KIRCHNER 40

La cola para entrar a la rosada superaba las 18 cuadras
Más de seis horas de caminata para despedirse
Publicado el 29 de Octubre de 2010
Por V. M.
El bullicio que reinaba en las calles durante la larga espera bajo el sol de primavera, se tornaba profundo silencio dentro de la Rosada.
Unas seis horas promedio de caminata lenta, cruzada por la emoción y los cánticos reiterados de homenaje para Néstor Kirchner y de fuerza para Cristina. Ese fue el recorrido que miles de ciudadanos realizaron ayer a lo largo de unas 18 cuadras del centro de la Ciudad de Buenos Aires para ingresar a la Casa Rosada y cumplir con una esperada despedida final al ex presidente. Unas 30 mil personas hicieron el ordenado trayecto sobre la Avenida de Mayo entre las 10 y las 18, según los primeros cálculos oficiales.
“Fuerza, Cristina”, “Cristina 2011, por favor” y “Compañero Néstor Kirchner, presente”, fueron los cánticos repetidos en la intensa espera bajo un sol primaveral.
El acompañamiento bullicioso de los manifestantes en las calles se convertía en recogimiento cuando hombres, mujeres, familias y jóvenes ingresaban a la Casa de Gobierno por la puerta principal del Balcarce 50. Cuando el acceso al Salón de los Patriotas Latinoamericanos quedó abierto al público a las 10, las rejas perimetrales de la Casa Rosada ya estaban convertidas en un santuario. Ayer, la presidenta ordenó que todos los mensajes de recordación y aliento sean recogidos. Por detrás, en la amplia explanada de acceso las coronas se agolpaban una contra otra y, pasadas las 17, todo había quedado cubierto por flores.
El pasaje por el interior del Salón donde se instaló la Capilla Ardiente era de doble circulación. Los ciudadanos ingresaban por Balcarce 50, daban la vuelta frente al féretro con los restos de Kirchner. A su lado, la presidenta, acompañada en casi todo momento por sus hijos Florencia y Máximo y buena parte de los integrantes del Gabinete nacional, saludaba emocionada cada expresión de cariño.
El silencio era interrumpido en forma casi constante por los aplausos. A veces, arrancaban espontáneos al final de la fila, otras entre quienes pasaban a metros de la presidenta. Siempre eran replicados por todos los que circulaban incesantes para su homenaje final al ex presidente. Conmovida, Cristina parecía tomar fuerzas de cada una de esas manifestaciones. Es más, en varias oportunidades, la presidenta se acercó a las vallas para besar, abrazar y hasta contener a muchos de los que habían cumplido con la larga espera para rendir su homenaje al ex mandatario y acompañar con un “vamos, Cristina” −tal vez el aliento más escuchado ayer en la Casa de Gobierno− la tristeza de la jefa de Estado. En muchas oportunidades, la presidenta acarició el féretro que contenía los restos del ex presidente y colocó con delicadeza sobre la bandera argentina los obsequios que le alcanzaban los ciudadanos. Banderas tejidas a mano, flores, rosarios, varios pañuelos blancos de algunas de las Madres y Abuelas que se acercaron a llorar junto a Cristina. Todo quedó allí, como testimonio del homenaje. <