regímenes laicos (Siria) e islamistas (Irán) unen
sus fuerzas para hacer frente a mercenarios islamistas respaldados por Occidente
y a las amenazas israelíes con armas nucleares. Ya se trate de Pakistán,
Somalia o Sudán, donde quiera que Estados Unidos haya conseguido Estados
clientes ha impuesto políticas de guerra que empobrecen a las masas.
El terreno de la lucha islamista tanto para los poderes
imperiales como para las masas populares refleja el descrédito y la destrucción
de los gobernantes laicos y de las organizaciones populares de la sociedad
civil. Las instituciones religiosas se han convertido en el refugio, el manto y
el grito de guerra de las clases desposeídas y de las acaudaladas.
Un estudio minucioso de las dos [últimas] décadas de
guerras de Estados Unidos y de la Unión Europea en el mundo musulmán revela
escasas pruebas de la influencia “empresarial” del petróleo en el origen de las
guerras imperiales. Al contrario, son esencialmente guerras militares
imperiales. Lo que apreciamos en todas partes es la destrucción a gran escala
de los medios de producción, la enorme des-acumulación de capital, el
desplazamiento masivo de millones de trabajadores, científicos e ingenieros
productivos que generan riqueza. ¿En qué van a invertir los inversores a gran
escala y a largo plazo en Afganistán, Yemen, Somalia, Siria y Libia si sus
propiedades y sus vidas corren peligro por las bandas de señores de las guerras
etno-religiosos armadas y entrenadas por las Fuerzas Especiales de Estados
Unidos?
Los grandes inversores no confían en la estabilidad de
regímenes clientelistas corruptos, serviles e impopulares reforzados por
Estados Unidos y la UE. Los inversionistas cuentan los diez años perdidos en
Iraq a un costo de miles de millones de beneficios en petróleo. Estados Unidos
no fue a la guerra por el petróleo como algunos ignorantes comentaristas de
izquierda afirman.
El imperialismo militar ha llevado al arruina y gobierna
seguido del arruina y corre. El único beneficiario evidente de las guerras de
Occidente en los países musulmanes es el Estado judío de Israel, cuyas
multimillonarias influencias políticas y sus acólitos políticos del Pentágono,
del Tesoro, del Consejo de Seguridad Nacional, del Congreso y de los medios de
comunicación estadounidenses diseñaron y promovieron esas desastrosas guerras
contra el mundo musulmán. Más recientemente han promovido el contraataque
estadounidense convirtiendo la “Primavera Árabe” en el “Verano del descontento
musulmán”.
Las guerras no acaban ni acabarán mientras Israel reclame
la supremacía en el mundo árabe. Estados Unidos está y estará en guerra permanente
con el mundo musulmán mientras su política exterior y las estructuras políticas
estén influenciadas por la configuración del poder sionista-israelí.
Ningún imperio anterior al de Estados Unidos ha sufrido tal
enorme cantidad de pérdidas financieras y obtenido tan poco en recompensas
económicas. Ningún imperio anterior ha destruido tantos países sin establecer
un solo régimen productivo viable, colonial o neo-colonial. Sin embargo, leer y
escuchar a nuestros periodistas más prominentes que las protestas musulmanas
populares, generalizadas y violentas contra los símbolos y la esencia del poder
imperial de Estados Unidos tienen que ver con una “película de aficionados que
difama al profeta” nos deja atónitos. Los expertos ignoran el hecho de que los disturbios
populares y los ataques anti-imperiales han precedido y se mantendrán después
del incidente de la “película”. Una década devastando a una docena de países y
desarraigando a decenas de millones de personas desde Libia a Pakistán pasando
por Somalia, Siria, Iraq, Pakistán y Yemen ha dejado una huella indeleble en la
conciencia de aquellos que lo sufrieron y de los que combaten y, especialmente,
entre las nuevas generaciones de luchadores por la democracia que no aceptarán
que su Primavera Árabe retroceda.
La protesta en todo el mundo no es simplemente en oposición
a “la película” y a los mediocres reaccionarios anti musulmanes que la
produjeron, sino contra la atmósfera de absoluta islamofobia política y
cultural que impera en Estados Unidos y que nutre a este tipo de películas.
Empezando por la redada masiva de miles de musulmanes inocentes llevada a cabo
por el acérrimo sionista Michael Chertoff, jefe de la Seguridad Nacional,
continuando por la vigilancia y la infiltración del FBI de cientos de mezquitas
y siguiendo por la campaña de unos agitadores contrarios a un Centro cultural
en Nueva York patrocinada por los sionistas; por la purga de un respetado
educador árabe-estadounidense, por las semanales diatribas cristiano-sionistas
cuajadas de virulencia anti musulmana a 40 millones de seguidores en Estados
Unidos; por los nombramientos que promueve el AIPAC en el Tesoro de Estados
Unidos y por las subsiguientes sanciones contra países musulmanes
independientes, los musulmanes tienen argumentos sólidos para creer que la
islamofobia está arraigada en la cultura estadounidense. Ningún musulmán
reflexivo en todo el mundo considera que la película sea una aberración pues el
cine pro-israelí de Hollywood y los magnates de la televisión siempre han
demonizado y caricaturizado grotescamente a los musulmanes presentándolos como
villanos sedientos de sangre, bárbaros ignorantes y jeques-playboy carentes de
todo valor.
El envío de Obama de los marines y de buques de guerra para
defender las misiones no hace sino reforzar la imagen y la realidad de que la
presencia de Estados Unidos en el mundo musulmán se basa en la fuerza y en
las armas. No existe la reflexión crítica en los círculos políticos de Estados
Unidos sobre los grandes temas políticos y culturales que intervienen en el
país y en el extranjero y que despiertan la pasión y la ira que se extiende en
la actualidad en 20 naciones musulmanas y más allá.
La islamofobia no es simplemente la actitud de una minoría
de extremistas marginales; es parte integrante de las políticas destinadas a
las actuales guerras a gran escala contra una docena de naciones musulmanas, a
la vigilancia de millones de musulmanes estadounidenses, y a armar a un Estado
judío decidido a desarraigar a los palestinos y a amenazar con bombardear a 75
millones los musulmanes iraníes.
Notas:
1. - “Rage at Amateur Film
Spreads”, Financial Times, 14 de septiembre de 2012, p. 2.- James Petras: The
Arab Revolt and the Imperialist Counterattack, Clarity Press, Atlanta, 2012)
segunda edición.
3. - Borgou Daragahi:
“Investment Drive Aims to Boost US Influence in Morsi’s Egypt”, Financial
Times, 10 de septiembre de 2012, p. 4.
4. - Ibid
5.- Financial Times 13 de septiembre de 2012, p. 10.
6.- Financial Times 10 de septiembre de 2012, p. 1
7.- Financial Times 13 de septiembre de 2012, p. 11
8.- Financial Times 13 de septiembre de 2012, p. 4
9. - Mel Frykberg: “Consulate
Attack was just the Latest in Rising Violence in Libya” McClatchy Washington
Bureau, 12 de septiembre de 2012
10.- FT 9/14/12, p. 2. Roula
“Fool ya” Khalef a reliable mouthpiece of the US echoes Clinton’s commands in
her diatribe “Islamist Leaders (sic) have power and Responsibility to Defuse
Tensions”.
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